Claro, ahora se consiguen de todos los diseños, tamaños y colores.
El plástico viene hoy con o sin ptalatos y tantos otros contaminantes de difícil pronunciación, y ni siquiera hay que caminar hasta el almacén del petiso Corbalán (dos cuadras hacia la parada del colectivo, cruzando las vías); se ordenan online. Pero a principios de los 70, uno llevaba uno de esos vasitos plegables a la escuela y tenía para fanfarronear con las chicas de segundo grado por el resto del año. Tecnología de alta gama, mordete la lengua, Elon Musk.
Estos vasitos, que venían en vivos colores, sobre todo el rojo. el naranja o el azul, se comprimían como un acordeón. Una tapa los cubría por la parte superior, mientras que otra formaba la base. ¿A prueba de goteos? No siempre, a veces el vascolet escapaba por alguna rendija. ¿A prueba de fallas? Menos; en ocasiones el sistema presentaba alguna complicación y se trababa a mitad de camino, dejándonos con un vasito bastante chueco, aunque medianamente utilizable. ¿Resistente a los golpes? Por supuesto… siempre y cuando uno no se olvidara de plegarlo después de usarlo, metiéndolo en el portafolios entre la cartuchera y el cuaderno Rivadavia.
En fin, eran útiles y en su época representaban la tecnología de punta dentro del rubro de elementos escolares. Hoy se buscan como objeto de nostalgia y antigüedad. ¤