La producción es impecable, el casting imposible de superar, los papeles protagónicos extraordinarios, la dirección Campanella, (léase: sin excesos, ni por lo poco ni por lo mucho, después de todo… ¿qué otra cosa hace excelente a un director?) y la historia deberíamos llamarla también Campanella, porque si algo lo caracteriza es la elección de historias selectas, profundas, con raíces que no piden permiso para penetrar. Y para que nada se salga del carril original, Juan José Campanella, además de hacer él mismo el montaje, enlista al autor del libro original para meticulosamente desarrollar el guión, conformando juntos un equipo magnífico.
El Secreto de sus Ojos, (el libro original se llama La Pregunta de tus Ojos, de Eduardo Sacheri) no es una historia cinematográfica, es una historia de vida llevada al cine, de esas que podrían salirse del libro para convertirse en reales, que definen los sentimientos más obvios y más recónditos de cualquier ser humano. Usted, yo, mi vecino… cualquiera (o todos) encajamos en las historias que elige Campanella y que realza con el uso de ganchos creativos en vez de apelar a golpes bajos. El Secreto de sus Ojos está ambientada en Buenos Aires, sí, pero se deduce sólo porque sabemos que es una película argentina. No obstante, es un claro ejemplo de la ductilidad de un gran director, que demuestra que nuestro cine puede brillar sin someterse a fronteras ni banderas, y que utiliza la sugerencia a modo de ubicación en tiempo y espacio sin apelar al eterno, inagotable y riguroso recurso político recurrente. Algo que emerge por lo magistral, con una leve reminiscencia a Nueve Reinas (Fabián Bielinsky, 2000). En cuanto a la música… los cuatro temas, mesurados, apropiados, son autoría, composición y cortesía de nuestros vecinos Kauderer, siempre presentes en producciones exitosas.
Benjamín Espósito (Ricardo Darín) acaba de jubilarse después de una vida entera como empleado en un juzgado penal en el que sus aspiraciones quedaron frustradas tras largos años de rutina laboral y silencio sentimental. Ahora, para llenar el vacío, decide emprender un nuevo y desconocido desafío: escribir una novela que no sabe cómo comenzar. Para ello no recurre a su imaginación, sino al caso que más profundo pegó en sus años al servicio de la justicia penal: un cruel y absurdo asesinato que, aunque resuelto, terminó amparado en la impunidad más descarada e injusta. Sin embargo, el ejercicio de la memoria no sólo ilumina el oscuro pasado judicial, sino que también echa luz sobre la propia vida vacía de su protagonista, que se somete al amor silencioso e involuntario, impedido de reacción por imperio de las emociones nunca habladas. Haciendo buen uso de herramientas televisivas, aparece Pablo Sandoval (Guillermo Francella), su compañero de toda la vida, el incondicional. Y su gran amor, jefa y amiga, Irene, con quien ha pasado a diario los últimos 25 años. La novela que pretende escribir Espósito lo lleva a reconstruir un pasado ajeno, a la vez que descorre la cortina de su propia vida sin brillo, silenciosa y obsesionada por un amor que siempre asumió imposible. Y aparece el paralelo, la búsqueda dentro de los propios sentimientos, y la irrefrenable necesidad de justicia ajena y propia.
La película es excepcional, navegando sutil y equilibradamente entre el drama y la simpatía. En términos de actuaciones, esta es una de esas producciones de tan excelente factura que uno se pregunta si los actores son buenos porque lo son o porque el director logra sacar todo de ellos. El hecho es que solamente con Villamil y Francella la película da para un Oscar. Todo lo demás, que no es poco, es un plus. Ni uno solo de sus 124 minutos es un desperdicio, aunque resaltan sí, momentos cumbres. Uno de ellos, imposible de ignorar, es el ilícito interrogatorio preliminar al sospechoso. Soledad Villamil se roba sin piedad la pantalla, aunque sin la mínima intención de opacar a un Javier Godino que aporta todo de sí para que a la escena no le falte nada. Darín es Darín, descollante a lo largo de toda la película y punto. Y Francella, extraordinario, soberbio, maleable, magnético. Pablo Rago, en un papel sin altibajos -muy indicado para él-, supera cualquier expectativa y Argento, como siempre, brillante.
No he tenido oportunidad de comparar El Secreto de sus Ojos con el resto de las películas que compiten para Mejor Película en Idioma Extranjero para los premios de la Academia 2010 (Ajami de Israel, La Teta Asustada de Perú, Un Prophète de Francia, y The White Ribbon de Alemania). Pero que esta vez estamos a la altura, ninguna duda. Y que en pocos años veremos el remake versión USA, tampoco.©