¿Todo mal?, ¿Todo bien? Por suerte existen las pirámides egipcias

pirámides egipcias Suele suceder que, tanto en la Argentina como en el resto del planeta, tanto los políticos como grandes grupos de ciudadanos tienden a percibir la realidad desde posiciones totalmente antagónicas y maniqueas donde no existen los grises.
Obviamente, para los políticos que gozan de todos los privilegios e impunidad que brinda el poder, siempre está todo bien, mientras que para la población “de a pie” siempre está todo mal.

Esta forma de percibir la realidad es común en todos los países, independientemente del carácter del régimen político dirigente. Abarca, por lo tanto, desde las sociedades gobernadas por las dictaduras absolutistas hasta las democracias más desarrolladas.
Lo interesante es que si se analizara la estructura social de cualquier estado se podría comprobar que los resultados indefectiblemente nos remiten a la forma de las pirámides egipcias, porque ellas son un perenne recordatorio de que en toda agrupación humana siempre existe un orden piramidal donde invariablemente hay algunos sujetos privilegiados que están en la punta, bien arriba, que gozan de todos los placeres que se pueden disfrutar gracias al poder y el dinero. Luego les suceden unos cuantos que se ubican en la franja del medio que viven relativamente bien, y por último, en la base, bien abajo, se encuentra la gran mayoría de la población, los que soportan sobre sus espaldas todos los pesares, los trabajos más duros y que sobreviven como pueden.
Esa forma piramidal existe en todas las sociedades. Alguien observó que “siempre que se descubre una sociedad desconocida se encuentra un denominador común. Por un lado, hay un pequeño grupo privilegiado, conformado generalmente por guerreros y sacerdotes que gozan de los mayores privilegios, y por el otro lado se encuentra el resto de la población que trabaja duramente para el bienestar de éstos”. Aclaración: es decir, para el beneficio de los pocos privilegiados.
Los arqueólogos, cuando encuentran una tumba, pueden afirmar con bastante precisión la posición social del sepultado por un sinnúmero de detalles que van desde el tamaño y ubicación de la tumba hasta los restos óseos y las pertenencias que acompañan el cuerpo. Actualmente, el análisis de los huesos es tan refinado que permite determinar si la enterrada era una persona rica o pobre, ya que, por ejemplo, los huesos de los ricos se encuentran menos deteriorados debido a la buena alimentación y a la falta de indicios de trabajo duro, mientras que los de los pobres o esclavos están mucho más deformados.
Hace pocos años algunos economistas estudiaron a los ricos de distintos países sin importar el lugar que ocupan en el ranking de desarrollo. Curiosamente, encontraron un denominador común: tanto en los países desarrollados como en los más pobres los millonarios disfrutan de un nivel de vida bastante similar. Como el dinero no tiene color ni ideología, en estos tiempos globalizados los ricos de cualquier parte tienen acceso a los mismos productos, pueden adquirir los mismos bienes y trasladarse por el mundo sin limitaciones. Para ellos no existen las fronteras.
La diferencia se encuentra en el resto de la población: en las clases medias y bajas. En un mundo milenariamente injusto para enormes cantidades de personas, el acceso a la salud, educación y alimentación son, literalmente, inalcanzables.
Creo que la forma de las tres grandes pirámides de Giza resumen la máxima sabiduría humana, porque nos recuerdan que en todos lados y en todas las épocas siempre habrá algunos pocos que vivirán muy bien, en lo alto, y la gran mayoría sobrevivirá a duras penas, en la base.
El secreto es no creer en el determinismo y asumir fatalmente que la posición de cada individuo es inamovible. Afortunadamente, las tres pirámides no están cercadas y nos advierten que por lo tanto se puede migrar de una a otra. Y gracias a esta posibilidad alguien que está en la base de una puede llegar a estar en el medio o incluso hasta en la cima de otra.
Por todo esto, antes de quejarnos permanentemente de que está todo bien o está todo mal en nuestros países de origen, recordemos a los sabios egipcios. Ellos nos recuerdan que podremos mejorar significativamente nuestro nivel de vida siempre y cuando sepamos ubicarnos en la pirámide y lugar indicados.
De más esta decir que esto lo saben muy bien los millones de personas que mejoraron su vida y la de sus familiares gracias a las migraciones, al emigrar hacia países donde pudieron desarrollar sus potencialidades. Ellos sin dudas sabían muy bien dónde estaban parados. Y supieron descifrar la sabiduría oculta en las pirámides.©

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