Hace exactamente dos años El Suplemento anticipó lo que sucede actualmente.
Crisis financiera y desempleo record en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, España e Italia, así como varios países europeos y asiáticos, están entrando en recesión.
El 2009 se inició con una tremenda crisis económica de escala global, donde millones de personas perdieron o perderán sus empleos. Debido a esta situación de extrema e inédita incertidumbre económica, en varias partes del mundo está aumentando geométricamente la xenofobia, el racismo y la intolerancia, especialmente hacia los inmigrantes.
Por eso no es de extrañar que hace poco el relator de la ONU para los Derechos Humanos de los Migrantes, Jorge Bustamante, dijera que las crisis económicas suponen un alto factor de riesgo en el aumento de la xenofobia y del sentimiento anti-inmigratorio.
En febrero de 2007 El Suplemento publicó un artículo donde se mencionaba que la construcción del muro fronterizo entre los Estados Unidos y México provocaría gran malestar entre las corruptas, ineficientes y rapaces élites políticas sudamericanas.
¿El motivo? Los políticos latinoamericanos eran conscientes de que, con la construcción del muro, indudablemente se alteraría el estado de las cosas de ese momento, y ya no podrían seguir beneficiándose con la emigración ilegal masiva hacia los Estados Unidos. Un fenómeno que los favorecía doblemente. Primero, por cuestiones simplemente demográficas. La cantidad de ciudadanos que se iban o pensaban emigrar era enorme. Los países latinoamericanos durante varias décadas se dieron el lujo de desprenderse de millones de ciudadanos “molestos”, “peligrosos” e “indeseables” que exigían mejores condiciones de vida, asistencia social, trabajo, salud, seguridad y derechos. Sin costos y sin complicaciones a los políticos del sur les resultaba muy fácil desprenderse de éstas personas que muchas veces poseían cualidades y calificaciones irreemplazables. Sólo les debían permitir emigrar fácilmente a los Estados Unidos o a cualquier lugar del mundo… como fuera.
Para el 2007 se estimaba que había más de 12 millones de inmigrantes ilegales solamente en los Estados Unidos. 12 millones de personas que se vieron obligadas a abandonar sus raíces, familias y amigos para vivir en paz, progresar y trabajar, simplemente porque buscaban una mejor calidad de vida.
Como punto de referencia de lo que significa esa cantidad, basta destacar que países como Senegal, Cuba, Bélgica, Grecia, Portugal, Israel, República Checa, Hungría, Austria o Suecia tienen menos de 12 millones de habitantes.
El fenómeno migratorio era de tal magnitud que a todos los efectos se podría afirmar que equivalía a que se hubieran “exportado” países enteros.
El segundo beneficio y de la mayor importancia era el beneficio económico que obtenían los países que se desprendían de sus ciudadanos más emprendedores. Por una parte, porque no tenían que brindarles beneficios sociales, ni atención médica, ni educación, ni seguridad, etc. Y por otra, a la vez obtenían inmensas sumas de dinero, sin ningún costo o esfuerzo, a través de las remesas de los expatriados. Muchísimo dinero.
El BID (Banco Interamericano de Desarrollo) calculó que durante el año 2006 los inmigrantes latinoamericanos que trabajaban en los Estados Unidos enviaron unos 45.000 millones de dólares a sus países de origen. De ese total, 13.200 millones provienen de la soleada California.
Aproximadamente la mitad de esa cantidad tuvo como destino México, donde las remesas de sus ciudadanos eran la principal fuente de divisas extranjeras, después de la exportación de petróleo. El dinero que enviaban los emigrados en esa época de prosperidad era tan colosal que representaba la mayor fuente de divisas para países como El Salvador y Guatemala.
En el 2009 la crisis económica global está provocando mermas impresionantes de las remesas que envían los emigrados a sus países de origen. De hecho, las enviadas por los mexicanos son las más bajas de la historia registrada, y lo mismo sucede con las de los ecuatorianos, centroamericanos, etc.
Lamentablemente, y por otras razones, todo indica que ha llegado el momento tan temido por los gobernantes latinoamericanos. Esta vez no fue el muro fronterizo la causa por la cual ya no pueden seguir expulsando a millones de ciudadanos con facilidad a los Estados Unidos. Fue la crisis económica mundial. Y como ésta es de alcance global tampoco tienen la opción de enviar a sus ciudadanos a otros países.
Todo el mundo está cerrando sus fronteras a los nuevos inmigrantes y en muchos casos están atacando con extrema violencia a los residentes. Al respecto, no hay que olvidar que más de veinte personas fueron asesinadas en mayo pasado en la ciudad de Johannesburgo, Sudáfrica, como consecuencia de los ataques contra inmigrantes de países vecinos, varios de los cuales fueron quemados vivos… simplemente por ser inmigrantes.
Los estados son los únicos que tienen la capacidad de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Es tiempo de que los gobernantes sean conscientes de esto y actúen en consecuencia, porque la vida de todos los integrantes de cada sociedad, nativos o no, son los mayores bienes que éstos deben proteger. ©