El canto IV del Santos Vega de Rafael Obligado, comienza de la siguiente manera:
"Bajo el ombú corpulento,/ de las tórtolas amado,/ porque su nido han labrado/ allí al amparo del viento;/ en el amplísimo asiento/ que la raíz desparrama,/ donde en las siestas la llama/ de nuestro sol no se allega,/ dormido está Santos Vega,/ aquél de la larga fama". El prestigioso estudioso Augusto Cortina nos dijo de la personalidad de Rafael Obligado, cuando escribió: "Pocas vidas y obras tendrán tanta unidad como la obra y la vida de Rafael Obligado. Entre los dos medios expresivos que puede disponer un escritor, prosa y verso, prefirió el último. De los tres géneros de la poesía, solamente cultivó el lírico y escribió un solo volumen, emotivo y acendrado. No fue nada más que poeta, nada más y nada menos. Casi no tiene biografía. Orgulloso sin soberbia, tímido sin apocamiento, amó la belleza por la belleza misma, sin preocupaciones magistrales. Puede decirse, porque dedicó a las bellas artes toda su vida, que fue un literato profesional, aunque por su desdén de todo burdo tráfico y desagradable conexión externa, debemos notar que no fue, ciertamente, un profesional de la literatura.
En el canto IV, al verse vencido Santos Vega por Juan sin Ropa, se establece: “Oyó Vega embebecido/ aquél himno prodigioso, / e inclinando el rostro hermoso,/ dijo: Se que me has vencido/ El semblante humedecido/ por nobles gotas de llanto/ volvió a la joven, su encanto,/ y en los ojos de su amada/ clavó una larga mirada, / y entonó su postrer canto.”
“Adiós, luz del alma mía,/ adiós, flor de mis llanuras/ manantial de las dulzuras/ que mi espíritu bebía,/ adiós mi única alegría/ dulce afán de mi existir : / Santos Vega se va a hundir/ en lo inmenso de esos llanos.../ ¡Lo han vencido! ¡llegó hermanos, el momento de morir!”
Ricardo Rojas en su Historia de la Literatura Argentina, dejó sentado: "La inquietud exterior de su alma fue como la de un lago profundo, pues hubo hondura en su emoción, y de ello debe don Rafael Obligado el sitio preeminente que en el parnaso argentino le otorgaron sus contemporáneos y le ha ratificado la posteridad.
El poema termina del siguiente modo: "Y los años dispersaron/ los testigos de aquél duelo,/ pero un viejo y noble abuelo,/ así el cuento terminó:/ y si cantando murió,/ aquél que vivió cantando,/ fue- decía suspirando- / porque el Diablo lo venció". †