El libro sagrado
que ocupaba la mitad de nuestros portafolios
Este manual educativo, diseñado específicamente para estudiantes de escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires, jugó un papel fundamental en la configuración de la experiencia académica de los jóvenes estudiantes durante varios años de la segunda mitad del siglo pasado.
Lo que a muchos se nos viene a la mente a la hora de recordarlo, es, antes que nada, ese delicioso -aunque tal vez amenazante- olor a libro nuevo, ese que nos iba a acompañar durante todo el año lectivo como un gran amigo, aunque también nos iba a hacer sudar intensamente con las lecciones sobre el Virreinato del Río de La Plata o la fotosíntesis de las plantas.
Lenguaje, matemáticas, geografía, historia, ciencias… su contenido fue seleccionado para alinearse con los estándares educativos y el plan de estudios prevalecientes en Buenos Aires durante la época, reflejando tanto los valores culturales de Argentina como las prioridades educativas de entonces.
Mirándolo con perspectiva, el lenguaje utilizado era sencillo pero atractivo, con el objetivo de cautivar a nuestras jóvenes mentes y facilitar el aprendizaje sobre diferentes temas.
Las lecciones del Manual del Alumno Bonaerense no consistían simplemente en divulgar conocimientos, sino que también estaban imbuidas del espíritu del nacionalismo argentino e identidad regional que hoy, como el nombre de esta columna mensual, parece haberse perdido en el tiempo.¤