Editorial • Febrero 2024

Los argentinos, o al menos algunos de nosotros, estamos hartos de la “grieta”.

Esta expresión que define la antinomia social que enfrenta a al menos dos sectores de nuestro país es, sin embargo, un fenómeno que hoy se consolida a nivel mundial.
Fuera de nuestras fronteras se habla de “polarización”, una palabra que, a fuerza de uso masivo en los países de habla hispana, se ha vuelto la más representativa del pasado año en nuestro idioma.
En efecto, la Fundéu (La Fundación del Español Urgente), una institución sin fines de lucro que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación, promovida por la Real Academia Española (RAE) y la Agencia EFE, acaba de coronar a “polarización” como la Palabra del Año 2023.
Según la definición del Diccionario de la Lengua Española, “polarizar” fue por décadas un término que refería a la ciencia (Restringir en una dirección las vibraciones de una onda transversal, como la luz u otras radiaciones electromagnéticas); pero en el sentido que se le ha dado a la palabra más recientemente, es “orientar en dos direcciones contrapuestas”. La verdad es que nuestra “grieta” es una palabra mucho más específica y que califica con más precisión al fenómeno al que hace referencia, pero no nos vamos a poner a sugerirle términos a la Real Academia desde nuestras modestas páginas. Dejémoslo ahí. El caso es que “polarizar” fue declarada palabra del año “por su gran presencia en los medios de comunicación y a la evolución del significado que ha experimentado”.
Durante todo el 2023 hemos polarizado en el campo ideológico (los argentinos nos hemos destacado con particular fiereza en este sentido), pero también en el político, deportivo, social… Nos hemos polarizado entre los que consideran que las vacunas contra el Covid son un avance más de la ciencia y los que las denuncian como un dispositivo para insertar microchips en nuestras venas. Hemos polarizado entre los que advierten sobre los efectos del cambio climático y los que lo minimizan como un cuento para frenar la evolución industrial. Entre los que apoyan el derecho de la mujer a decidir en casos de interrupción del embarazo y los que se le oponen en cualquier circunstancia. Entre los que consideran al Papa Francisco un líder religioso que intenta adaptar al catolicismo a los tiempos modernos y los que lo descalifican como comunista. Y para llevarlo un poco más cerca de la convivencia diaria argentina, entre los que defienden el derecho a la protesta con movilizaciones por las calles porteñas y los que están hartos de los piquetes y exigen el derecho a transitar; entre los que consideran que el delito común tiene origen en la marginación social y los que propugnan “balas hasta que los chorros queden como un queso gruyere”; entre los periodistas que critican a tal o cual espacio político y los militantes de los mismos que acusan a los periodistas de “ensobrados”…
Polarizamos hasta entre los seguidores de Taylor Swift y sus haters que no la soportan por su postura liberal en ciertos temas y por instar a los jóvenes a votar. ¡Si hasta la mismísima Barbie dividió a la sociedad local con la presentación de su película de cine!
A decir verdad, las posturas antagónicas entre los humanos han existido siempre, y muchas nos han llevado a enconos de mayor o menor grado. Lo que hace sobresaliente a la actual polarización es el nivel de virulencia con la que la mayoría la expresa, la violencia verbal y física que se emplea, la radicalización de las ideas, las teorías conspirativas sin sustento alguno, la falta de empatía… todo esto reproducido millones de veces por ese nuevo fenómeno que son las redes sociales.
Nos preparamos para seguir sufriendo la grieta en este 2024 de elecciones presidenciales en Estados Unidos. Millones de estadounidenses se enfrascarán en una agresiva lucha política de impensadas proporciones, que esperamos esta vez no termine con la violencia inusitada de enero del 2020.
Y esperamos que la palabra del 2024 no sea “fentanilo”, “guerra”, “insurrección”, “crisis” o alguna por el estilo, sino algo más parecido a “paz”, “prosperidad”, “empatía”, o “educación”.¤