Después de la asonada del primero de enero de 1809 en Buenos Aires, este tipo de acontecimientos habían de producirse en otras regiones componentes del virreinato del Río de la Plata.
El claustro de la Universidad de Charcas se conmovió al pedírsele que emitiera juicio sobre las aspiraciones de la Infanta Carlota Joaquina. A la Universidad le pareció que el escrito de ésta era subversivo y su dictamen pasó al virrey en Buenos Aires, quien ordenó que se destruyeran los documentos relacionados con esta consulta, cosa que efectuó el Presidente de la Real Audiencia de Charcas, Don Ramón García de León y Pizarro.
Todo esto sirvió de detonante y la reacción contra tal proceder se produjo de inmediato, pues el claustro y el pueblo de Chuquisaca se pronunciaron por el alzamiento contra la autoridad. En apoyo de tales ideas, Bernardo de Monteagudo hizo circular una sátira contra el régimen español que tituló: “Diálogo de Atahualpa y Fernando VII”. Entre los líderes de la asonada estaban: Paredes, Lemoine, Fernández, Palido, los hermanos Sudanés, etc.
El 25 de mayo de 1809, vista la situación imperante, Pizarro dispuso el arresto de todos los miembros de la Audiencia, quienes se ocultaron y la orden de prisión sólo se pudo hacer efectiva en la persona del Dr. Jaime Sudanés.
Los oidores Ramírez de Loredo y Vázquez de Ballesteros, se presentaron ante el Presidente Pizarro pidiéndole que pusiera en libertad a aquél, apoyados por el teniente coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales.
Pizarro, que en el ínterin había llamado en su ayuda al Gobernador Intendente de Potosí Francisco de Paula Sanz, consideró que la situación se le iba de las manos y al no recibir noticias de Sanz cedió, pero los oficiales leales se negaron a entregar las armas y la guardia que acompañaba a Pizarro abrió fuego sobre la multitud. Este atentado produjo varias víctimas. Los complotados se apoderaron de las piezas de artillería y el fuego que se entabló sólo cesó al saberse que Pizarro consentía en dimitir. La Audiencia asumió el mando político y militar. Nombró comandante general y gobernador de Armas de la Provincia de Charcas a Álvarez de Arenales, quien restableció el orden público y preparó la defensa de la ciudad, amenazada por la actitud del gobernador de Potosí. Organizadas las tropas, procedió a reforzar la defensa de Chuquisaca y a reunir las armas existentes en la ciudad, en Oruro y en otras poblaciones.
El alzamiento siguió sin encontrar oposición hasta que el gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, designado por el virrey del Río de la Plata para reponer a Pizarro, avanzó con sus tropas al tiempo que ordenaba a los caciques adictos Martín Herrera y Chaiviri los auxiliara con armas, víveres y hombres.
Pronto se le unió el general Vicente Nieto, nombrado por el virrey del Río de la Plata, para suceder a Pizarro en la Audiencia de Charcas y ambos avanzaron sobre Chuquisaca, donde vencieron alguna resistencia el 24 de diciembre de 1809.
Nieto inició una actuación sumaria y varios de los cabecillas fueron confinados en distintos lugares del virreinato, disolviendo las nueve compañías de criollos, mestizos e indios.
Álvarez de Arenales solicitó licencia por enfermedad para pasar a Salta, donde residía su mujer e hijos, pero lo detuvieron y luego de seis meses de prisión fue el primero de los revolucionarios de entonces que pasó a ser confinado en las Casamatas del Callao.
Este levantamiento fue distinto al de La Paz. Fue acaudillado por universitarios, no fue nada sangriento, no pretendió declarar la independencia y sólo trató de derrocar a las autoridades que estaban en connivencia con la Infanta Carlota. Más adelante veremos cuán diferente fue el levantamiento de La Paz. ©
Agradecemos al Dr. William A. Álvarez por su nota relacionada con estos temas, publicada en El Suplemento de febrero del corriente año.