EL ARTE DEL FRESCO

El arte del fresco se remonta a la antigüedad. Consiste en pigmentos disueltos en agua y aplicados sobre revoque aún fresco ( de ahí su nombre).

Necesita de un primer revoque (dos partes de arena y una de cal muerta con agua) que no se alisa, para que sus escabrosidades retengan el revoque definitivo. Sobre el primer revoque seco se traza el dibujo empleándose una tierra rojiza procedente de Sinope (Mar Muerto) llamándose dicho dibujo sinopia. Luego viene el revoque final en zonas más o menos amplias (cal muerta, arena silícea y polvo de mármol a partes iguales mezcladas con agua pura) Recibirá 1a pintura repitiendo de memoria el pintor la sinopia. Puesto que la cal muerta, al secarse lentamente, absorbe el anhídrido carbónico de la atmósfera y se combina con la arena, se forma una superficie compacta, cristalina e indisoluble, con la que el color permanece incorporado establemente en ella.
Los colorantes casi siempre son tierras naturales y deben estar preparados, de antemano ya que su aplicación se realiza en lucha contra el tiempo de secado del revoque. La aplicación de colores comienza con una preparación de verde o de pardo, sobre los que se superponen los definitivos, con la oportuna gradación a tenor de las exigencias del c1aroscuro (el procedimiento impide cualquier otro género de matices).
Los últimos toques corresponden a los claros y a los oscuros de mayor intensidad. Por lo general las zonas en azul lapislázuli en Oro, se pintaban en seco, para que e1 revoque los absorbiera sólo en mínima parte limitando así la cantidad necesaria de estos costosos materiales. Esta técnica aparece ya adoptada en algunas cavernas prehistóricas como la de Altamira. Enriquecido en la gama de colores lo encontramos en Egipto, Creta y centros de cultura micénica. Luego en Grecia y en la Italia etrusca y romana. Se conserva en el ámbito bizantino, pero eclipsado por e1 mosaico, y volvió a resurgir en la Europa románica, para sustituir el mosaico, más costoso. Durante el siglo XIV, la arquitectura gótica limitó las superficies disponibles para el fresco de modo que en la práctica desapareció del interior de las iglesias, subsistiendo en el exterior de los palacios donde la intemperie los eliminó.
Pero en Italia, debido a la escasa aceptación del estilo ojival, el fresco continuó con obras de altísima calidad y siguió en los siglos siguientes.
Pero la propensión al detalle y a la multitud de elementos figurativos, impuso un creciente empleo de retoques en seco, del que derivaron graves deterioros, los que impusieron restauraciones que agravaron los daños.
La mayor sobriedad del cinquecento llevó a resultados más duraderos. Pero en los siguientes siglos se volvió a abundantes toques en seco. En el siglo XVIII llegó a recubrirse en seco con pastel y otros elementos análogos con resultados deteriorantes.
A fines del siglo XIX sobre todo gracias a G. B. Tiépolo se adoptaron los procedimientos apropiados, si bien diferentes de los tradicionales. También se abandonó el fresco siendo redescubierto recientemente. Ø