La Asamblea General Constituyente se instaló en el edificio de la Iglesia Catedral. Los diputados juraron conservar y sostener la libertad, integridad y prosperidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata sin mencionar la consabida invocación de fidelidad a Fernando VII.
El triunviro J. J. Paso pronunció el discurso de apertura y a continuación fue elegido presidente de la Asamblea Carlos M. de Alvear, representante de Corrientes, y secretarios los diputados por Buenos Aires Hipólito Vieytes y Valentín Gómez.
La Asamblea inauguró las sesiones con los antedichos y además con Mariano Perdriel (Santiago del Estero), Juan Larrea y Gervasio Posadas (Córdoba), José Fermín Sarmiento (Catamarca), Vicente López (Buenos Aires), Francisco Argerich (Luján), Antonio Valle (San Juan), Juan Ramón Balcarce (Tucumán), José Ugarteche (La Rioja), Pablo Vidal (Jujuy), Bernardo de Monteagudo (Mendoza), Agustín J, Donado (San Luis), y Pedro J. Agrelo y José de Moldes (Salta). Las dos terceras partes del número de los diputados formaba el quórum.
La primera disposición de la Asamblea fue un decreto de diez artículos a través de los cuales asume la representación de la soberanía y decreta la inviolabilidad de los diputados y confirma en el gobierno a los miembros del Segundo Triunvirato hasta que ella tenga a bien disponer otra cosa. La Asamblea hizo público el ideal de la independencia cuando asume el ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y aunque no llegó a dictar una constitución, tomó varias disposiciones que equivalían a haberla promulgado. Esta importante declaración dio motivo para que algunos historiadores sostengan que nuestra independencia data de este año y no del Congreso de Tucumán.
La logia Lautaro, unificada con la Sociedad Patriótica, sostenía dos principios fundamentales: la declaración de la independencia y dictar una constitución republicana. Después del movimiento del 9 de octubre, dentro de la logia se vislumbraron dos tendencias que luego se harían presentes en la Asamblea del año XIII. José de San Martín deseaba cumplir las directivas trazadas por dicha sociedad secreta y bregaba por soluciones cuanto antes el problema interno, en base a la independencia y a una constitución.
Por su parte, Alvear consideraba necesario adecuar la situación interna del país a los problemas externos, política europea, amenaza portuguesa y probable invasión realista. Defendía un poder ejecutivo representado en una sola persona y a su juicio podían postergarse los dos principios fundamentales defendidos por la logia. Dichas disidencias gravitan en el desarrollo de la corporación soberana e incuban resentimientos, obstruyen iniciativas y se obstinan en producir tensión o en enervar sus posibilidades.
El Alvearismo trató de buscar arreglos y transacciones y al propio tiempo difiere la declaración de la independencia. Esta maniobra acentúa el divorcio de las facciones e inicia una lucha sorda e irreconciliable.
La Asamblea del año XIII se reunió para proclamar la independencia y dictar una constitución y es evidente que no pudo llevar a feliz término estos objetivos. ¤