"Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo", escribieron Karl Marx y Friedrich Engels en 1848, en el comienzo del "El Manifiesto Comunista”.
“Una fantasma recorre Europa, el fantasma de la recesión, desocupación, ajuste, marginación y miseria”, escribirían los mismos autores hoy. Porque el mundo cruje y ya nadie escapa a las consecuencias de la debacle económica.
Grecia, Portugal, España, el Reino Unido, Irlanda e Italia fueron los primeros en poner en marcha ajustes económicos draconianos que afectarán severamente la calidad de vida de amplios sectores de la población.
Que los Estados Unidos debatiera durante meses si caía o no en un posible default es estremecedor, porque se trata de la primera economía mundial y la máxima superpotencia que haya conocido la humanidad desde el comienzo de la historia.
El mundo está padeciendo una crisis económica a escala mundial de proporciones bíblicas, y bastante atípica, porque esta vez no se trata de las economías de países periféricos, subdesarrollados o emergentes las que están por desmoronarse. La debacle económica está afectando al primer mundo de verdad.
Si bien todos estamos en el mismo barco, las consecuencias que cada uno sufrirá dependen del lugar que ocupe en el momento que estalle la crisis. Algunos afortunados estarán en el lugar y momento indicados, y verán mejorar su situación económica y social. La gran mayoría, lamentablemente, como ocurrirá, ocurre y ocurrió siempre, se encontrarán en el lugar y momento equivocados. Serán los chivos expiatorios que recibirán la máxima crueldad de los ajustes sobre sus cabezas.
Lo más interesante es que en este mundo híper globalizado, no hay lugar donde esconderse o ponerse a salvo de la gran crisis o de las pequeñas crisis. Siempre habrá unos cuantos que padecerán las consecuencias.
A finales del mes de julio pasado, la empresa Cisco informó que despedirá a 6.500 trabajadores, como consecuencia de la restructuración a nivel mundial que emprenderá la compañía. Para más de 20.000 personas (contando a los familiares de los que serán despedidos) la crisis económica es una realidad tangible. No es una profecía económica a futuro: ya está golpeando sus puertas.
La buena nueva es que no todo es tan malo como parece, porque si bien los sucesivos ajustes, reacomodamientos, reestructuraciones o reingenierías (distintas palabras para definir lo mismo) que pongan en marcha gobiernos y empresas privadas o públicas afectarán a millones de personas, nunca se sabe como lo afectarán a cada uno personalmente.
Un ejemplo: a fines de junio la banca Lloyds anunció que despedirá a 15.000 empleados. Evidentemente esa es una mala noticia para los que serán desafectados de la empresa. Pero la difusión de megadespidos estará acompañada de un drástico recorte de gastos y ventas de activos que provocó una subida del 9% en las acciones de Lloyds.
Como se ve, lo que para algunos es una muy mala noticia, para otros es una muy buena. Seguramente habrá más de uno que tenía diez millones de euros en acciones de Lloyds; bueno, esos afortunados ganaron casi un millón de euros en un día. Algo así como 1.439.584 dólares estadounidenses. Sin hacer nada, sin mover un pelo.
Como se ve, las vidas de casi todos ahora dependen de la casualidad. Lo más sabio, entonces, sería empezar a disfrutar de la vida, del hoy y de las pequeñas cosas que producen mimos al corazón, dándole importancia a las cosas que realmente lo merecen. Preservar la salud es lo primero.
Obviamente, estos consejos son muy fáciles de decir; pero con tiempo y esfuerzo se pueden poner en práctica.
No hay que esperar tsunamis y terremotos como los que afectaron a Japón para empezar a valorizar lo que es realmente importante en la vida. El mundo cruje, es cierto. Pero, ¿para qué intentar esconderse, si al fin y al cabo es inútil?
Hay que vivir la vida lo más intensamente posible, con alegría, disfrutando del día a día. Y de ser posible rodeado del afecto de las personas que nos quieren y a las cuales queremos.
Esa, posiblemente, sea la receta ideal para estos tiempos de ajustes. ©