Durante el 2013 el Papa Francisco ha producido una revolución espiritual en el mundo, por su humildad, sencillez, comportamiento amistoso y el contenido de sus mensajes. Su popularidad no se da solo entre los fieles católicos: desde hace meses, Jorge Mario Bergoglio es noticia destacada de incontables medios de comunicación de distintas ideologías, lenguas, países y creencias.
El semanario Time, además de considerarlo “Personalidad del Año”, lo denominó "el Papa del Pueblo". Similares elogios recibió de The Advocate, la revista gay más importante de los Estados Unidos, el semanario Noticias de la Argentina y el diario francés Le Monde, para quien “no es absurdo hablar de papamanía”. Fue tapa de la revista New Yorker y sin dudas su figura seguirá acrecentándose, despertando interés internacional por muchos años más. Adquirió tal relevancia que la revista Forbes lo ubicó como la cuarta persona más poderosa del mundo en su ranking anual de 2013.
Afortunadamente, ya han cesado los ataques infundados de ciertos sectores y personas que relacionaban al papa Francisco como colaborador de la última dictadura militar argentina que gobernó nuestro país desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983. Al contrario, poco a poco empezaron a surgir otras voces, las de personas que fueron salvadas y cobijadas por Francisco en los tiempos más difíciles y sangrientos de la dictadura, cuando Jorge Bergoglio arriesgó su vida para ayudarlas a escapar de las bandas asesinas de militares que asolaban todo el territorio nacional.
¿Quiénes fueron estas personas? ¿Cómo las ayudó el Papa Francisco? ¿En qué contexto? Estas son las preguntas que se hizo quien escribe esta nota. Y para responderlas inició una investigación personal con el fin de conocer los testimonios de primera mano de los salvados por Francisco.
La búsqueda comenzó en el libro “El jesuita – Conversaciones con el Cardenal Jorge Bergoglio, sj” la biografía, bestseller internacional, que escribieron Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. Allí, el papa Francisco menciona que salvó una vida, y lo explica con extrema humildad, aunque se trate de una anécdota digna de Hollywood: “Saqué del país, por Foz de Iguazú, a un joven que era bastante parecido a mí con mi cédula de identidad, vestido de sacerdote, con el clergiman”. Consultados Sergio y Francesca, ambos respondieron que no tenían más información al respecto entre sus apuntes. Para continuar con la investigación se consultaron a varias personas. Esta es una recopilación, editada y con aclaraciones, de algunas de ellas:
“¡Menudo rompecabezas que tenés para armar! Pero en realidad te envidio la tarea, porque seguramente podrás poner claridad en una cuestión que realmente la requiere. Se dicen muchas cosas infundadas, y algunas incluso malintencionadas con clara motivación política, sobre el tema. Como siempre, quien trabaja para develar la verdad trabaja por la vida, la justicia, la democracia... en fin, por todo lo que la gente necesita se concrete”. Estas son las reflexiones del filósofo argentino Claudio Tamburrini, profesor de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, y ex arquero del club de fútbol Almagro, que escapó del centro clandestino de tortura “Mansión Seré”. Se lo consultó para conocer el contexto de la época, dado que Claudio también escapó con una cédula de identidad desde Puerto Iguazú (Argentina) hacia Foz de Iguazú (Brasil). Es decir, por el mismo lugar que el Papa Francisco ayudó a escapar a muchas personas; entre ellas, al joven desconocido que usó su cedula de identidad y ropas sacerdotales.
Con el tiempo y varias entrevistas más se pudo saber que el Papa Francisco había montado una increíble red secreta que daba refugio o ayudaba a escapar a personas perseguidas por los militares. Su centro de operaciones se encontraba en el Colegio Máximo de San Miguel, Provincia de Buenos Aires. Con la excusa de que “se encontraban en retiros espirituales”, en principio Francisco refugiaba allí a todos los que requerían de su ayuda. Luego decidía si era necesario ayudarlos a escapar de la Argentina o a encontrarles un lugar seguro dentro del país. Cualquiera fuera la opción, Francisco salvó las vidas de todos ellos.
Al respecto, Gonzalo Mosca, desde Montevideo, relató su experiencia personal. Este es testimonio editado y resumido: “Antes que nada te recuerdo que estos acontecimientos ocurrieron hace 36 años por lo cual he tenido mucho cuidado de relatar los datos de los cuales estoy muy seguro. Mi huida fue a través de Iguazú siguiendo paso a paso las instrucciones que Jorge (el Papa Francisco) nos dio a mi hermano (Juan José Mosca, sacerdote jesuita) y a mí.
Sé que a través de ese mismo recorrido llegó a salvar a muchos otros.
Lo recuerdo como un hombre apacible, muy humano y muy humilde. Yo no tenía mucha conciencia de que estaba hablando con el provincial de los jesuitas (el de mayor rango en el país) hasta que fui el último día a su escritorio que era monumental y majestuoso y no tenía nada que ver con él. Me preguntabas si recuerdo los libros que me llevó (mientras Francisco lo ocultó en el Colegio Máximo) y te digo que sí, perfectamente, me llevó unas novelas de Agatha Christie, porque obviamente pensaba que lo mejor era que me distrajera un poco. De cualquier manera te podes imaginar que las charlas tenían otro tono y que nunca alcancé a leer ni una página de esas novelas. Es que los dos, desde diferentes realidades, estábamos sumergidos en situaciones límites.
Entre los argentinos que fueron cobijados por el papa Francisco en el Colegio Máximo de San Miguel y que no se fueron del país se encuentra el Padre Enrique Martínez, de la Provincia de La Rioja, quien le escribió a este corresponsal, algo fastidiado, que cuando otros colegas le preguntan “¿Estaba Ud. en peligro?" él siempre responde: “TODOS vivíamos en peligro...”
Estuve en estos días en Rosario, (Provincia de Santa Fe, Argentina) y pasé por algunos cuarteles en que había carteles en los que se decía:
“En este lugar se torturó y asesinó a miles de argentinos”
Pues bien, ese era el país y el momento que estábamos viviendo. Es algo muy difícil de imaginar que pudimos haber pasado por eso, sociedades que parecen civilizadas, cultas y sin embargo había tanta barbarie por detrás que me hace recordar tanto al nazismo.
Cuando (Bergoglio) nos llevó y acompañó al aeropuerto fue quizás el momento más álgido de toda esta historia, porque el aeropuerto era uno de los lugares más vigilados por los militares. Ya me había pasado cuando me fui de Montevideo a Buenos Aires, que le había pedido a un primo mío que era ingeniero del aeropuerto y que por lo tanto estaba militarizado, a ver si mi nombre figuraba en la lista de perseguidos y me había dicho que no. Yo salí al mediodía para Buenos Aires y esa misma tarde llegó mi nombre al aeropuerto. Por lo tanto, todos teníamos claro que el pasaje por el aeropuerto era el momento fundamental de la huida.
De todo este episodio hay algo que no puedo recordar con certeza, pero creo que el pasaje, como era un vuelo interno a Iguazú, no era nominado. Pero de esto no puedo estar seguro y no sé si fue así o no. De cualquier manera, Jorge nos acompañó hasta que subimos al avión y recién allí pudimos estar más tranquilos, aunque para nosotros todavía faltaba mucho camino por delante.
Para terminar quiero destacar el papel que tuvieron los jesuitas en toda esta historia, porque luego de que me escapé de Argentina me fui a vivir a una casa de los jesuitas en Río de Janeiro donde viví por casi 4 meses y fui acogido con una enorme hospitalidad, hasta que me refugié en las Naciones Unidas (y posteriormente en Alemania).
Igual me parece que deberíamos luchar contra esa tendencia infantil de endiosar a las personas para no hacernos responsables de nuestra historia. La humildad de Francisco es un llamado en esa dirección”.
Como lo demuestran estos testimonios recogidos directamente, el Papa Francisco fue un salvador de vidas. En los momentos más oscuros y peligrosos de la historia argentina Francisco decidió optar por los necesitados.
Un ejemplo de vida.¤