Como no podía ser de otra manera, el Mundial de fútbol Sudáfrica 2010 acaparó la atención de la mayoría de los argentinos desde su comienzo, y en esto nos parecemos a la mayor parte de los pueblos del mundo. Leíamos hace un par de días que los partidos de la Selección midieron más de 70 puntos de rating televisivo; es decir, de cada diez hogares argentinos que tenían la TV encendida, en siete se estaba mirando fútbol.
Pocas veces como ahora, la participación argentina en este evento se dio en medio de un clima de controversia que por lo general superó a lo estrictamente deportivo. Un signo de los tiempos que vivimos. Controversial fue la designación del nuevo técnico, porque Diego Armando Maradona es siempre, para bien o para mal, sinónimo de controversia. Controversial fue la irregular campaña del equipo en las eliminatorias, tanto que debió esperarse hasta último momento para confirmar la presencia de nuestro combinado en Sudáfrica. Y muy controversial sigue siendo la masiva peregrinación de barrabravas hacia el lejano país africano.
Superadas las eliminatorias, la cosa se calmó un poco. Los tres triunfos consecutivos de la Selección en los primeros encuentros tranquilizó los ánimos de muchos, especialmente los de aquellos que cuestionaban duramente la capacidad de Maradona para ejercer su cargo, y vaticinaban una catástrofe similar a la que terminaron cristalizando Italia y Francia, haciendo las valijas al término de la primera ronda. Todavía queda pendiente una investigación para determinar quiénes solventaron los gastos de los violentos del fútbol, quiénes le pagaron los pasajes, sus estadías, sus entradas a los partidos, y hasta los safaris en los que se embarcaron los más intrépidos.
En los exclusivos palcos de los distintos estadios se vieron “humildes obreros” como Pablo Moyano, representantes del pueblo como Gerardo Zamora, gobernador de una provincia tan empobrecida como Santiago del Estero, y “chabones del tablón” que toman el tren para llegar a las canchas de sus equipos en Argentina y que ahora inexplicablemente se pasean por Sudáfrica con banderitas de tal o cual sindicato o las populares “Kirchner 2011”.
Al cierre de esta edición, Argentina había vencido a México y en el horizonte asomaba Alemania. Pero no es nuestra intención hoy analizar los resultados deportivos, por demás positivos hasta ahora, sobre todo teniendo en cuenta que las expectativas eran inusualmente bajas. Pero sí queremos remarcar que pocos fueron los que, tras haber criticado con dureza al técnico y jugadores, dejaron de alentar a la Celeste y Blanca una vez iniciado el torneo. Y creemos que así debe ser, aunque a Maradona le parezca contradictorio y exija disculpas. No; a los jugadores, técnicos y dirigentes se los puede criticar cuando el equipo juegue tan mal como lo hizo en las eliminatorias, y elogiar cuando juegue tan bien como durante estas primeras fechas del Mundial. Lo que sí nos gustaría ver siempre es el aliento al equipo que representa a nuestro país, más allá de la bronca por los barrabravas privilegiados, más allá del rédito político que esperan sacar algunos a partir de los éxitos futbolísticos, más allá de los dirigentes corruptos en la AFA, y más allá de lo bien o mal que nos caiga el técnico. Porque lo que cuenta es la camiseta. Los jugadores pasan, los colores quedan.
Esperamos que una vez terminada la euforia por el Mundial, alguno de nuestros representantes con las manos limpias exija una rendición de cuentas por todo el circo extradeportivo que se vivió en este último mes.©