Si hiciéramos una encuesta en Argentina sobre quiénes son los personajes más corruptos de acuerdo a la opinión de la gente, seguramente en los tres primeros puestos estarían los políticos, los gremialistas y Julio Humberto Grondona, alias “la AFA” (que es lo mismo)
Si se aproximaran elecciones, teniendo que pensar en darle el voto a un candidato, una persona honesta seguramente se fijaría cuál es la relación de ese posible candidato con los nombrados anteriormente.
Saliendo del terreno de las suposiciones y volviendo a lo real, si un gobierno coexiste e interactúa con los corruptos más renombrados, seguramente es porque tiene poco de transparente.
Cuando este gobierno comenzó su mandato, el camionero Hugo Moyano estaba entre sus más acérrimos enemigos; negocios y poder hicieron cambiar la ecuación. Moyano hoy día ha incrementado sus ingresos en forma sustancial. En lo que respecta a Julio Grondona, no es un secreto que al principio, desde el poder, se intentó por todos los medios quitarle el trono; luego de seis años de gobierno hoy son amigos, alentando y permitiéndole al “Don” este nuevo negociado de la televisación del fútbol, que encierra todo lo peor de los principales artistas de este “show”.
Pero de los execrables anteriormente nombrados, la nota de hoy, como lo demuestra el título, tratará del mediático conflicto TyC, AFA y Gobierno.
Con los superpoderes renovados, el gobierno reasigna partidas presupuestarias a su antojo. Con esta base, Cristina Kirchner pudo cumplir, en sociedad con la AFA, el mayor sueño de cualquier político populista: estatizar la transmisión por TV del deporte que más pasiones y televidentes convoca, y subsidiarlo en buena medida con la publicidad oficial, cuyo manejo también pasó a estar monopolizado desde hace pocas semanas por la Casa Rosada.
Los Kirchner nunca se privaron de utilizar el fútbol como medio propagandístico; hace algunos meses, las barras bravas de Boca y de River coincidieron insólitamente en mostrar banderas de idéntico diseño y tipografía reclamando fútbol gratis por TV, cosa que la transmisión privada del clásico se ocupó de pasar por alto. En aquel momento comenzaba la ofensiva contra TyC y el Grupo Clarín a través de la polémica reforma a la ley de radiodifusión de 1979.
Ahora, con la ayuda de la AFA y sin pasar por el Congreso, el kirchnerismo estatizó la televisación del fútbol para subsidiar con el dinero de todos el desmanejo de muchos clubes. Como prueba de buena voluntad, y a través de los superpoderes, ya les anticipó casi 100 millones de pesos que desvió de la asistencia a provincias, algunas de las cuales -como Buenos Aires-tienen problemas para pagar sueldos a sus empleados, como los clubes a sus jugadores. Pero como dijo Cristina: “El fútbol para todos es una cuestión de estado”.
El matrimonio Kirchner y Grondona comparten la misma vereda: no tienen límites para comprometer gastos, ni tampoco para romper reglas o contratos a la hora de buscar recursos para cubrirlos.
Los 600 millones de pesos anuales que el Gobierno le garantiza a la AFA por 10 años no podrían ser atendidos exclusivamente por la publicidad oficial, que en 2008 alcanzó la friolera de casi 400 millones, después de multiplicarse por nueve en los últimos seis años de gobierno kirchnerista. Sería un despropósito que esta cifra aumente aun más y se concentre sólo en la televisación del fútbol como subsidio. Pero tampoco la publicidad privada podría solventar todo ese gasto. La venta de derechos a la televisión privada, abierta y por cable, es la pata que aun resulta una incógnita para determinar si este "gran negocio", como lo definió CFK, puede cerrar razonablemente o significará una nueva carga para el contribuyente y aumentará todavía más el déficit fiscal, que en 2009 será negativo luego de seis años de superávit kirchnerista.
La trama del acuerdo podría simplificarse a dos objetivos de la facción gobernante: reconstruir su poder, deteriorado tras la derrota electoral del 28 de junio, con argumentos ostensiblemente demagógicos, y demostrarles a los distintos sectores políticos y económicos que el kirchnerismo aún conserva una elevada capacidad de daño y de disciplinamiento, a partir de la decisión de quitarle el negocio del fútbol a un grupo empresario.
No se trata, en el fondo, de algo muy diferente a lo que hizo el Gobierno con distintas empresas de servicios públicos que estaban en manos privadas, a cuyos concesionarios se obligó de mil maneras a abandonar sus respectivos negocios para que quedaran en manos del Estado o de amigos de la Casa Rosada. La friolera de 600 millones de pesos para el fútbol podrían perfectamente destinarse a planes sociales para paliar los escandalosos niveles de pobreza, mientras nuestras autoridades nacionales nos bombardean con frases provocativas e hirientes y, con hipocresía, señalan que el problema de la Argentina es la inequidad en la distribución de los recursos.
Pero de frases desopilantes ya este gobierno nos tiene hartos, y como muestra basta la última gran frase de nuestra presidenta, tal vez el entusiasmo que provocó esta movida en el oficialismo llevó a la Presidenta a su desafortunada comparación del secuestro de goles con el de víctimas de la última dictadura militar. Claramente, el forzado argumento no favorece su decisión de reemplazar un monopolio privado por otro estatal: en aquella época, la televisación oficial del fútbol se encargaba de ocultar las pancartas que denunciaban las desapariciones, al tiempo que los avisos proclamaban que los argentinos eran "derechos y humanos". Poco después del Mundial 78, Julio Grondona iniciaba su reinado de 30 años al frente de la AFA. En lo que sí se parece esta medida a la época del Proceso es que nunca como en aquella época el fútbol estuvo tan cerca de las manos del estado como ahora. Fue precisamente la dictadura militar la que utilizó el Mundial de Fútbol de 1978 para tapar con los gritos de los goles el sufrimiento de los torturados.
Por último y pasadas dos semanas de haberse estrenado el lema “fútbol para todos” lanzado desde el gobierno, el llevarlo a la práctica no se vislumbra como posible, ya que por ahora Canal 7 no cuenta con la cantidad de repetidoras que ostentaba en el interior del país, mientras que Canal 2 (América), que tiene 5 repetidoras ubicadas únicamente en el interior de la provincia de Buenos Aires, transmitirá 4 partidos por fecha en exclusiva. O sea que, contra lo anunciado oficialmente por Julio Grondona y Cristina Kirchner en Ezeiza, existe la chance de que los 25 millones de argentinos que viven fuera de Buenos Aires y su periferia no puedan ver todos los encuentros.
Lo que queda claro es que toda esta movida tiene un horizonte claro: el 2011. Quienes creyeron que el matrimonio Kirchner no hizo el análisis de las causas de la derrota electoral de junio, están errados. Lo hicieron y concluyeron que el “mensaje de cambio” había dejado de llegar a la gente, que había habido un problema de comunicación y que el culpable es el periodismo. La operación de retorno de Néstor Kirchner a la presidencia en 2011 está en marcha. Con la nueva ley de medios de comunicación que Cristina Kirchner pidió que se sancione rápidamente, habría una mayoría de medios oficialistas en breve, y a muchos otros se los podría amedrentar con la amenaza de la pérdida de las licencias. Sumado a esto, fue fundamental el acuerdo con la AFA: imagínense los miles de spots oficialistas en los entretiempos de 10 partidos por fin de semana, por 5 campeonatos de 19 fechas, de acá hasta las elecciones del 2011.
Con la prensa controlada y/o amedrentada, piensan los Kirchner, Néstor ganará las próximas elecciones. Esto demuestra una vez más que cada vez la política es menos real y más ficticia; es un show mediático donde importa más lo que se dice que lo que se hace y para eso es más importante tener la mayor cantidad de medios a disposición que hacer obras reales para la gente real.
Por eso, y parafraseando a Tato Bores: “Vermouth con papas fritas y good show”. ©