su significado en la tradición argentina.
A partir de adentro
Cuando se concertaba una carrera, se fijaban previamente las condiciones en las que iba a realizarse la misma: tiro o distancia a correr, peso de los corredores, si se “largaba” con abanderado o por convite de los jinetes (emparejados los caballos en una partida, uno de los corredores decía, ¿Vamos? y la aceptación por parte del otro, que contestaba con la misma palabra, era la iniciación de la carrera, y los parejeros ya no paraban hasta la raya) y otros muchos detalles.
“A partir de adentro” significaba que, fijado el “tiro” (trescientos metros, por ejemplo), las “partidas” (los caballos arrancan a media furia y recorren un trecho antes de “soltar” o “largar”) se verificarían dentro de esta distancia, de modo que, en realidad, los parejeros sólo corrían doscientos cincuenta metros y aún menos.
Únicamente “a partir de afuera” permitía recorrer la distancia íntegra.
Todo lo que pisa
En las ventas de hacienda que realizaban los antiguos establecimientos, resultaba tarea difícil la clasificación de los animales, pues en los rodeos estaban mezclados toros, vacas, novillos, vaquillas, terneras y terneros de distintas edades y estado.
“Todo lo que pisa” era frase de contrato y significaba considerar cabeza de ganado o pieza a todo animal que se mantuviese sobre sus patas, fuese macho o hembra, chico o grande, gordo o flaco.
Carácter similar tenían “al barrer” y “al corte”, que todavía se usa.
Estos términos se modificaban cuando se estipulaba “cría por muerta”, es decir que las crías -corderos, terneros, potrillos, etc.- que por su poca edad corrían peligro de no resistir un arreo más o menos prolongado, no entraban en la cuenta: se los daba por muertos de antemano.
Hacerse el campo orégano
El orégano es una plantita de hoja olorosa, que se usa para condimentar ciertas comidas.
Antiguamente, cuando no se roturaban las tierras, solían verse grandes extensiones de campo cubiertas por esas plantas. Y en tales sitios, los jinetes podían correr con absoluta confianza, sin temor de encontrar vizcacheras ni otra clase de cuevas, acaso porque el fuerte olor del orégano y su tupida raigambre ahuyentan a los animales silvestres.
En los terrenos alfombrados de orégano corría cualquiera, hasta el más “chambón”; en los demás lugares, donde el pajonal crecía por todos lados y abundaban las cuevas y otros mil obstáculos, sólo corrían los verdaderos gauchos, los que conocían bien el campo y sabían sortear sus peligros.
Esto fue, quizá, lo que dio origen a la conocida frase “se le hace el campo orégano”, que se usa en sentido irónico para expresar que alguien considera fácil un trabajo o empresa que, en realidad, no lo es.
Compilado por Carlos Avilas del libro
“Voces y Costumbres del Campo Argentino”,
de Pedro Inchauspe, publicado en 1949.¤