Así están divididos los bandos y cualquier iluso podría creer que esta división es cierta, pero cuando uno empieza a correr de a poquito la funda que cubre todo, nos damos cuenta que son simples apariencias, y vemos que en el grupo bueno se van estacionando grandes exponentes de la vieja política, y así podemos enumerar a varios conspicuos representantes de lo peor que le pudo pasar a nuestro país. Encontramos al nuevo líder de la CGT, Hugo Moyano, representante principal de una estructura gremial obsoleta y corrupta que en Argentina creó la paradoja de que cuanto más fuerte son los gremios, más pobres sus representados. Así, en este crisol de rarezas, podemos encontrar al líder piquetero Luis D'Elia, hacedor de piquetes y escraches en donde convenga al gobierno; de esta forma serán castigados Macri, López Murphy y las empresas privatizadas. Ahora le toca el turno a Duhalde. Encontraremos también a ex ministros de Menem devenidos en Kirchneristas; sin ir más lejos, incluso el actual vicepresidente, Daniel Scioli, fue apadrinado por el caudillo de La Rioja. Y, por supuesto, a un sinfín de capos de estancia (o gobernadores de provincia, como quiera llamarlos), que ante la certeza de que les conviene estar bien con el presidente, por la única razón que hoy es Kirchner y no otro el que maneja la chequera.
Del otro lado del ring lo tenemos a Duhalde, que como dice la compañera Cristina Fernández (no usa su apellido de casada porque, según sus dichos, su carrera política no le debe favores a su marido), el ex presidente es el capo, el padrino, la Cosa Nostra. Si bien no le falta razón, hay que puntualizar que los Kirchner lo sabían de antemano; así y todo, usaron los terribles manejos políticos e influencias de Duhalde cuando se tuvieron que aliar para llegar a la presidencia. Pero esto no es novedad en la política y mucho menos entre los peronistas.
Antes que Duhalde lo odiara a Menem, ambos fueron estrechos aliados. El mismo Kirchner, antes de demonizar a Menem, durante su presidencia lo alababa desde Santa Cruz. Ahora Kirchner, luego de ser ahijado de Duhalde, lo repudia.
En el peronismo no hay reglas que se cumplan ni pactos que se honren. Sólo existen políticos que hoy les toca estar arriba y mañana abajo, siendo adulados primero y traicionados después. Para ellos no hay palabra, y por eso tampoco cumplen lo que prometen en sus campañas.
Para explicar lo inexplicable, y ocultar lo pernicioso que han sido para el país los políticos y en este caso particular el peronismo, podemos escuchar todo tipo de excusas que comienzan con “los anteriores...”. No sabremos nunca hasta qué hito histórico llega la frase “los anteriores”, sólo sé que la venimos escuchando desde que nacimos.
En el abanico de culpables encontraremos a los militares, a los conservadores, a los unitarios y federales, para luego pasar a los culpables internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la CIA, el FBI, Bush o la Reina de Inglaterra. También el pueblo caerá en esto con frases como: “La culpa no es del chancho sino del que le da de comer”. Escucharemos frases célebres como aquella de Borges: “Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”. Y encontramos las explicaciones de barrio o de café: “Los radicales no saben gobernar” o “los peronistas no los dejan”, o “los peronistas son los únicos capacitados para gobernar”, frase que viene de la mano de la anterior. Y así un sinnúmero de explicaciones en donde la culpa jamás recaerá en los actuales gobernantes.
Ahora bien, para explicar la brutal división actual del peronismo hay dos teorías, las dos bastantes perversas.
Una de las teorías dice que la actual pelea no es tal y que se limita a querer engañar al electorado con falsas opciones que ponen a los líderes peronistas en diferentes bandos ideológicos, con el único fin de hacerles creer a los votantes que tienen varias alternativas para una vez terminados los comicios -y con la suma de ambas facciones peronistas- dominar ambas cámaras del congreso. Será una sencilla ecuación para seguir cosechando poder.
No es una teoría fantasiosa, tiene asidero. Ya lo han hecho antes. El peronismo es el impulsor de mamarrachos en las leyes electorales como la ley de lemas, la que permite poner un sinfín de fórmulas del mismo partido, para que una vez terminada la elección se sumen todos los lemas y resulte ganador uno de sus candidatos. Lo han hecho en varias provincias y también lo han hecho a nivel nacional en la última elección presidencial, cuando Kirchner, Menem y Rodríguez Saá compitieron presentando ideas y proyectos “diferentes”. No nos olvidemos que cuando Menem y Kirchner fueron los más votados, el primero renunció a la segunda vuelta y le dio el triunfo al compañero K. La mayoría de los diputados y senadores votados en esa elección se encolumnaron detrás del proyecto de Kirchner, apadrinado por su actual enemigo, Eduardo Duhalde.
Los que defienden esta idea la explican de la siguiente manera: “La pelea entre los peronistas es un bluff. Si el gobierno de Menem fue la antítesis del gobierno de Kirchner, ¿por qué no está preso ningún funcionario peronista de la época de Menem?”. La explicación es que estos políticos se reciclan y sufren una metamorfosis que los convierte en menemistas, duhaldistas o kirchneristas de la primera hora.
La segunda teoría es, quizá, más coherente con lo que representan los actuales contendientes: esta teoría dice que es una puja de intereses para obtener el manejo del dinero y cosechar más poder. La luchas por la provincia de Buenos Aires, en donde estos dos manipuladores del poder han puesto a sus respectivas esposas, Chiche y Cristina, para dirimir la batalla, tiene un botín de 28.600 millones de pesos anuales. Como agregado, tienen la posibilidad de repartir 24 mil cargos políticos bien remunerados para tener contentos a todos sus seguidores y hacer crecer el aparato clientelista.
Lo que esta teoría revela, por si algún desprevenido no se dio cuenta, es que la pelea se da para controlar una considerable torta, porque teniéndola se aseguran un futuro de poder e inmunidad judicial.
A esta casta de políticos lo que menos le importa es el pueblo o si con su accionar irresponsable ponen aún más en peligro la gobernabilidad; lo único que demuestra este mamarracho electoral es su devoción por el dinero y el poder. Ø