El mote se lo puso Carlos Saúl Menem quien es, en sí mismo, un monumento viviente a la corrupción. Lamentablemente esta frase es perfecta para describir una vez más las “obras” edificadas sobre la corruptela. Sin embargo, esta vez no estamos solos, pues en esta violación a la confianza del pueblo, nos acompañan nuestros hermanos paraguayos. Dicen que para que haya corrupción se necesitan dos partes interesadas; en el caso de Yacyretá hubo mucho más que dos.
La historia de Yacyretá no tiene fin, es como “el cuento de la buena pipa”, esa broma que nos hacían los mayores abusando de nuestra inocencia.
Yacyretá es paradigmático. Quizás muchos no lo sepan, pero este emprendimiento comenzó a gestarse en 1919 en la cabeza de dos visionarios, los ingenieros Humberto Gamberale y Francisco Mernoz, quienes dibujaron los primeros planos de la que iba a ser una represa que alimentaría a todo un país, un país pujante, en pleno crecimiento, ajeno a la Primera Guerra Mundial y considerado “El granero del mundo”. Hoy, a 86 años de la idea, este proyecto aún no está terminado. Mucha agua pasó bajo el puente, y hay mucha tela para cortar.
Parece ser que las discusiones sobre el proyecto y sus planos fueron arduas, porque recién en 1973, durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón en Argentina y de Alfredo Stroessner en Paraguay, se creó el Ente Binacional para administrar y llevar a cabo la obra.
Para ese entonces, Argentina no era la misma que en 1919: peronistas, radicales y militares ya habían dejado su marca para lograr que el nuestro ya no fuera el país próspero que el mundo imaginaba. El proyecto ya no significaría para el país lo mismo que cuando la ambiciosa idea se volcó en los planos.
El primer caso de corrupción se dio tempranito, antes de que se usara la primera bolsa de cemento: funcionarios del Ente Binacional Yacyretá fueron denunciados por malversación de fondos y maniobras con compras de tierras donde se iba a construir la represa, con el fin de ser indemnizados cuando se expropiaran dichas tierras.
Como ejemplo acabado del descalabro perpetrado con la represa, el proyecto original estimaba un costo de 2 mil millones de dólares y se calculaba que estaría finalizado en el año 1979. En este momento se especula que recién podría terminarse para el año 2008, a un costo de 11 mil millones de dólares. De esta suma 7 mil millones son costos financieros y mil millones costos de consultoría y estudios.
El colmo del despropósito es el hecho de que la energía generada por la parte de Yacyretá que ya está terminada, es cara; esto se debe a los excesivos costos de la represa y por eso el Estado Argentino debe subsidiarla.
Recientemente, un informe de Transparencia Internacional puso al caso Yacyretá al tope histórico mundial de corrupción, ya que hay salidas de dinero por 1.870 millones de dólares no justificados. Por este monto hubo denuncias e investigaciones, pero nunca culpables ni presos.
En Paraguay pasó algo parecido; en algunas dependencias oficiales circula un chiste que dice mas o menos así: “A Moisés se le rompió la tabla en el undécimo mandamiento que decía: Todo lo que falta lo paga Yacyretá”.
Allí también se conoce un informe que denuncia que grandes fortunas de empresarios y políticos de ese país se edificaron con fondos filtrados de la represa Yacyretá. Ante la importancia que tomó este documento, el ministro paraguayo Alderete salió a decir que el actual gobierno no tiene relación con esos casos de corrupción y que los culpables son los anteriores (si ve alguna similitud con los discursos de nuestros gobernantes, es mera coincidencia).
Pero la corrupción no salpica sólo a los gobernantes de ambos países, sino también a las entidades prestamistas como el Banco Mundial y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo).
La Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos está investigando al Banco Mundial por los cuantiosos gastos en consultoría externa que figuran en el Proyecto Yacyretá; quieren una auditoria interna y la explicación de todos los gastos.
El caso del BID es quizá aún más grave, porque en su carta magna, la función de este banco queda expresamente limitada a prestar dinero en proyectos que no alteren ecosistemas. También en este aspecto el proyecto es un fracaso, ya que se puede decir que Yaciretá es un “monumento a la destrucción de ecosistemas”.
El detalle de los daños es el siguiente: al hacerse la represa quedó formado un lago en donde antes había islas y poblados. Ese lago gigante de 1.600 km2 (ocho veces la Ciudad de Buenos Aires) es de agua sin movimiento, estancada, lo que genera la proliferación de tres graves patologías: la esquistosomiasis, el dengue y el paludismo.
Se perdieron más de trescientas islas y 107.600 hectáreas de ambientes naturales y biológicos superlativos y la desaparición o cambio de habitat de un importante corredor genético entre las poblaciones de especies silvestres: aves, mamíferos, insectos, moluscos, anfibios, peces y también árboles y plantas. El hábitat de algunas de estas especies se limitaba exclusivamente a esta zona, por lo que se considera que se han perdido definitivamente.
Mencionamos como grave el caso del BID, particularmente, porque debe haber habido mucho dinero para que algún directivo del BID se atreviese a firmar un préstamo ignorando su carta magna e informes que circulaban desde el principio del proyecto advirtiendo del desastre ecológico futuro.
Pese a todo lo dicho y expuesto, la corrupción no cesa. Por más que haya tomado estado público a nivel mundial, Yacyretá se presenta como el ejemplo a no seguir para cualquier país que proyecte obras públicas, pero en Yacyretá los casos se siguen sucediendo. Sin ir más lejos, en este momento están siendo investigados ilícitos de los cuales pondré algunos como ejemplo:
Caso Ansaldo: En mayo, el titular de la Oficina Anticorrupción, Abel Fleitas Ortiz de Rozas, pidió al Ministerio de Economía que busque recuperar US$ 17 millones que se le pagaron indebidamente a la empresa italiana Ansaldo en concepto de reembolsos por cinco generadores que debían ser nacionales pero, en rigor, venían de Génova.
Caso Eriday: Fue iniciado por un reclamo sobre el verdadero costo de “los sándwiches de mortadela que comían los obreros”, entre otros rubros. Hoy el reclamo del consorcio constructor Eriday -integrado por la italiana Impregilo y la francesa Dumez- por éste y otros 35 rubros asciende a US$ 1.500 millones.
Caso Cidy: En el 2002 Yacyretá renovó y dolarizó un contrato por 42 millones de dólares con la consultora internacional Consorcio de Ingeniería de Yacyretá (CIDY) cuando “el trabajo lo podían hacer técnicos del Estado”, según afirman expertos argentinos.
Caso Heath: En mayo, el Fiscal Nacional de Investigaciones Administrativas, Manuel Garrido, recibió el expediente a través del cual Yacyretá renovó un seguro por la represa con la empresa británica Heath y según una auditoría implicaba un sobreprecio de US$ 1.500.000 anuales.
Como ya dijimos, recién en el 2008 -y con viento a favor- se espera terminar esta obra. Otra paradoja es su vida útil con respecto al costo, ya que se le calcula una vida de 70 años, los que no alcanzarán para amortizar los 11 mil millones de dólares que se gastaron para darle vida. Todo eso sin tener en cuenta que muchos expertos aseguran que en el 2008, al quedar terminada completamente, Yacyretá será... ¡obsoleta!
Pero la historia de esta represa da para todo. La empresa de Juan Carlos Wasmony (ex presidente de Paraguay) fue uno de los principales contratistas de Yacyretá. Menem intentó venderle la represa a Bush padre, pero el Senado argentino no lo autorizó. Cuando fue asesinado el vicepresidente paraguayo Argaña, se dijo que el motivo parecía ser “la caja negra” de Yacyretá. Y hasta Henry Kissinger ofició como árbitro en algunos diferendos legales.
Yacyretá significa, en lengua guaraní: Yacy = luna; retá = tierra o pagos. El nombre traducido, sería Pagos de la luna. Lindo nombre para una desgraciada obra en donde lo que menos brilló fue la honestidad. Ø