El año comienza y termina con un diferendo que crispó los ánimos de dos países hermanos - aunque muchas veces, eso de decirnos hermanos entre países latinoamericanos, da la sensación de ser una mera frase demagógica. La relación entre Argentina y Uruguay excede toda discusión, ya que todos sabemos que estos dos países separados por diferendos políticos de casi doscientos años de antigüedad, son los países del sur de América con más cosas en común que los igualan y unen, mientras que pocas son las diferencias que los separan.
El conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de las fábricas de pasta de celulosa en la ciudad de Fray Bentos ha alcanzado tal grado de irracionalidad, que sólo un poco de cordura en ambas márgenes del Río de la Plata podrá desactivarlo. En medio de tantos enojos y errores, es momento de que los líderes de ambas naciones demuestren si son capaces de actuar como verdaderos estadistas y se pongan a la altura de las circunstancias para avanzar por el único camino posible, el del diálogo, con el fin de llegar a un entendimiento que comprenda tanto los intereses argentinos como los uruguayos, sin vencedores ni derrotados. El enfrentamiento sigue planteado en términos de una obtusa posición tan absoluta como lamentable. Los jefes de estado y máximos funcionarios de ambas administraciones deberían dejar de discutir por los medios de comunicación y sentarse a una mesa a dialogar porque tienen la obligación, por el lugar que ocupan, de apaciguar las aguas y no de agitarlas, como efectivamente ocurre cada vez que alzan la voz. Como resultado de esa intransigente actitud, se abre una brecha entre dos pueblos unidos por entrañables lazos históricos y culturales que será difícil, si no imposible, de reparar en el futuro. En medio de las tirantes relaciones entre ambos jefes de estado - en las cuales tuvo que mediar el Rey de España - a fin de año podría haber una tregua en este conflicto; la pastera Botnia paralizaría sus obras durante un breve período y el gobierno argentino garantizaría que, en tales circunstancias, se levantaría el bloqueo de los puentes que unen Uruguay con Argentina. Una luz parpadea al final del túnel, pero la vía de solución para el lamentable diferendo argentino-uruguayo está todavía en foja cero.
Otra circunstancia que debería analizarse es la dosis de frivolidad con que sectores sociales de ambos lados tratan el conflicto. Por nuestro lado, Argentina tiene una docena de papeleras; algunas funcionan muy bien y otras no tanto. Nadie dijo nunca nada de las papeleras argentinas. Eso sin hablar de otros tantos factores contaminados y/o contaminantes en nuestro país, comenzando por el Riachuelo.
El Gobierno argentino en un principio tuteló las “puebladas” en lugares como Gualeguaychú, pero luego no supo como frenarlas. Esto ha tomado las características de un conflicto nacional e internacional y como tal debe ser tratado.
Como siempre, parece que estamos esperando al iluminado de turno, al que venga y mágicamente solucione nuestros problemas. Se debe tener la grandeza para evitar que pueblos hermanos sean víctimas de pasiones individuales.
La Argentina Nepotista
Nuestros políticos que supimos conseguir, cuando son elegidos para cargos ejecutivos -sea presidente, gobernador o intendente- no pueden dejar de lado la seductora idea de perpetuarse en el poder más allá de lo que indica la Constitución. Así, históricamente, han buscado todas las maneras posibles de modificar a su antojo la Carta Magna.
Pero si hay una provincia argentina emblemática de la tradición caudillista y nepotista que ha cundido en distintos rincones de la Argentina, ésa es la de San Luis, donde los hermanos Rodríguez Saá gobiernan desde 1983 hasta hoy, sin certeza alguna de que dejarán el poder en algún momento.
Lamentablemente no es la única provincia en la que su Constitución admite la posibilidad de reelección indefinida del gobernador: a San Luis se suman La Rioja, Catamarca, Formosa y Santa Cruz.
En las últimas semanas, surgió la posibilidad de que la provincia de San Luis se excluyera de esa lista. Un proyecto de enmienda de la Constitución provincial, propuesto por el gobernador Alberto Rodríguez Saá y aprobado por la Cámara de Diputados, plantea limitar la posibilidad de reelección del titular del Poder Ejecutivo de la provincia a un sólo período consecutivo, dejando de lado la actual alternativa de la reelección perpetua.
Pero algo siempre se esconde (la astucia de nuestros gobernantes no tiene límites); lo controvertido del proyecto es que sus efectos se aplicarían a partir del 2011, por lo que el actual gobernador podría permanecer en el poder, si lo deseara y contara con el apoyo ciudadano, hasta el 2019. La dinastía Rodríguez Saá (Adolfito y Alberto) se estiraría así nada menos que por 36 años, como mínimo, en una tenebrosa combinación de poder hegemónico y nepotismo.
La capacidad de creación e inventiva de nuestros soberanos es ilimitada; poco tiempo atrás veíamos con optimismo el reciente fracaso por imponer un proyecto de reelección indefinida del mandatario provincial de Misiones, que no sólo cortó las aspiraciones del gobernador Jorge Rovira, sino que arrastró al presidente Néstor Kirchner por haberlo apoyado. Este hecho generó consecuencias políticas importantes en todo el país. Una de ellas fue el fin de varios proyectos reeleccionistas de dudosa legalidad o legitimidad, como los que se plantearon en su momento los gobernadores de Buenos Aires, Felipe Solá, y de Jujuy, Eduardo Fellner.
La capacidad de reinventarse de nuestro políticos, sería admirable, si no fuera por los perjuicios que causan sus procedimientos; si no, como muestra basta un botón: parte de la sociedad comienza a demostrar a través de sus votos que no quiere reelecciones interminables, ni políticos que se sucedan a sí mismos en el cargo. ¿Cuál es la respuesta pensada por nuestros gobernantes después del duro golpe en Misiones? “La candidata para la presidencia es Cristina Kirchner”. Pregunta: ¿Cuántas elecciones se podrán intercalar en el “trono” el matrimonio Kirchner” ?
Así como pasó luego de la caída de De la Rúa cinco años atrás, la consigna popular "¡que se vayan todos!" asustó a buena parte de la clase política, cuya agenda pareció comenzar a otorgarles un lugar importante a las demandas de reforma política. No pocos funcionarios y dirigentes políticos, ante el novedoso escenario, comenzaron a insistir con frases que prometían pulverizar la corrupción e investigar hechos ilícitos hasta las últimas consecuencias, o bien comenzaron a apelar a la necesidad de una nueva y reformada política. Con tristeza, hoy advertimos que, por entonces, la vieja dirigencia política tan sólo asumió la retórica de quienes parecían amenazar su continuidad en la silla del poder con el único propósito de seguir manteniendo sus privilegios. Y así fue: la tan esperada renovación no se produjo y la reforma política se convirtió en un simple eslogan para ganar tiempo.
Es probable que con algunas ideas para reformar las constituciones provinciales, como la de San Luis, ocurra algo parecido. Se trata apenas de neutralizar viejos reclamos sociales, cambiando algo para que en el fondo nada se modifique.
Lo más conveniente para provincias como San Luis y para el país en general, en lugar de agitar proyectos de reforma constitucional, es que quienes gobiernan hicieran gestos efectivos de renunciamiento, en lugar de seguir aferrándose al poder, para dar paso a nuevas generaciones políticas y facilitar la alternancia, tan valiosa en cualquier república.
Verdades y mentiras de las cifras económicas
En las últimas semanas, los medios de comunicación han difundido insistentemente que Argentina lleva 47 meses consecutivos de expansión económica y que en materia de exportaciones está batiendo récords históricos. En tanto, diversas ramas de la actividad industrial ofrecen inequívocos signos del crecimiento, los niveles de consumo vuelven a ser los de hace diez años, a punto tal que las tarjetas de crédito - una cada 2,6 habitantes, incluidos los recién nacidos - nunca antes circularon tan vertiginosamente. Ese ominoso parámetro llamado riesgo país, situado en 7220 puntos cuando el país chapoteaba en el default, anda hoy en apenas 240 puntos. En los últimos diez meses, la Standard & Poor's, empresa que asesora a grandes inversores, mejoró dos veces la calificación que la Argentina merece en el mercado internacional: de B menos a B; de B a B más. El Banco Central acumula reservas por más de 31.000 millones de dólares, monto que supera a las que existían cuando el Gobierno saldó cuentas con el Fondo Monetario Internacional, a principios de año.
Estas noticias incontestables de los números que alberga nuestra economía no deberían hacer más que ilusionarnos, aunque llame la atención que todas se den juntas y a poco de empezar, a nivel electoral, un año importantísimo para el futuro de nuestro país. Pero la estadística económica analiza números, no personas, y hay otros indicadores, no ya económicos, que obligarían a abrir los ojos y que no son tan ampliamente publicados ni difundidos como las noticias descriptas anteriormente.
Lo paradójico de todo esto es que pese al discurso reinante, la política económica que se instauró en el país desde el golpe civil del 2001, primero de la mano de Duhalde/ Remes Lenicov, pasando por Lavagna, Kirchner y Miceli en este año, no hizo más que agrandar la brecha entre ricos y pobres, mejorar los ingresos de los ricos exportadores y fomentar el crecimiento de mediocres empresas de pseudo-productos de capital nacional.
Por eso nos preguntamos si los indicadores anteriores son suficientes para tener una esperanza cautelosa en que vendrán tiempo mejores.
Sin hacer futurología, veamos las noticias no tan publicadas, mientras se prefiere hablar de récords de ventas en productos navideños en Argentina, que muestran descarnadamente una geografía de navidades suntuosas en las grandes capitales, rodeadas de un país menesteroso.
Un trabajo de las Naciones Unidas informó que este año los argentinos pobres son más pobres que en 2005, a tal extremo que el 23 por ciento de la población debe arreglárselas con menos de 6 pesos diarios. La misma fuente hizo saber que si la Argentina bajó dos peldaños en la escala mundial de desarrollo humano es porque un hogar de cada tres carece de inodoro y cloacas y porque, en general, las necesidades básicas insatisfechas agravian a una persona de cada cuatro y fracción.
Por otro lado, se revela en un estudio de Transparencia Internacional que el gobierno de Kirchner está inerte en la lucha contra la corrupción. Con el aval de Poder Ciudadano este organismo difundió una lista de 163 países, a contar del menos corrupto (Noruega), y allí nuestra patria aparece en el oprobioso puesto 93.
Si la historia la escriben los que ganan, entonces es bueno saber la otra historia. Hoy la historia que nos cuenta el gobierno es que está todo bien. Pero si leemos los titulares de diez años atrás veremos que los registros económicos eran muy similares a los de ahora y todos sabemos como terminamos. Aprendamos de nuestra historia, tanto personal como de sociedad, y trabajemos por cambiar y mejorar. †