Papa Francisco: Un hombre que superó todas las dificultades

papaPieza fundamental en la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba
Durante el mes de diciembre de 2014 una muy buena noticia conmovió al mundo: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba. Después de décadas de enemistad, bloqueos y conflictos que parecían ser eternos, por fin se hizo la paz.
Durante tantos años este no fue un hecho menor. Basta recordar que en el mes de octubre de 1962 estuvo a punto de desatarse un holocausto nuclear entre Washington y La Habana, durante la denominada crisis de los misiles, cuando las fuerzas armadas de ambos países, más la intervención de la ex Unión Soviética, estuvieron al borde de colisionar y provocar la muerte de millones de personas en distintas partes del mundo.
Tanto el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, como el líder de Cuba, Raúl Castro, reconocieron la importantísima intervención del Papa Francisco en la reconciliación de ambos países. Francisco les envió cartas manuscritas a ambos mandatarios estimulándolos a convivir en armonía respetando los sistemas vigentes en cada nación.
Las palabras y el enorme prestigio del Sumo Pontífice (más que nunca el constructor de puentes) lograron lo que parecía imposible: establecer un puente entre ambos pueblos.
Pocos saben que el Papa Francisco, que llegó a Roma desde “el fin del mundo”, hace unas décadas fue un hombre marginado, excluido, aislado y castigado por ser emprendedor, innovador y, fundamentalmente, carismático.
En casi todas las biografías de Jorge Bergoglio se menciona que durante los años 1990 y 1992, Jorge Mario Bergoglio se recluyó en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima de la Argentina, por motivos religiosos, para llevar a cabo una “purificación interior”. Y casi todos presentan este hecho como un dato más. Una nota de color. Nada especial.
La realidad fue totalmente diferente. El Papa Francisco estuvo recluído en la habitación número 5, de tres metros de largo por tres de ancho, en la Compañía de Jesús de Córdoba, dentro de un conglomerado mayor, porque la residencia forma parte de la llamada Manzana Jesuítica, que fue declarada patrimonio de la humanidad y se incluye entre las construcciones más antiguas de la Argentina.
Esos fueron años durísimos para el actual Papa Francisco, porque de haber sido Provincial (la máxima autoridad jesuita dentro de un país o región) pasó a convertirse en un marginal, una especie de leproso. Allí fue confinado sin cargo alguno, sin obligaciones, sin responsabilidades. En la historia de los emprendedores siempre se destaca que los que llegaron a la cima debieron sobreponerse a infinidad de inconvenientes. Y esto es lo que, especialmente, superó el Santo Padre, quien se encontraba tan aislado que muchas veces no le entregaban las cartas que les enviaban sus seres queridos ni los llamados que recibía de varias partes del país.
Esos fueron años durísimos para el Papa Francisco. Nadie creía que podría sobreponerse a un castigo tan duro. Sin embargo, Jorge Bergoglio superó ese trance que hubiera aniquilado el ánimo de la persona más optimista a través de la fe, el rezo y la esperanza.
En el mundo empresarial moderno debería ser este un ejemplo de superación ante la máxima adversidad. El espíritu de una persona que no se doblegó ante tantas penurias y obstáculos que a todas luces aparecían como insalvables.
Aun durante ese período oscuro de su vida, Bergoglio se tomó el trabajo de escribir un libro que pasó casi desapercibido en el momento de su edición y que se titula: “Reflexiones en esperanza”.
En algunas frases escritas en ese libro se percibe la triste experiencia que vivió durante ese tiempo oscuro.

“La esperanza no defrauda”
El hombre o la mujer que conscientemente se hace cargo de su exilio padece una doble soledad. Por una parte, siente la soledad respecto de los demás hombres, es fundamentalmente un extraño, un extraño en camino. Por otra parte, le es dado saborear la amargura de la soledad ante Dios. Fundamentalmente, el orante es un marginado, doblemente marginado (de Dios y de los hombres) y – a la vez – no puede prescindir de Dios ni de los hombres.
Afortunadamente, el Papa Francisco de estos tiempos pudo superar con fe y esperanza el exilio, marginalidad y soledad a los cuales fue sometido en aquellos años.
Los colegas Javier Cámara y Sebastián Pfaffen escribieron el maravilloso libro “Aquel Francisco”, que se centra especialmente en la vida de Bergoglio en la provincia de Córdoba, donde se inició como novicio jesuita y luego atravesó por esa dura prueba de fe.
Este libro empieza con la transcripción de un llamado telefónico recibido por Javier Cámara en su domicilio el lunes 3 de febrero de 2014 antes del mediodía:

–¿Hola?
–¿Hola? ¿Sí? ¿Quién habla?
–Jorge Bergoglio.
–… ¿Cómo?
–Jorge Bergoglio.
–... ¿De verdad me dice… Santo Padre?
–¡Sí! ¿Querés que te lo diga en cor­dobés?

Como se puede apreciar en estas palabras, el Papa Francisco, a pesar de haber pasado años de marginación y oscuridad en Córdoba, no perdió el humor que lo caracteriza.

Un ejemplo de vida. ¤

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