Solitario intenta hacerse amigo de los pájaros.
Había una vez un espantapájaros que no tenía amigos; su misión era la de estar trabajando en un campo. No era muy costoso, pero siempre se sentía solo porque no tenía a nadie con quien hablar. Lo único que hacía era ver pájaros, pero sin embargo ellos huían de él por su aspecto tenebroso.
Un buen día tuvo la idea de regalarles un par de semillas; sin embargo, los pájaros no querían saber nada con él. Hasta que una noche fría y lluviosa cayó muy cerca de él un cuervo, un cuervo ciego que tenía mucho frío y estaba hambriento, y el espantapájaros decidió cuidar de él.
Poco a poco el cuervo fue mejorando, y antes de despedirse, el espantapájaros le preguntó por qué las aves nunca querían acercarse a él. El cuervo le explicó que al ser un espantapájaros su misión era la de asustarlos, por lo que le tenían como un ser malvado y peligroso. El espantapájaros se quedó asombrado y le explicó que él no era malo, y decidió cambiar por completo.
Por la noche, caminó hasta dentro de la casa, despertó a su dueño y le dijo que quería trabajar en otra cosa. El hombre, muy asustado, despertó a todos sus vecinos, diciéndoles que su espantapájaros tenía vida, y que esto solo podía ser cosa del diablo, una creación maligna, por lo que sin ton ni son decidió quemarlo para quitarle la vida.
Desde lejos, los pájaros miraron incrédulos las llamas que se desprendían del pobre espantapájaros.¤