Investigador Titular del CONICET
“Los estudiantes de la UBA reciben una mejor educación que la que recibirían en una universidad privada. Y gratis”.
Será quizás por esa mezcla de nostalgia y de pesimismo innato que según dicen caracteriza al “ser nacional”, pero lo cierto es que los argentinos solemos hablar más de los cerebros que se fugan que de los que se quedan y trabajan en el país. Se puede afirmar sin demasiado temor a equivocarse que el nombre de nuestro entrevistado del mes resultará más bien desconocido para la mayoría de los lectores; después de todo, se trata de un científico y no de un futbolista o un animador de TV. Esto, aún considerando que hablamos de uno de los más brillantes científicos argentinos, doctor en Ciencias Químicas, profesor titular plenario de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador titular del CONICET.
Alberto Kornblihtt nació en 1954, es casado y tiene dos hijos. Su formación es resultado de la educación pública, tanto primaria como secundaria, y luego en la Universidad de Buenos Aires. Se recibió de biólogo en 1977 en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, luego hizo su doctorado en la Fundación Campomar (ligada a la Facultad de Ciencias Exactas) e hizo su postdoctorado en la Universidad de Oxford, Inglaterra, en donde estudió por tres años. Desde hace 10 años tiene su laboratorio de investigación en el sector de Fisiología y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.
A lo largo de nuestra extensa charla, Kornblihtt exalta el alto nivel académico de la universidad pública y califica a las universidades privadas argentinas como “enseñaderos” en donde se instruye pero no se genera conocimiento. Además exige que se fomente la investigación en las universidades, que se creen las condiciones necesarias para que los jóvenes científicos que se perfeccionan en el exterior puedan regresar al país, y como si todo esto fuera poco, le queda tiempo para explicar por qué, al final de cuentas, los seres humanos y los grandes simios no son tan distintos como se piensa.
¿Cuál es tu campo de investigación hoy en día?
Yo trabajo en lo que se conoce como regulación de la expresión genética. Es decir, como funcionan los genes; en particular, los genes humanos. Se trata de una investigación básica que se enfoca en estudiar el mecanismo de las células –las células son las unidades de la materia viva- a través de conocer cómo funcionan los genes. La base del trabajo nuestro, cosa que ya llevamos varios años estudiando, es saber cómo hace cada gen para fabricar más de una proteína. Antes se pensaba que cada gen codificaba solamente una proteína; hoy se sabe que esto no es así, y ese proceso está regulado.
En términos prácticos: ¿qué le aporta a la ciencia el hecho de que los científicos conozcan los mecanismos que llevan a un gen a codificar más de una proteína?
Es muy importante en lo que tiene que ver con la diferenciación celular y es importante también en lo que se refiere al conocimiento de las enfermedades hereditarias y en algunas enfermedades no hereditarias también. Por eso, conocer esos mecanismos básicos no tiene una aplicación inmediata, pero sí es importante para la medicina y la biología en general. Y nosotros tenemos la suerte de haber logrado mucho reconocimiento internacional por los trabajos que hemos publicado aquí.
Habiendo estudiado en épocas del peronismo del ’73, y con la experiencia que te da haber estado ligado a la UBA como profesor e investigador tras el retorno a la Democracia hasta hoy, es obvio que tenés un conocimiento muy amplio de las distintas fases por las que atravesó la UBA. Por eso nos interesa preguntarte ¿cuáles han sido los cambios más notables que se produjeron en el sistema educativo de nivel superior a partir de fines del ‘83?
Obviamente que la llegada de la democracia en el ’83 significó algo muy importante que es la recuperación de los concursos; por lo menos aquí en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, que es donde se realizan los concursos con más rigurosidad, ya que es fundamental para todos los estamentos de la docencia. Eso significó terminar con los nombramientos a dedo y una renovación paulatina del plantel docente. También se incluyeron temas que no habían sido planteados previamente; por ejemplo, hubo una gran irrupción de la biología molecular y la ecología.
El tema del presupuesto sigue siendo uno de los mayores déficits...
Sí; la UBA se ha ido masificando con respecto a lo que era en la década del ’70. En estos momentos tiene 300 mil estudiantes, y no tiene un presupuesto acorde para atender a estos 300 mil estudiantes. Creo que nuestro presupuesto es 5 veces menor que el de la Universidad Autónoma de México, cuando esa universidad atiende a la misma cantidad de estudiantes. Esto hace que se generen situaciones bastante anómalas.
¿Existe un proyecto de desarrollo científico en el país o cada uno de los científicos encara proyectos personales o de determinados grupos de interés?
Ah, esa pregunta es muy interesante: la historia de la ciencia en nuestro país ha sido siempre bastante individualista. Ha tenido estrellas como Leloir, Houssay, el propio César Milstein –que ganó el Premio Nobel en Inglaterra pero fue formado en nuestros claustros- pero no ha habido proyectos integradores de ciencia que tuvieran que ver con el desarrollo independiente de nuestro país. Recién ahora se empezó a ver cierta tendencia, ya que si bien no se aumentó el presupuesto en términos de porcentaje del PBI dedicado a la ciencia y tecnología, por lo menos se trató de pensar los efectos de la devaluación y la inflación sobre la educación. Eso, en el sector de la investigación y la técnica se vio como un paso adelante. Ahora, la buena sorpresa la encontramos en que el nuevo gobierno jerarquizó el área de Ciencia y Técnica al ponerla al nivel de un ministerio. Para mí ese es un cambio cualitativo positivo. Tenemos que ver cuál va a ser el presupuesto con el que va a contar el nuevo ministro Lino Barañao.
¿Por dónde pasa hoy el grueso de la investigación biológica en nuestro país?
En Argentina hay varios grupos que trabajan en problemas relacionados con el campo, tratando de generar nueva tecnología para mejorar los cultivos. Después hay grupos que trabajan en asuntos relacionados con la salud, como el mal de Chagas o el Dengue. Y luego hay otros que trabajan con cosas que no están ligadas a las enfermedades, los que trabajamos en el campo de la bioquímica, la traducción de señales, la biología molecular. Yo creo que la biología y la biomedicina en la Argentina tienen una muy buena tradición, y son, quizás junto a la paleontología, las áreas más visibles internacionalmente de nuestra ciencia.
Eso a pesar de que el presupuesto que se dedica a este campo es ínfimo...
Lo que pasa es que nuestro país tiene muy buenos recursos humanos. Los jóvenes graduados en nuestras universidades son realmente de gran nivel y ya se sabe que son buscados en los países centrales. Eso hace también que nuestros laboratorios de investigación tengan becarios excepcionales, de muy buena preparación, de mucha inteligencia y una gran capacidad de trabajo, pasión, interés... Y esa es una de las razones que hacen muy agradable el hecho de hacer ciencia en Argentina.
¿Cuál es la proporción de científicos argentinos que trabajan para laboratorios y organismos privados y los que lo hacen para el sector público?
Muy pocos trabajan en instituciones privadas; hay muy pocos laboratorios privados que hacen investigación o que incluso hagan transferencia tecnológica. La verdad es que la mayor parte de los graduados en las carreras de ciencias son o investigadores del CONICET, becarios o docentes universitarios. Las empresas farmacéuticas multinacionales, en nuestro país, no hacen investigación. Lo único que hacen en sus plantas es fraccionar la droga que producen en las plantas de los países del Primer Mundo y venderla aquí como medicamentos, gozando de inmensas ganancias. Pero no hay ninguna ley que los obligue a hacer investigación. Yo creo que debería sancionarse una ley que les diga: o bien hacen investigación contratando a científicos y profesionales argentinos, o pagan un impuesto específico para fomentar la investigación en el sector público. Por otra parte, en las universidades privadas prácticamente no existe la investigación: el 98% de los investigadores del CONICET se encuentran trabajando en institutos o universidades públicas.
Sin embargo, durante la década pasada se ha instalado la idea de que la educación privada en Argentina es superior a la educación pública. A la hora de comparar la excelencia académica de la Universidad Estatal con la Privada ¿adónde queda cada una?
Bueno, eso es una idea que se instaló durante el menemismo y tuvo mucho éxito entre las clases medias, sobre todo en lo que se refiere a la escuela secundaria. Hay barrios de la ciudad de Buenos Aires en donde a la escuela pública van chicos de los sectores más humildes y a la escuela privada van los de sectores medios y los ricos. En la Universidad, ese pensamiento tuvo cierto éxito en las carreras más profesionalistas, como Ciencias Económicas, Administración de Empresas, Arquitectura, Ciencias Sociales... pero no tuvo ninguna repercusión en las ciencias duras. Sí hay algunas facultades privadas de medicina, pero todas tienen profesores formados en la UBA o en las universidades públicas de Córdoba; es decir, no generan sus propios profesores. No son como Harvard, Yale o Columbia, que son universidades privadas sin fines de lucro que tienen una alta excelencia académica. Acá no; yo lo he dicho en un reportaje que me hicieron en el diario La Nación y generó muchas reacciones: acá las universidades privadas funcionan como escuelas terciarias, como “enseñaderos”. Son lugares en donde se transmite el conocimiento que figura en los libros pero no generan conocimiento. Los promotores de las escuelas y universidades privadas están muy preocupados porque la universidad estatal ofrece un excelente producto que es gratuito. Los estudiantes, muchos de los cuales quizás no podrían pagar una universidad privada, pueden concurrir a una universidad estatal y recibir una mejor educación que la que recibirían en una privada.
¿Cuál es tu posición con respecto al ingreso a la UBA? ¿Debe ser libre o restringido a través de tal o cual proceso de selección?
Ese es un tema complicado. Yo estoy de acuerdo en que haya un curso de ingreso, que puede ser similar al actual, que haya que aprobarlo para ingresar, pero no estoy de acuerdo con que haya cupos, porque creo que en nuestro país la educación universitaria no es solamente algo utilitario, para formar profesionales o científicos que sirvan al país, sino que también debe servir para completar la formación del ciudadano que tiene la suerte de poder concurrir a una universidad, que lo impulse a tener un pensamiento crítico, una opinión más informada. Creo que debe haber una orientación de la matrícula, para estimular a los estudiantes con incentivos para seguir una carrera que aporte para el país pero que en un principio no les resulta demasiado atractiva, porque parecen difíciles, y terminan yendo a Ciencias Políticas, Derecho o Psicología, que son carreras masivas en las que realmente no hacen mucha falta tantos profesionales en esas áreas.
¿Cuál ha sido el descubrimiento más espectacular dentro del campo de la biología molecular desde que Watson descubrió la estructura del ADN en 1953?
Hay muchos hitos... quizás no te podría nombrar uno en particular, sino dos o tres. Yo creo que los avances que ocurrieron desde que Watson y Creek determinaron la estructura del ADN hasta nuestros días son espectaculares. Watson aún está vivo y ha sido testigo de avances que han tenido una gran importancia en la industria alimenticia, en el campo, en la industria farmacéutica, y en el diagnóstico y cura de enfermedades. En ese sentido, sin nombrarte un solo hecho, te diría que en los últimos 50 años lo fundamental ha sido el conocimiento básico del funcionamiento de la célula, desde el ADN hasta la proteína, y su aplicación para resolver problemas de alimentación y salud fundamentales. Hoy en día la insulina que se inyectan los diabéticos es una proteína humana producida en bacterias por ingeniería genética. El superávit fiscal de la Argentina de hoy, sin ir más lejos, está basado en el cultivo de soja, que es una planta que en general está modificada genéticamente para hacerla resistente a los herbicidas. Hoy las terapias de avanzada para combatir el cáncer están basadas en anticuerpos monoclonales o herramientas descubiertas por la biología molecular... los avances han sido inmensos.
Ahora, desde el punto de vista básico, el descubrimiento del “splicing”, es decir, que cada gen está partido en forma de mosaico y que eso da lugar a la variedad proteica, es uno de los hitos. El otro puede ser el descubrimiento de que las enzimas, que son esas sustancias que tienen actividad catalítica en las células, no son sólo proteínas, sino que pueden ser también moléculas de ARN, o ribozimas.
Uno de los temas que acabás de mencionar, el de la manipulación genética de diversos organismos, ha sido uno de los más discutidos de los últimos años, supongo que a partir de los grandes progresos en el área. Nos interesa saber cuál es tu posición al respecto y adónde deberían trazarse los límites en este campo...
Como en cualquier adelanto tecnológico que quiera aplicarse a la sociedad, debe haber controles de bioseguridad. Por ejemplo, si se introduce una nueva planta transgénica a través de organismos específicos se tiene que controlar que esa planta no sea perjudicial para la salud humana y de los animales, lo mismo que para el medio ambiente. Es decir, que no traiga más problemas que beneficios. Eso no quiere decir que cualquier planta, por ser transgénica, es mala. La transgénesis es un procedimiento inventado por el ser humano para cambiarle la información genética a una planta y obtener una variedad que puede ser muy deseable para los humanos. La transgénesis no es condenable en sí misma; en todo caso hay que ver en cada caso cuáles son los beneficios y cuáles los riesgos. La característica de ser bueno o malo, perjudicial o beneficioso, no depende de ser transgénico o no, sino de qué fenotipo, qué propiedades le brindó ese transgén al nuevo cultivo.
Sin embargo, cuando se trata de aplicar la transgénesis en animales ya comienza a cuestionarse más...
Lo que pasa es que hoy en día, creo que en ningún lado está autorizado ningún animal que sea productor de proteínas recombinantes por transgénesis que puedan ser usados como medicamento, por ejemplo, a pesar de que en Argentina existieron vacas transgénicas. Pero todavía no hay ninguna aprobación para generar animales que puedan producir un fármaco en su leche o en su sangre. Está en estado experimental.
Es que me refería sobre todo a las objeciones desde el punto de vista ético...
Bueno, desde el punto de vista ético estaríamos hablando ya de la clonación, y ahí el tema es más complejo. Hoy en día se sabe que es posible clonar animales a través de lo que se conoce como transferencia nuclear. Si uno toma el óvulo de una vaca y le destruye su propio núcleo y lo reemplaza por otro núcleo de un tejido adulto de un animal de la misma especie, puede llegar a formar un embrión que cuando se lo reimplante en una madre adoptiva va a dar origen a una vaca clonada, que va a ser genéticamente idéntica a aquel animal que donó el núcleo. Esto se practica en un montón de especies, desde vacas a conejos, por ejemplo.
¿Por qué es aceptable manipular genéticamente a un animal y no a un ser humano?
Esto no se practica en humanos porque hay dificultades técnicas y biológicas y porque hay un consenso en la comunidad científica internacional de que no debería producirse la clonación con fines reproductivos en seres humanos. Pero eso no quiere decir que no pueda utilizarse en algunos casos para generar embriones que en lugar de ser reimplantados en una madre, puedan llegar a ser utilizados para generar células madre (stem cells) que sirvan en un futuro para curar enfermedades. Entonces, existe una clonación con fines reproductivos, cosa que todos consideramos que en los humanos debe ser prohibida, y hay otra clonación con fines terapéuticos, en la que no se llega a producir un bebé, ya que ese embrión no se le reimplanta en una madre adoptiva, sino que se disgregan las células para obtener células madre, lo cual muchos pensamos que no sólo es éticamente viable, sino que además puede servir de ayuda en la cura de enfermedades.
Hace poco, un grupo de científicos de varios países determinaron que la similitud genética de los chimpancés con los seres humanos es del 98.5 %. Explicanos en términos simples qué significa que el genoma humano y el de un chimpancé sean casi idénticos.
Eso significa que cada núcleo de cada célula humana tiene ADN, y el ADN está formado por un lenguaje, un texto de cuatro letras: A (adenina), T (timina), C (citosina) y G (guanina). Con esas cuatro letras se compone una secuencia que resulta en el texto completo de todo el ADN de una célula humana. A eso le llamamos genoma humano. ¿Qué tan largo es el genoma humano? Son 3 mil millones de letras, repartidas en cromosomas. Cuando se dice que se secuenció el genoma humano, lo que se dice es que se determinó experimentalmente cuál es la secuencia, el orden de esas 3 mil millones de letras. Dentro de ese orden hay 23 mil genes. Si comparás la secuencia del ADN de una célula humana con la secuencia del ADN de un chimpancé, encontrás que la del chimpancé también tiene 3 mil millones de letras. Si comparás ambas secuencias, encontrás que hay un 98.5% de similitud en la forma en que están ordenadas esas cuatro letras. El chimpancé es la especie viviente más cercana genéticamente al hombre. Sin embargo ha habido otras especies mucho más cercanas al hombre que el chimpancé, aunque se han extinguido: el homo habilis y el de Neandertal, por ejemplo. Lo que ocurre es que en la evolución, en los últimos 200 mil años, esas especies se extinguieron, mientras que el chimpancé no se extinguió. Entre los grandes monos, este es el más perecido; después le siguen el gorila y el orangután. Por eso decimos que el hombre es un mono africano, porque tiene una gran similitud con los grandes simios africanos.
Si genéticamente somos tan parecidos, entonces ¿por qué somos tan distintos?
En primer lugar: no somos tan distintos. Como sea que definas a la inteligencia, es obvio que el ser humano tiene capacidades de inteligencia muy grandes, porque puede hablar, puede desarrollar el idioma, un estado consciente... pero el chimpancé, aunque en menor escala, también tiene inteligencia, también resuelve problemas. Esas diferencias pueden tener que ver con un cerebro mucho más grande, la posición erguida, el desarrollo de la lengua, las cuerdas vocales y la laringe que le permiten conectarse con el cerebro y hablar... en fin, toda una serie de cosas que quizás nomás estén causadas por la diferencia de unos cuatro o cinco genes, lo cual cuantitativamente no es importante, pero cualitativamente sí.
¿Un sistema nervioso mucho más desarrollado, un lenguaje elaborado y quizás también la consciencia, serían nomás las más grandes diferencias biológicas?
Sí, suponemos que el estado consciente es algo no privativo pero sí muy desarrollado en el ser humano.
¿Cómo se define la consciencia desde el punto de vista biológico?
No sé, yo no soy un experto en neurociencia, pero te puedo decir que el humano, al poder reflexionar sobre sí mismo y no sólo sobre lo que lo rodea, tiene la capacidad de pensamiento abstracto y es consciente de esas cosas que le acaecen y se pregunta sobre ellas. Creo que está relacionado con el lenguaje; el lenguaje hablado, la palabra, es algo muy fuerte en el humano porque creo que está estructurando además la forma en que el cerebro va estableciendo las conexiones que lo hacen tener las habilidades que tiene.
¿Existe la espiritualidad para la ciencia?
A ver... obviamente que existen los afectos y lo que le llaman la “subjetividad”, la posición del sujeto frente al resto del mundo que lo ubican frente a todo lo que tiene que ver con sus propios sentimientos y sensaciones. Entonces, si vos llamás espiritualidad al mundo de los afectos, de las emociones, por supuesto que existe. Ahora, si vos me decís que esa espiritualidad es dada por un ente superior, sobrenatural, que las infunde a los seres humanos, yo te tengo que decir que no. No hay evidencias de un diseño inteligente y por lo tanto no pienso que deba considerárselo como una teoría, al mismo nivel que la Teoría de la Evolución, por ejemplo.
Pero tampoco se puede descartar que ese “diseño inteligente” pueda algún día ser probado a nivel científico, ¿no?
No, no puedo descartarlo, como tantas otras cosas que no puedo descartar. Lo que sí te puedo asegurar ahora es que no hay manera de ponerlo a prueba. Cualquier postulado relacionado con la evolución biológica se puede poner y ha sido puesto a prueba: hay experimentos, hay observaciones, hay consistencia. Por eso creo que la Teoría de la Evolución no debería llamarse “Teoría”, porque la gente puede creer que se trata de una hipótesis más, y no lo es. Es un conjunto bastante sólido de observaciones y experimentos hechos por gente muy diversa y desde terrenos muy distintos. El “diseño inteligente”, por otro lado, es una aseveración que no es verificable, porque no se la puede poner a prueba. Es un dogma, una creencia. Ahora, dicho esto, por supuesto que los humanos –y entre ellos los científicos, claro- tenemos un mundo de subjetividad, de afectos, de emociones y sensaciones que son válidos por sí mismos y que no requieren un estudio de la físicoquímica que subyace en ellos, ¿entendés? Yo no necesito saber cuáles son las condiciones neuronales que me hacen sentir bronca, pasión, odio, compasión o alegría.
¿Hemos llegado a un punto en el que ciencia y religión son incompatibles?
No es que sean incompatibles: son dos dominios distintos...
Bueno, pero decimos que el concepto de “dios” en la religión no puede ser probado a través de métodos científicos...
No, porque son dos cosas distintas. Yo respeto a la gente que cree en Dios, más allá de que me reservo el derecho de no respetar a ciertas Iglesias que utilizan esa creencia de manera perversa. Al mismo tiempo, yo exijo que se respete a quienes no creemos en ningún dios, que se nos imponga verdades a las cuales no tenemos ninguna necesidad de recurrir. Ahora, si vos sos un científico, en un punto dado alguna contradicción vas a tener, a menos que tengas una religiosidad amplia. Si tenés una religiosidad ortodoxa, en algún punto de tu ortodoxia vas a llegar a una contradicción con el pensamiento científico. ©