El final del relato gauchesco de Güiraldes
Con sus dotes de narrador, Ricardo Güiraldes pone en la voz de don Segundo Sombra historias dentro de la historia como en los relatos medioevales o las novelas de caballería. Son entretenidas y aleccionadoras, como el cuento del que hoy vamos a dar el final.
El mejor desprendimiento de don Segundo Sombra fue la permanencia con el ahijado. Pero por sobre todo y contra todo, don Segundo Sombra quería su libertad. Era un espíritu anárquico y solitario a quien la sociedad de los hombres concluía por infligir un invariable cansancio.
Sin embargo, ante las noticias que cambian el destino de Fabio, no duda en responder: “Yo te acompaño”. Y así permanece con el protagonista durante tres años, hasta que consideró que éste podía valerse por sí mismo, y entonces vuelve a sus viajes como gaucho y resero.
¿Cómo termina el cuento? Veámoslo, pues, como diría Martín Fierro, a esta historia le faltaba lo mejor.
“Todos los días, Miseria le pegaba fiero a la tabaquera. Y así pasaron los años. Y resultó que ya en el pueblo no hubo peleas, ni pleitos, ni alegaciones. Los maridos no castigaban a las mujeres, ni las madres a los chicos. Tíos, primos y entenaos se entendían como Dios manda, no salía la viuda, ni el chancho, no se veían luces malas y los enfermos sanaron todos y los viejos no acababan de morirse y hasta los perros fueron virtuosos. Los vecinos se entendían bien, los baguales no corcoviaban más que de alegría y todo andaba como reló de rico.
Ansina, como no hay caminos sin repechos no hay suerte sin desgracia y vino a suceder que abogados, procuradores, jueces de paz, curanderos, médicos y todos los que son autoridá y viven de la desgracia y vicios de la gente, comenzaron a ponerse charcones de hambre y fueron muriendo.
Y un día, asustaos los que quedaban de esta morrilla, se endilgaron pa lo del Gobernador, a pedirle ayuda por lo que les sucedía y el Gobernador que también dentraba en las partidas de los castigaos, les dijo que nada podía remediar y les dio una plata del Estado, advirtiéndoles que era la única vez que lo hacía, porque no era obligación del Gobierno el andarlos ayudando.
Pasaron meses y los procuradores, jueces y otros bichos iban mermando por haber pasao los mas a mejor vida, cuando uno d´ellos y el mas pícaro vino a maliciar la verdá y los invitó a todos a que volvieran a lo del Gobernador, dándoles promesa de que ganarían el pleito. Así jué. Y cuando, estuvieron frente al manate, el procurador le dijo a suecelencia que todah´esas calamidades, sucedían porque el herrero tenía encerraos en su tabaquera a los diablos del Infierno.
Sobre el pucho el mandón les mandó trair a Miseria y en presencia de todos le largó un discurso: ¿Ahá, sos vos? ¡Bonito andás poniendo al mundo con tus brujerías y encantos, viejo ladino! Aurita vahá dejar las cosas como estaban, sin meterse a redimir culpas ni castigar diablos. ¿No ves que siendo el mundo como es no puede pasarse del mal y que las leyes y lahenfermedades y todos los que viven dellas, que son muchos, precisan de que los diablos anden por la tierra? En este mesmo momento vahál trote y largás loh´infiernos de tu tabaquera.
Miseria comprendió que el Gobernador tenía razón, confesó la verdá y jué pa su casa pa cumplir lo madao.
Ya estaba `por demás viejo y aburrido del mundo, de modo que irse del, poco le importaba. En su rancho antes de largar a los diablos como de costumbre les dio una buena sobada.
¿Si yo los largo, van andar embromando por aquí?, les preguntó.
No, no gritaban, Larganos y te juramos no volver por tu casa.
Entonces Miseria abrió la tabaquera y los licenció.
Salió la hormiguita y creció hasta ser el Malo. Comenzaron a brotar del cuerpo de Lucifer todos los demonios y redepente, en un tropel toda la diablada tomó por esas calles de Dios.
Y aura viene el fin. Ya Miseria estaba en las últimas humeadas del pucho, porque a todo cristiano le llega el momento de entregar la osamenta y él bastante la había usao. Y Miseria, pensando hacerla mejor, se jué a echar sobre sus jergas a esperar la muerte. Allá en su piecita de pobre se halló tan aburrido y desganao, que ni se levantaba siquiera pa comer ni tomar agua. Despacito no mas se jué consumiendo hasta que quedó duro y como secao por los años.
Y aura es que, en habiendo dejao el cuerpo pa los bichos, Miseria pensó lo que le quedaba por hacer y sin dilaciones porque no era zonzo el hombre enderezó pa´l Cielo y después de un viaje largo golpió en la puerta déste.
Cuantito se abrió la puerta, San Pedro y Miseria se reconocieron, pero al viejo pícaro no le convenían esos recuerdos, y haciéndose el chancho rengo pidió permiso para pasar.
¡Hum!, dijo San Pedro. Cuando yo estuve en tu herrería con nuestro Señor pa concederte tres gracias, te dije que pidieras el Paraíso, y vos me contestaste: Cayate viejo idiota. Y no es que te la guarde, pero no puedo dejarte pasar aura, porque habiéndote ofrecido tres veceshél Cielo, vos te negaste a aceptarlo. Y ahí nomás le cerró la puerta. Miseria pensando que de dos males hay que elegir el menor, rumbió pa´l Purgatorio a probar suerte. Pero amigo, allí le dijeron, que solo podían dentrar las almas destinadas al Cielo y que como el nunca podría llegar a esa gloria, por haberla desnegao en la oportunidad, no podían guardarlo. Las penas eternas le tocaba cumplirlas en el Infierno.
Y Misereia enderezó pal Infierno y golpeó la puerta, como antes golpeaba en la tabaquera. Y le abrieron, pero que rabia no le daría cuando se encontró cara a cara con el mismo Lilí
¡Maldita mi suerte – gritó – que andequiera he de tener conocidos! Y Lilí acordándose de las palizas, salió que quemaba con la cola como bandera´e comisaría y no paró hasta los pieses mesmos de Lucifer, contando quien estaba de visita.
Nunca los diablos se habían pegado tan tamaño susto y al mismo Ray de loh´ Infiernos, recordando también el rigor del martillo, se puso a gritar como gallina clueca, ordenando que cerraran bien toditas las puertas, no juera a dentrar semejante cachafaz.
Ahí quedó Miseria, sin dentrada a ningún lao, porque ni en el Cielo, ni en el Purgatorio, ni en el Infierno, lo querían como socio y dicen que es por eso que, desde entonces, Miseria y Pobreza son cosas de este mundo y nunca se irán a otra parte porque en ninguna quieren admitir su esistencia.” ®