Parece un animalito de fantasía o la mascota de algún cuento de hadas.
Es diminuto (entre 7 y 10 centímetros de largo) y con un suave pelaje cubierto por un caparazón rosado. Es el más chiquito de los armadillos, se alimenta de invertebrados y plantas, pasa casi toda su vida excavando bajo tierra y se deja ver en la superficie en muy raras ocasiones.
Además, es muy susceptible al estrés y no tolera muy bien los encuentros con humanos. Vive en las zonas más secas, áridas y arenosas del centro y noroeste de Argentina, y los datos sobre su conservación son poco precisos. Esto lo pone dentro de la lista de animales de Argentina en peligro de extinción, si se consideran los cambios producidos en su hábitat natural.¤