Por más que cotidianamente los más altos funcionarios del Gobierno juran que vivimos en uno de los países más seguros del mundo, la inseguridad continúa siendo la mayor preocupación de los argentinos. ¿Por qué será?
Personalmente, creo que esto obedece a que todos los que vivimos en la Argentina sabemos a ciencia cierta que tanto nosotros como nuestros seres queridos, amigos o conocidos, estamos expuestos a morir en cualquier momento y por cualquier motivo. Esa es la real e indiscutible sensación de inseguridad que padecemos los habitantes comunes y de la cual tanto hablan peyorativamente los funcionarios nacionales, provinciales o municipales, que se niegan a aceptar la incontrastable realidad.
La inseguridad abruma a todas las familias, porque en estos momentos la vida o muerte de las personas depende en buena medida del azar. No hay lógica alguna. Por eso hay que destacar que la inseguridad abarca mucho más que los hechos de origen criminal: alcanza a casi todos los aspectos de la vida cotidiana. Y eso es lo que realmente nos aterra a casi todos.
Los dos mandatos presidenciales del Dr. Carlos Menem, que gobernó la Argentina desde 1989 hasta 1999, fueron “el huevo de la serpiente” que recién ahora empezamos a padecer. Fundamentalmente, debido a que durante esos diez años menemistas, la consigna principal, la idea base que emanaba desde la presidencia, sostenía que el estado no debía intervenir en casi ningún aspecto de la vida económica y social del país. El estado solo debería garantizar, mínimamente, el acceso a la salud, educación, seguridad y la administración de justicia.
El sector privado sería el motor de desarrollo que llevaría el país hacia el primer mundo. Lástima que muchos cayeron en la trampa de creerlo y actuaron en consecuencia, permitiendo el desmantelamiento de todo lo que suponía una “errónea intervención estatal”. Para desgracia de los argentinos, las consecuencias de este pensamiento todavía se mantienen vivas después de una década. .
La inseguridad es algo actual y permanente, que abarca todos los aspectos de la vida cotidiana afectando la salud física y mental de casi toda la población argentina. Si bien los motivos de tanto sufrimiento parecen ser independientes, hechos aislados, en realidad están muy interconectados y puede decirse, sin mucho margen de error, que los males del presente se crearon y potenciaron a partir de las dos presidencias de Carlos Menem.
En principio, con las privatizaciones de casi todas las empresas nacionales, quedaron sin trabajo, directa o indirectamente, millones de trabajadores. Millones de personas que nunca más volvieron a tener empleos estables. Gran parte de las relaciones sociales se destruyeron en esos momentos. El estado en retirada estableció en los hechos la ley de la selva. Privatizada, obviamente.
Si a eso se le suma la impunidad y corrupción que evolucionaron a niveles nunca vistos, el coctel definitivo fue mortífero. Millones de personas sin trabajo generaron a millones de jóvenes sin trabajo ni estudio. O con estudios y sin trabajo.
Aparecieron fenómenos desconocidos, como la marginación y exclusión de enormes sectores, con una inédita estratificación de la sociedad que generó una enorme desigualdad social, hasta llegar al punto actual donde un puñado de ricos cada vez más ricos intenta vivir alejado en countries de los millones de pobres cada vez más pobres.
En las últimas semanas toda la población del país contempló azorada la sucesión de varias muertes que aparentemente no tienen relación entre sí. Aparentemente, porque están interconectadas más allá de lo que parecen.
Una joven embarazada fue a un banco a retirar pesos y dólares. A la salida de la entidad bancaria es asaltada, le disparan y muere su pequeño hijo que los médicos habían hecho nacer de urgencia. La joven y su marido terminan decidiendo dejar el país para vivir en un lugar más seguro. Surge entonces el tema de las salideras bancarias. Así se descubre que se cometieron miles durante el año en curso, más que en todos los años anteriores. La oposición propone crear cabinas independientes para la atención al público en cada sucursal bancaria; Macri, a su vez, aspira a que no puedan transitar más dos personas en una moto por el microcentro para evitar a los motochorros (ladrones y/o asesinos que se desplazan en motos). Asustados, los bancos deciden por fin abaratar los costos de las transacciones interbancarias.
Decenas de propuestas, pero casi nadie menciona el tema de fondo, lo que origina estos delitos, que es bastante simple: la gente ya no confía en el sistema bancario. Al no tener un sistema bancario confiable, muchas personas son asaltadas, heridas o asesinadas al retirar su dinero. Cabe recordar que el ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo, fue el último en confiscar los ahorros de la población en el 2001 durante la presidencia de Fernando De la Rúa, que a su vez provocaron la crisis que comenzó a finales de ese año.
Otra: cientos de jóvenes van a bailar a un boliche habilitado como salón de fiestas. El exceso de público hace caer un entrepiso y mueren dos chicas jóvenes. Quedan decenas de heridos, muchos con trastornos psíquicos. ¿La razón de estas dos muertes absurdas? La incompetencia de los inspectores municipales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La falta de controles, la falta de suficientes inspectores. Claro, como afirmaba Menem, hay que dejar libres a los privados. El estado no debe entrometerse.
Por el mismo motivo murieron tres personas en Villa Urquiza. Estaban ejercitándose para tener una vida más sana. El problema es que al lado del gimnasio (que no estaba habilitado) empezaron a construir sin tomar las mínimas medidas de seguridad exigibles. ¿El motivo de esta tragedia?: falta de una adecuada inspección de obra, incapacidad del gobierno municipal. Más de lo mismo.
Por último: un automóvil Peugeot 504 avanza a toda velocidad por la Panamericana. De pronto el chofer pierde el control y choca contra la barrera de seguridad. Pero en vez de detenerse, el auto sale volando y choca a otros dos que circulan en dirección contraria. El resultado: cuatro muertos y varios heridos. Ante la tragedia, dos intendentes claman a viva voz que las concesionarias viales deberían haber construido colectoras y un tercer carril.
La joven Estefanía Puechagut, 24 años, estudiante universitaria, caminaba tranquilamente por la vereda cuando se le cayó encima una pared de un edificio en construcción de la provincia de Córdoba. Murió después de agonizar durante varios días. Posteriormente sale a la luz que son miles los edificios que están fuera de regla en la ciudad mediterránea.
Esto es lo terrible de vivir en una situación anárquica donde nuestros seres queridos o nosotros podemos morir en cualquier momento, por cualquier motivo y por causas evitables. La inseguridad no es sólo una sensación. Es un hecho real que afecta a todos. Y no sólo se debe a hechos criminales. Es producto de la apatía, la corrupción y la falta de interés por los ciudadanos. ©