Chamamecero de alma y con acento francés
De raíces guaraníes y litoraleño por excelencia, el chamamé es una música típicamente alegre y festiva en la que el acordeón siempre aporta ese sonido tan peculiar.
Hablar de chamamé y de acordeones es hablar de Raúl Barboza, el verdadero embajador de esta música argentina que se resiste a quedar en el olvido, a medida que las nuevas generaciones adoptan otros ritmos y estilos, generalmente llegados desde el norte.
Barboza nació en Buenos Aires, pero el chamamé lo llevó siempre en la sangre. Su nombre se hizo famoso luego de acompañar al Ballet y la Misa Criolla de Ariel Ramírez, y comenzó a crear su propia historia cuando la CBS-Columbia lanzó en 1964 el long play Presentando al nuevo ídolo del litoral. Pocas veces más preciso el título de un disco. Por entonces era “Raulito” y así se dio a conocer desde sus primeros discos.
En 1987 se radicó en Francia, desde donde internacionalizó el chamamé, y en donde echó raíces. “El mago del acordeón” fue uno de los más grandes responsables de que en el año 2020 la UNESCO declarase al chamamé como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Raúl Barboza grabó más de 30 discos en Argentina, una docena en Francia, y unos cuantos más en otros países europeos, Brasil y Japón.
“Raulito el mago”, como lo llamaban cuando de pantalones cortos ya maravillaba a todos con su acordeón, llegó a tocar y compartir escenarios con figuras como Mercedes Sosa, Astor Piazzolla, Cesária Évora, Atahualpa Yupanqui, y Peter Gabriel, entre muchos otros. Ganador de tres Premios Konex, Barboza recibió el pasado 3 de marzo el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario.¤