Tal cual hemos reflejado en los últimos meses en las páginas de El Suplemento, muchos personajes famosos de la Argentina, de esos que normalmente suelen destacarse por sus escándalos, excentricidades o romances, han salido a quejarse públicamente por el aumento del delito.
Exigen mano dura contra la delincuencia, ahora que la misma no conoce de fronteras y comienza a tocarles de cerca. Mientras la violencia estaba contenida en las zonas más humildes del Conurbano, las divas y divos del espectáculo no se daban por enterados de que algo se estaba gestando. Pero los reiterados robos en Recoleta o en los mejores restaurantes de Palermo Hollywood los hicieron reaccionar. Por supuesto que nadie les niega su derecho a peticionar a las autoridades, a desear vivir en paz y a manejar sus Mercedes Benz por las calles de Belgrano sin temor a ser asaltados. Les cuestionamos sí que nunca se hayan preocupado demasiado por las causas que inevitablemente llevarían a un aumento de la delincuencia y el crimen. Muchos de ellos se ponen ahora “a disposición de la gente” para salir a protestar contra la inseguridad, cuando nunca se hubiesen movilizado contra el terrorismo de Estado, la desnutrición infantil, la crisis educativa, los hospitales que se vienen abajo, los jubilados paupérrimos, la introducción de drogas en las villas y barrios humildes, o ni que hablar de la corrupción a altos niveles que al final de cuenta terminaron directa o indirectamente beneficiándolos a ellos.
Deseamos profundamente que en este 2010 que se avecina se pueda controlar el delito y la violencia social que afecta a los famosos y a los ignotos pobres por igual, para que todos los argentinos puedan vivir en paz. Pero deseamos mucho más profundamente que se empiece a trabajar para atacar de raíz el problema, solucionando primero la injusticia social, la corrupción oficial y privada y la pobreza.
En el 2010 quisiéramos ver a los famosos a la cabeza de una gran marcha para acabar con la miseria y la desigualdad en la Argentina, y con todo lo que ellas traen acarreado.
Después de todo, es un asunto que depende exclusivamente de la voluntad del pueblo para que así sea.©