Hace poco la revista Forbes señaló que en estos momentos el Papa Francisco es la cuarta persona más poderosa del mundo. Solo es superado en esa escala por los dirigentes políticos que rigen los destinos de las tres superpotencias económicas y militares del planeta: Vladimir Putin, de Rusia; Barak Obama, de Estados Unidos; y XI Jinping, de China. Su figura adquiere mayor relevancia dado que es el único líder religioso que se ubica dentro de los primeros diez más poderosos.
Sobre lo que no se informa demasiado es que para llegar a ese puesto de tanta importancia el Papa Francisco tuvo que sortear infinidad de obstáculos que se presentaron durante toda su vida, tanto en su vida religiosa como en su salud.
Francisco es el ejemplo vivo de un grande que superó exitosamente las máximas adversidades que se le presentaron en el transcurso de su vida con resignación, sin bajar los brazos en ningún momento y fundamentalmente merced a su inquebrantable fe. Y lo hizo dentro de un contexto muy especial, porque salir desde el fondo del abismo en la Argentina como lo hizo Francisco es admirable por el contexto general.
Durante la presentación de su último libro “¡Crear o morir!”, el periodista argentino Andrés Oppenheimer, residente desde hace muchos años en los Estados Unidos, dijo que “En la Argentina, crucificamos a los que fracasan cuando en Silicon Valley se los felicita, porque está asumido que es un escalón más en el camino al éxito. En Silicon Valley, la gente se vanagloria de los fracasos. A Steve Jobs, a los 30 años, lo echan de Apple, sale en todas las revistas, como despedido, y en cualquiera de estos países latinoamericanos la reacción social hubiera sido que se quemó, que se acabó. En cambio ahí, al día siguiente, salió a buscar dinero para su próximo proyecto. Necesitamos tolerancia social con el fracaso individual. Thomas Alva Edison hizo mil intentos antes de la lamparita. Los hermanos Wright tuvieron 163 vuelos fallidos antes del primer vuelo exitoso. Henry Ford llamó así al Ford T porque empezó con el A, el B, el C... hasta llegar al T. La Argentina tiene que dejar de crucificar a los que fracasan porque el fracaso es un escalón necesario e inexorable en el camino al éxito”.
Los éxitos y fracasos de Bergoglio
¿Pero cuáles fueron los fracasos y éxitos de un luchador como Jorge Mario Bergoglio antes de llegar a ser el Papa Francisco, un grande entre los grandes del mundo actual?
Veamos:
Los periodistas Javier Cámara y Sebastián Pfaffen, en su libro “Aquel Francisco”, realizaron un minucioso recorrido por la vida sacerdotal jesuita de Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, especialmente enfocado en su estadía en la provincia de Córdoba donde se desarrollaron hechos que marcaron a fuego al Sumo Pontífice para superar todo tipo de adversidades.
El 11 de marzo de 1958, el joven Jorge Bergoglio ingresó al noviciado Jesuita de Córdoba siendo recibido por el maestro de novicios Cándido Gaviña, quien le dijo: “No es fácil ser jesuita” y al poco de conocerlo le recomendó al actual Papa Francisco que abandonara el noviciado.
El 31 de julio de 1973 Bergoglio fue designado provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, es decir, la máxima autoridad jesuita del país teniendo solo 36 años de edad. De él dependían 166 sacerdotes desperdigados por todo el país: 32 hermanos, una veintena de novicios y unas quince casas (seminarios, residencias, escuelas, parroquias y universidades). El mismo Papa reconoce que por su juventud y los tiempos difíciles que se vivían en el país tomaba “decisiones bruscas y personalistas”. Siendo Sumo Pontífice reconoció ante la revista La Civitá Cattolica que “Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas”. Carlos Velazco Suárez, amigo del Papa, dijo que en aquellos años distintos grupos políticos tenían como objetivo reclutar a jesuitas mediante dos métodos: por medio de la doctrina de la liberación o con mujeres. Y eso el provincial Bergoglio lo combatió con firmeza hasta el 8 de diciembre de 1979 cuando fue relevado de su puesto jerárquico.
A partir de ese momento fue descendiendo permanentemente y sin pausa desde la máxima jerarquía jesuita, desde el máximo poder, hasta el ostracismo absoluto. De provincial pasó a ejercer como rector del Colegio Máximo de San Miguel, Provincia de Buenos Aires.
En 1980, Francisco tuvo una gangrena de vesícula que casi lo llevó a la muerte. Por suerte, el Dr. Juan Carlos Parodi lo operó con éxito sin cobrarle un solo peso. Fue esta la segunda vez en su vida que el Santo Padre se salvó milagrosamente gracias a operaciones quirúrgicas. La anterior fue cuando tenía 21 años y tuvieron que extirparle una parte de su pulmón derecho.
Durante el año 1985 fue despojado de su puesto de rector y designado como profesor de Teología, una caída sin escalas, bajando un escalón más hacia el llano.
El 25 de julio de 1990 fue uno de los peores días en la vida de Bergoglio, porque ese día fue despojado de la única función que le quedaba dentro del Colegio Máximo: la cátedra de Teología Pastoral. Para colmo de males lo trasladaron a la Provincia de Córdoba, donde, según palabras de los escritores Cámara y Pfaffen, fue “una decisión que muchos consideraban una verdadera pena de destierro, un exilio interno, un período oculto, de sombras”.
Desde la máxima jerarquía jesuita fue destinado a residir en la celda número 5, de 12 metros cuadrados, de la Residencia Mayor de la Compañía de Jesús en Córdoba. Despojado de cualquier cargo y de responsabilidades, su única misión asignada era la de confesar a los fieles que pasaran por el lugar. Había sido tan relegado que ni siquiera tenía asignado un horario de misa. Fue un tiempo de oscuridad y sombras. Pero a la vez un tiempo de purificación interior.
Y como el Ave Fénix que renace de las cenizas, desde el escalón más bajo fue designado obispo el 22 de mayo de 1992 y posteriormente cardenal el 21 de febrero de 2001 por Juan Pablo II.
Finalmente, el 13 de marzo de 2013, en la quinta ronda de votaciones del segundo día del cónclave, el cardenal Bergoglio fue elegido sucesor de Benedicto XVI asumiendo como Francisco.
Un ejemplo de vida, persistencia y fe para todo el mundo, de una persona que supo de éxitos, fracasos... y éxitos. ¤