Piero Della Francesca , uno de los grandes pintores del Renacimiento, nació entre 1410 y 1420 en Borgo San Sepolcro, Provincia de Toscana, Italia.
Con él apareció un nuevo arte de las figuras, relacionado con la perspectiva y la iluminación.
Su formación fue estrictamente florentina y tuvo la suerte de que Domenico Veneziano le enseñara esa tercera parte de la pintura que se llama "receptine di luni" o sea la parte en que "los colores toman variación en las luces."
Reputado toda su vida, recibió encargos de nobles mecenas italianos incluído el Papa, pero la mayor parte de su obra le fue encargada en su ciudad natal.
Gran matemático, contribuyó en forma importante al Renacimiento Italiano.
Desgraciadamente algunos de sus frescos como los de la ciudad de Ferrara se han perdido.
Una de sus obras cumbres fue el ciclo de "la invención de la Cruz", en el que trabajó a intervalos en la Iglesia de San Francisco de Arezzo desde 1452 a 1459.
Frescos ejecutados en su patria también han desaparecido.
Cuidó personalmente del despegamiento y transporte del fresco "Resurrección de Jesús" con que ilustramos esta nota, en 1474.
A causa de problemas en la vista (quedó ciego en los últimos años) y según algunos, por su creciente interés en las matemáticas dejó de pintar en el decenio de 1470. De este momento son sus escritos teóricos , uno de perspectiva , y su "Del abaco", escrito matemático todavía inédito.
Sus enseñanzas son grandiosas y aunque su fama se eclipsó tras su muerte el 12 de octubre de 1492, jamás ha caído en el olvido.
Sus frescos como los de Cimabué y los del Giotto son famosos.
Influyó con sus formas simples y composiciones geométricas a las vanguardias del presente siglo.
En la "Resurrección de Jesús" que Piero pintó en su ciudad natal, se notó una obra profundamente nueva; en cada uno de sus detalles reabsorbe datos tradicionales. La simbología que se refiere al invierno y a la primavera (paisaje desnudo a la izquierda , verdoso a la derecha) y de la noche al día (abajo los durmientes, sobre el cielo la luz del alba), es la simbología antiquísima, propia de todas las civilizaciones agrícolas y además la perspectiva misma está empleada a modo de que acentúe 1a grandiosidad de 1a figura de Cristo resucitado. El horizonte en efecto está relativamente bajo (a la altura del borde del sarcófago) y el eje central coincide exactamente con la figura de Jesús, haciendo de la misma como una pilastra sobre la que se organizan todos los demás elementos de la composición.
Opiniones de Giovanni Previtali y Luis Seoane Ø