Entrevista con Cristina Fernández de Kirchner
El pasado 14 de julio, el Consulado Argentino en Los Angeles organizó una recepción para recibir a Cristina Fernández de Kirchner.
Allí, la “primera ciudadana” argentina saludó a un centenar de compatriotas que se acercaron al lugar y dedicó unos minutos a conversar con El Suplemento. “Lo que te pido es que no hablemos de política, porque de la política ya estoy hasta acá…” dice Cristina tocándose la frente y levantando los párpados cargadísimos de pintura. Pienso que esta debe ser su “no tan sutil” manera de dejar en claro que ante la menor referencia a cierto tema prohibido nos quedamos sin entrevista.
Concurrimos a la residencia consular argentina -una lujosa casa en el corazón de Hancock Park- sabiendo de antemano que la entrevistada no quiere hablar de su controversial candidatura para las próximas elecciones legislativas de octubre.
Quien asegura estar harta de la política es senadora nacional, candidata en campaña y esposa del presidente de la Nación. ¿De qué otra cosa podríamos hablar? Acosada entre nuestro micrófono y decenas de compatriotas que acaban de participar del tradicional besamanos e intentan ahora acercarse para escuchar lo que dice “la senadora más linda del mundo” tal como la describió el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, comienza dejando en claro que su visita a Los Angeles no se debe a razones políticas:
“Vine acá porque el año pasado, cuando fui a la Universidad de Berkeley para dar una conferencia en San Francisco, Luis (Kreckler, cónsul argentino en Los Angeles) me adelantó que iban a hacer esta muestra sobre Evita y me pidió que viniese, porque mi presencia le daría más peso, más entidad y, además, tratándose de Evita, ni lo dudé. Así que el año pasado me comprometí a estar presente y acá estamos, con muchas ganas, porque a Evita se la ve solamente por su participación en la política, pero ella es algo más, y eso es lo que voy a estar explicando en el museo”.
La muestra “Evita: Up Close and Personal”, que se inauguró el pasado 16 de julio en el Museo Bowers de Santa Ana, reúne toda una serie de objetos personales de Eva Perón, viejas fotografías y material fílmico inédito. Durante su visita, la señora K se entrevistó con Peter Keller, (presidente del Museo); participó del cocktail para los invitados y fue nombrada huésped de honor de la ciudad de Santa Ana.
Cristina se siente cómoda hablando de su identificación con Evita y del legado del General Perón; ya desde el principio resulta evidente que pretende llenar nuestros diez minutos de entrevista con referencias necrológicas al panteón de los héroes peronistas y algún que otro halago a la gestión de su esposo.
Queremos preguntarle cómo justifica que el Partido Justicialista intente llevar dos candidatos para las próximas elecciones a senador por la provincia de Buenos Aires, cuando la Constitución expresa claramente que cuando una fuerza política tiene más de un candidato para un mismo puesto público, debe llamar a internas abiertas para que sólo uno pueda presentarse, cosa que el justicialismo se resiste a hacer. Pero esta es una pregunta que quedará sin contestar, tal vez porque la respuesta debería girar irremediablemente alrededor de la voracidad del gobierno y del propio duhaldismo por acumular poder aún a costa de violar la ley de una manera tan abierta.
Encaminamos entonces la conversación hacia su reunión con el alcalde de la ciudad de Los Angeles, Antonio Villaraigosa:
“El intercambio entre Los Angeles y la Argentina” dice, “ha crecido en un 83% respecto al año 2003. Lo hemos invitado a Villaraigosa a que vaya a Buenos Aires con una delegación de empresarios porque creemos que Estados Unidos -no sólo Los Angeles- debe comenzar a mirar a América Latina en forma diferente”.
Con el tema candidaturas fuera de la conversación, Cristina se entusiasma hablando de su encuentro con el alcalde:
“Al principio me pasó algo muy divertido con Villaraigosa: no me podía acordar todo su apellido completo. Después me dijeron que Raigosa es el apellido de su mujer y que él es Villar, así que ahí sí me dije que no me puedo olvidar más de ese apellido” comenta sorprendida. “Me impactó que en una sociedad y un mundo en el que los hombres hacen todo lo posible para absorber a las mujeres y que estas desaparezcan, que él no sólo no lo intente hacer sino que además haya hecho esto con su apellido me pareció un gesto impresionante”.
La primera dama se presentó además en el World Affairs Council of Los Angeles (Consejo de Asuntos Mundiales de Los Angeles) en donde se reunió también con varios empresarios que forman parte del Board of Governors (Junta de Gobernadores) y el International Circle (Círculo Internacional). Allí se habló de las posibilidades que ofrece la Argentina a los inversores extranjeros:
“Ya se están haciendo inversiones en materia de informática, biotecnología y turismo. Ofrecemos ventajas comparativas muy importantes por las características de la Argentina, su infraestructura, la calidad de sus recursos humanos, la diversidad climática, geográfica, cultural, la inexistencia de conflictos étnicos o religiosos… en fin” exagera, con una media sonrisa de adolescente presumida “casi un oasis en este mundo tan complicado que tenemos”.
Cuando los Kirchner hacen su evaluación del camino que debiemos recorrer los argentinos desde aquellos tumultuosos días de finales del 2001 hasta el presente, suelen apelar a la imaginería bíblica: palabras como infierno, purgatorio o vía crucis se entremezclan con términos más contemporáneos como default, superávit o índice de pobreza. Cristina habla de la recuperación argentina con el orgullo de un Adenauer explicando el milagro alemán:
“Lo más importante es que hemos llegado hoy a tener un país que es casi la antítesis del que teníamos cuando Kirchner llegó al gobierno. Hoy tenemos una deuda externa de 77 mil millones de dólares menos, por primera vez renegociamos la deuda debiendo menos al momento de finalizar la renegociación, y con casi 24 mil millones de dólares de reservas en el Banco Central”. “No es que estemos en el Paraíso”, dice cual Virgilio caminando a través de los diferentes círculos del Infierno de Dante “pero me parece que estamos llegando a las puertas del Purgatorio”. No queda claro si se refiere a las puertas de entrada o de salida.
El mozo pasa ofreciendo empanadas de carne. A nuestras espaldas los chicos de la Asociación Argentina comienzan a precalentar sus piernas: en unos minutos estarán bailando un malambo y un pericón para deleite de los presentes. Me resulta curioso verlos tan vestidos de gauchos y hablando un tan perfecto inglés.
Le preguntamos a la senadora cuáles son las medidas más urgentes que deberían tomarse en la provincia de Buenos Aires para combatir la extrema pobreza y marginación, que sobre todo en el conurbano alcanza niveles escandalosos:
“Para empezar,” dice, “no creo que sea un problema de la provincia, sino de un proyecto de país, o de carencia de proyecto. Fundamentalmente me parece que hay que transparentar el sistema político en Argentina, lo que significa que cada ciudadano, cuando vote, sepa lo que esté votando”. “Ahora observamos una suerte de defraudación moral, cultural y electoral, en donde los ciudadanos” (nótese el repentino cambio de tiempo verbal) “votaban una cosa y los representantes políticos hacían otra. Nosotros queremos representar este espacio político concreto que significa respeto absoluto a los derechos humanos en la Argentina, con justicia, con castigo a quienes los han violado; queremos una renovación de la Corte como la que se ha hecho, no con amigos del presidente sino con hombres y mujeres del derecho, queremos seguir en la defensa de los derechos de la Argentina cuando negociamos con los organismos de crédito internacionales. Por esto,” concluye, “muchos miembros de nuestro mismo partido nos han criticado”.
En este punto, consciente de que vamos llegando al final de la entrevista y ya no hay más lugar para preguntas, la candidata en plena campaña electoral no puede resistir criticar a sus contrincantes duhaldistas con un certero tiro por elevación:
“Yo creo que cuando uno no está de acuerdo con algo lo tiene que decir claramente. Yo, por ejemplo, cuando no estaba de acuerdo con el menemismo lo decía, y fui una clara opositora interna, y a mí me gusta esto. No me interesa condenar a quien no está de acuerdo conmigo, lo que sí condeno es la simulación. Los argentinos hemos votado muchas veces una cosa y nos han salido con otra, y es hora de que cuando uno emite un voto sepa que no va a ser engañado”. Por eso, asegura, va a ser candidata en la provincia de Buenos Aires. “Todo el mundo sabe lo que está pasando allá, y yo me he caracterizado siempre por ser muy frontal, muy sincera, y esto me ha costado muchos dolores de cabeza, pero me parece que vale la pena representar las cosas en las que uno cree”.
El Cónsul espera paciente a un costado, pero el círculo de admiradores se va cerrando a nuestro alrededor.
“¿Viste?” dice Cristina dando unos pasos hacia atrás mientras se apresta a posar para la enésima foto, esta vez junto a un señor mayor de impecable traje gris. “Al final terminamos hablando de política”. El señor no sabe bien a qué se refiere, pero lo mismo le festeja la ocurrencia con una carcajada forzada. Ø
El gran desafío para el futuro
El corte de luz que retrasó su discurso unos 20 minutos le viene como anillo al dedo para comentar con cierta ironía que no sólo en Argentina pasan cosas como esta. “Los argentinos tenemos eso de creer que las cosas malas nos suceden únicamente a nosotros, y todo lo de afuera es más lindo que lo de adentro. Ustedes que están afuera saben que esto no es así”. Reconoció a continuación que muchos compatriotas se han visto forzados a dejar su país debido a que los sucesivos gobiernos no les han brindado las oportunidades que se merecen. “A sólo 5 años del bicentenario, los argentinos estamos decididos a cambiar la historia”, dice, y reconoce que los líderes políticos son sólo instrumentos que la historia toma “para modificar un rumbo que venía muy mal para nuestro país”.
“La debacle económica y la implosión social que sufrió la Argentina no era nada comparada a la gran debacle moral y cultural que tuvimos”, agrega con gesto de indignación.
Después se extenderá sobre los logros del actual gobierno en materia de derechos humanos y renegociación de la deuda, y no dejará pasar la oportunidad para diferenciarse del menemismo, al que acusa de hundir el país durante la década de los '90.
Ahora el gran desafío, asegura, es construir éxitos colectivos para volver a sentirnos orgullosos de ser argentinos. “Los argentinos somos muy talentosos, pero nos pasa algo: funcionamos muy bien individualmente, pero parece que todavía no hemos aprendido a funcionar colectivamente”.
“Desconfío de las sociedades uniformes en las que todos piensan igual; creo en la diversidad, pero la diversidad no puede ser un obstáculo para la construcción de un país”, concluye entusiasmada. “Y en eso estamos”. Ø