Muchas veces a lo largo de la historia se ha puesto en duda la agudeza mental de los líderes políticos, militares y de cualquier figura pública en general.
Por supuesto, los casos más dignos de debate se dan cuando el tema se refiere a personajes de la política, quienes son, en definitiva, los que conducen o se postulan para conducir los destinos de millones de personas. ¿A quién le importa si a un músico de rock o a una figura de las bellas artes, por ejemplo, le “faltan un par de tornillos en la azotea”? Sin embargo, cuando se trata de la persona de mayor influencia en el plan económico o educativo que regirá nuestras vidas por al menos cuatro años, y en ocasiones muchos más, ahí la discusión pasa a un plano superior.
Hoy nos interesa referirnos a un espectro mucho más limitado dentro de lo que se engloba dentro de la capacidad mental de las personas: el que se enfoca en el deterioro cognitivo que puede acompañar a la senilidad. Y lo hacemos porque nos involucra y preocupa a todos los que vivimos en este país. En los últimos tiempos, tanto en presidente Joe Biden como el líder opositor, Donald Trump, han dado muestras de cierto deterioro en su forma de expresarse que muchos han atribuido a la avanzada edad de ambos.
Los críticos del presidente Joe Biden han señalado varios incidentes y errores verbales como evidencia de su deterioro cognitivo. Un ejemplo notable son las dificultades ocasionales de Biden con la articulación, lo que provoca errores de lengua y momentos de confusión durante los discursos. Los escépticos argumentan que estos casos sugieren un deterioro de las capacidades cognitivas, lo que alimenta la especulación sobre la aptitud del presidente para el cargo.
Sin embargo, es esencial distinguir entre meteduras de pata ocasionales y deterioro cognitivo genuino. El equipo de Biden ha atribuido sus tropiezos verbales a un impedimento del habla y al proceso natural de envejecimiento más que a un signo de deterioro cognitivo. Además, el presidente se ha sometido a evaluaciones cognitivas periódicas y, según se informa, los resultados no muestran motivo de preocupación.
Evaluar la toma de decisiones de un líder es subjetivo, ya que involucra una gran cantidad de factores, incluidas políticas, ideología y juicio personal. Si bien los críticos pueden no estar de acuerdo con las decisiones de Biden, vincularlas únicamente con el deterioro cognitivo es una afirmación por lo menos compleja.
Desde el otro lado del espectro político, también Donald Trump ha mostrado signos de deterioro durante su mandato y más recientemente en sus exposiciones públicas. Los críticos señalaron casos en los que Trump pareció tener problemas con la coherencia del discurso, confusiones de nombres y lugares geográficos, y exhibió un comportamiento impulsivo. Sus partidarios argumentaron que estos rasgos eran parte de su estilo de comunicación sin filtros y no indicadores de deterioro cognitivo. En efecto, Trump la ha pifiado mal en unas cuantas ocasiones, haciéndonos pensar que también sufre del mismo supuesto deterioro que su tan odiado rival político.
¿Estamos frente a una inédita situación en la que ambos partidos políticos están conducidos por líderes que, además de su obvia avanzada edad, sufren de los efectos del inexorable paso del tiempo sobre sus capacidades mentales? Evaluar la salud cognitiva de los líderes políticos es una tarea complicada y muy delicada, que en la mayoría de los casos está teñida de intereses políticos.
El deterioro cognitivo es un proceso complejo influenciado por varios factores, incluida la genética, el estilo de vida y la salud en general. Hacer evaluaciones precisas desde el exterior sin contar con las herramientas médicas necesarias es intrínsecamente muy complicado. Esto, por supuesto, no detiene a los oponentes de uno y otro, que tratan de denigrar al opositor con todas las armas que tengan a mano.
Lo que sí en un dato objetivo e innegable, es que la presente (y pasada) campaña electoral estadounidense se libra entre dos hombres de edad muy avanzada, y las suspicacias y acusaciones en este sentido pueden tapar la verdadera naturaleza de ambos, sus propuestas políticas, su visión de futuro, y su decencia y capacidad cívica para conducir los destinos de uno de los países más poderosos del mundo, con la capacidad militar para destruir la vida de buena parte del planeta con solo apretar un botón, que, según dicen, es de un vibrante color rojo. ¤