El primer aniversario de la Revolución de Mayo, teniendo en cuenta el fracaso de la campaña al Paraguay de Manuel Belgrano y los problemas del sitio de Montevideo, debe haber pasado con poco ruido y aparato. Pero todavía no había sucedido lo peor.
En mayo de 1811 los comandantes del ejército del Norte habían firmado un armisticio luego de la victoria de Suipacha. No fiándose de Castelli, el virrey del Perú envió refuerzos al general José Manuel de Goyeneche, quien continuó sus preparativos bélicos. Conocido esto por Castelli, movió su ejército desde el campamento de La Laja en donde se había instalado en abril, hacia el nuevo campamento en Huaqui para guarnecer el paso del río Desaguadero (denominado Puente del Inca) para observar los movimientos realistas, lo que constituía una violación flagrante de aquel armisticio.
En la mañana del 19 de junio los revolucionarios localizaron sus fuerzas en Huaqui, Caza y Machaca, echando un puente sobre el río Desaguadero, haciendo pasar una columna de 1.200 hombres con la escusa de evitar que continuaran las acciones de saqueo llevadas a cabo por fuerzas realistas que cruzaban el río en busca de víveres debido a que el paso no se hallaba guarnecido. Sin embargo, con este plan pretendían distraer a las fuerzas de Goyeneche por el frente y flanco derecho, mientras rodeaban a los realistas por las espaldas mediante la comunicación establecida con ese nuevo puente.
Ante esta situación de franca violación del armisticio por los patriotas y fuerte peligro para todas sus fuerzas, al verse rodeado por todos los flancos, el general Goyeneche determinó el ataque directo con todo su ejército a las 3 de la madrugada del 20 de junio. Ordenó a los coroneles Juan Ramírez Orozco y Pablo Astete y a los tenientes coroneles Mariano Lechuga y Luis Astete (con 350 efectivos de caballería y cuatro cañones) que atacaran Caza, que es una quebrada sobre el camino de Machaca que comunica a Huaqui. Él, entretanto se dirigió a la toma de Huaqui con los coroneles Francisco Picoaga y Fermín Pierola al mando de 300 hombres, 40 miembros de su guardia y seis cañones.
Al amanecer, las alturas de los cerros que las tropas españolas debían conquistar estaban tomadas por gran número de independistas, caballería y fusilería que hacían fuego sobre los españoles con acompañamiento de granadas y bombas. Sin embargo, en pocas horas el ejército realista los puso en fuga.
Cuando las otras tropas independistas tuvieron noticia de la aproximación de Goyeneche a Huaqui, salieron de dicho poblado Castelli, Balcarce y Luciano Montes de Oca al mando de 15 piezas de artillería y 2000 hombres, tomando una posición sobre el camino a Huaqui casi inexpugnable entre la laguna y los montes superiores.
Goyeneche ordenó el avance introduciéndose bajo fuego enemigo sin contestar con un fusilazo mientras el batallón del coronel Licoaga rompía el fuego, contestado por los independistas con enorme energía. Como estas tropas, al reconocer al general Goyeneche, dirigían el fuego contra él, éste ordenó a uno de sus edecanes que trasmitiera la orden de atacar el flanco derecho de su ejército, mantuvo cubierto el camino con el batallón de Pierola y destacó tres compañías para que avanzaran dispersas por el frente, mientras él con el resto de su tropa en columna atacaba por la izquierda.
La caballería patriota trató de detener el empuje pero fue arrollada y luego huyó junto a todo el ejército rebelde, hacia Huaqui. Goyeneche dio orden de perseguirlos y consiguió tomar el pueblo. El coronel Ramírez comunicó después la victoria en Caza.
La batalla terminó con el desbande de las tropas patriotas, con el saldo de 1000 hombres perdidos y abandono de numerosas piezas de artillería. En precipitada fuga se refugiaron en Potosí y luego en Jujuy.
Mientras tanto, en el Alto Perú, el mismo 20 de junio de 1811 estalló una revolución que había sido convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco de Zela se había puesto de acuerdo con los patriotas que se encontraban en el Alto Perú, conviniendo que mientras él diera el golpe en Tacna, el ejército patriota avanzaría hacia el Perú, para iniciar la campaña de libertad de los peruanos. La derrota de Huaqui echó por tierra cualquier movimiento planeado en territorio peruano.
Por supuesto, mala impresión causó en Buenos Aires esta derrota por la pérdida de todo el armamento, lo que hizo que González Balcarce y Castelli fueran relevados y juzgados. A su vez, provocó el pacto de una tregua con Montevideo por el temor de Buenos Aires de verse atacado en dos frentes al mismo tiempo.
¿Cuáles fueron las causas de esta derrota? ¿La carencia de una unidad de comando efectiva que mantuviera al ejército organizado al unísono como una orquesta sinfónica? ¿Disidencia entre los mandos intermedios? ¿Tropas multitudinarias pero indisciplinadas? ¿Inactividad de Viamonte? ¿La ausencia del comandante en jefe en el campo de batalla? Para el historiador César García Belsunce fue principalmente la indisciplina, a tal punto que el ejército se evaporó después de la batalla.
El daño político causado ante el colapso de la primera expedición al Alto Perú, fue la pérdida definitiva de estas provincias del virreinato del Río de La Plata que se hizo inevitable. La posterior privación de la Banda Oriental está vinculada con Huaqui.
La revolución quedó con un frente de batalla en situación inerme, pero los realistas podrían haber descendido hasta Salta y Tucumán y de ahí a Córdoba y quizás hasta Buenos Aires.
Para disponer de fuerzas, Buenos Aires dispuso el retiro del ejército sitiador de Montevideo. Como réplica, naves realistas a las órdenes de Juan Ángel Michelena bloquearon y bombardearon el puerto de Buenos Aires. Fue necesario pactar con el enemigo y se envió a Montevideo una comisión integrada por Gregorio Funes, Julián Pérez y José Paso.
En cuanto a los contendientes de Huaqui, debemos decir que a diferencia del ejército español, se advirtió en el patriota una dualidad de comando, pues no era Balcarce el que se hallaba en la cúspide del mando, sino Castelli, que no se despojó del mando militar en ningún momento, pese a que no dio orden alguna durante la batalla, hecho inadmisible. Y sin embargo, de facto, tuvo Balcarce que impartir las ordenes más acuciantes para el movimiento de la tropa. El ejército patriota no fue dirigido con unidad de concepción, los comandos de división procedieron sin concierto entre sí y sin que la acción del único jefe militar se hiciera sentir debida y oportunamente.
Fue inaceptable que tanto Balcarce como Castelli no tomaran medida disciplinaria alguna en referencia a la vida licenciosa del ejército. Solo las divisiones de Viamonte y de Díaz Vélez podían ser consideradas aptas para combatir. El resto era una masa informe y tosca apenas armada con chuzas o lanzas.
Aunque parezca casi absurdo en el plan patriota, el objetivo principal no era el ejército enemigo sino las alturas de Vila Vila, un mero objetivo táctico geográfico que solamente reportaba una posición más ventajosa y que en razón del armisticio fue dejado en manos de los españoles por la ineptitud de Castelli.
Dado el tiempo otorgado a Goyeneche ¿Se estaba en condiciones de conquistar el Perú con apenas 2500 hombres frente a un enemigo más numeroso, adiestrado, disciplinado, ordenado?
Ocupar Vila Vila sería un objetivo táctico geográfico que vislumbraría corregir el error cometido. Expulsado el enemigo de Vila Vila, se evitaría que éste atacara por sorpresa a Huaqui. El plan de Castelli se hubiera coronado con éxito con un factor: la sorpresa. Pero ésta fue esquiva, al ocupar el enemigo las alturas de mentas. Ni bien se movilizaron las divisiones de Viamonte y Díaz Vélez, los realistas lo advirtieron. También el dispositivo de avance fue improcedente, pues el ejército revolucionario se encontraba fragmentado, lo que permitió a los realistas batirlos por partes. Además, al no ocupar la quebrada que intercomunicaba a las columnas patriotas, causó en ellas la división irremisible de éstas.
En lo concerniente a la exploración, podemos decir que fue ineficaz en ambos bandos. Ninguno de los ejércitos mandó partidas de reconocimiento, que son imprescindibles para proyectar cualquier ataque. Del lado godo, pese al éxito rotundo se comete el grave error de no buscar la persecución a fondo y aniquilamiento del adversario.
Juan José Bassi nos dijo: "El resultado de la batalla de Huaqui no es sino la consecuencia a que siempre está expuesto un ejército poco disciplinado, mal instruido y sin una dirección única, capaz y decidida". ©