Reelección K: Un cisne negro

El pasado 23 de octubre la Dra. Cristina Fernández de Kirchner fue reelegida para un nuevo mandato presidencial de cuatro años por una mayoría abrumadora de votos. Lo más curioso fue que, a nivel cotidiano, estas fueron las elecciones más anodinas desde el retorno a la democracia en 1983.
Pasaron como una noticia más, que solo mereció algún que otro comentario por parte de la gente común. No existió el clima de contienda electoral que caracterizó a las anteriores elecciones presidenciales, cuando había dudas respecto al comportamiento del electorado. Esta vez nadie dudaba: todo el mundo sabía que Cristina sería reelegida.

Para ponerlo en perspectiva, fue algo así como un partido de básquetbol entre el “dream team” de los Estados Unidos de 1992 y el seleccionado de Nepal. Un resultado cantado.
La imagen de fuerza, poder y capacidad de gobierno demostrada por la Presidenta en el último año de su gobierno pulverizó al atomizado y desconcertado espectro opositor. Se recalca expresamente “el último año de su gobierno” por una razón muy importante. Durante los tres primeros años de su mandato una legión de analistas políticos, periodistas y opinólogos afirmaban, sin ruborizarse, que el poder lo ejercía desde las sombras el ex presidente Néstor Kirchner y que el rol de la presidenta se limitaba simplemente a llevar a cabo lo que le dictaban.
Sin embargo, un hecho fatídico demostró la falsedad de ese pensamiento tan difundido por los medios de comunicación más importantes del país. La repentina muerte de Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2010 dejó a la presidenta sin el amor de su vida y sin el compañero de militancia política.
Apenas falleció el ex presidente Kirchner varios analistas políticos vaticinaban que la Presidenta no estaría a la altura de las circunstancias, y que sola no tendría capacidad para dirigir a la Argentina. Pero estos agoreros erraron feo con sus pronósticos, ya que cuando Cristina quedó viuda no solo demostró que realmente ella era quien mandaba, sino que resultó ser la más dura entre los duros.
De hecho, hasta se permitió el lujo de elegir a los candidatos de gobernaciones, legisladores y municipios a “gusto y piacere” e impuso su voluntad con mano férrea, sin dejarse intimidar por nadie. Tanto que hasta el todopoderoso e intimidante sindicalista Hugo Moyano solo logró ubicar a Facundo, uno de sus hijos, como diputado nacional.
Tan extraña resultó esta elección que hasta los propios candidatos opositores jugaron a favor de la presidenta con su actitud perdedora. Solo se pelearon para ver quién podía salir segundo con vistas a las próximas elecciones del 2015.
En las horas que siguieron a la muerte de Néstor Kirchner, los opositores, de conocer la obra del escritor Nassim Taleb, hubieran caratulado esta elección presidencial como un “cisne negro”. ¿Qué es eso? En su libro “El cisne negro – El impacto de lo altamente improbable”, Taleb define al “Cisne Negro” como un acontecimiento que cumple tres condiciones: para empezar, es un suceso altamente improbable, sus consecuencias son importantes y siempre es explicable “a posteriori”, nunca “a priori”.
Al final, Cristina Fernández de Kirchner fue reelegida en una elección con cero suspenso. Sin ningún opositor que le hiciera sombra.
¿Cómo es posible que sucediera esto?
Recordando que los cisnes negros solo se explican “a posteriori”, es fácil analizarlo. La mayoría de la gente votó por lo conocido, por lo seguro. Votó a una presidenta que gobierna con firmeza. Más allá de las valoraciones que se puedan esgrimir a favor o en contra de este gobierno, la cruda verdad es que ninguno de los opositores le llegaba a los talones. Y es más que probable que todos los otros candidatos se creyeron el cuento de los especialistas, los que afirmaban que la presidenta era incapaz de gobernar sola. Grave error.
Asimismo, los otros presidenciables tampoco aprendieron de la historia. Ya lo dijo Bill Clinton en su campaña de1992: “Es la economía, estúpido”. Ninguno de ellos se percató de que después de la devastadora crisis del 2001 las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner fomentaron el consumo, permitiendo las compras a crédito, los records de ventas de autos y los viajes al exterior, entre otras cosas.
La gente votó con el bolsillo y por eso las elecciones fueron solo un trámite burocrático.
Un auténtico “cisne negro”.©

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