Desde chico me fascinó el cine, tanto que con mi familia íbamos casi todos los días a ver películas en los cines de la calle Lavalle. Pero no me gustaba cualquier cine: me hice fanático, específicamente, del cine de Hollywood. Por sus historias, la forma de narrarlas, su calidad técnica, las imágenes, la música… Ese sentimiento con el paso del tiempo no ha mermado en absoluto. Al contrario, luego de disfrutar los films con las nuevas tecnologías 3D, esa pasión se ha acrecentado. Sin embargo, esa admiración que hago pública entre mis conocidos y amistades, permanentemente me trae inconvenientes. De hecho, la “intelectualidad” me rechaza abiertamente, ya que considera que es vergonzoso que alguien admire ese tipo de cine (dicho despectivamente), porque entre los cinéfilos cultos de la Argentina el cine es considerado como “el séptimo arte”. Personalmente, considero, igual que en Hollywood, que se trata de una industria.
Últimamente me di cuenta de que en realidad el hablar despectivamente del cine norteamericano era sólo un pretexto para desnudar los sentimientos de “Schadenfreude” que carcome el espíritu de millones de nuestros compatriotas, por el éxito de sus producciones cinematográficas o televisivas, la fama mundial de sus actores, las tecnologías que desarrollan, etc. Schadenfreude es un término del idioma alemán que significa algo así como "alegría maligna" por el mal que padecen otros. Sencillamente podría sintetizarse como disfrutar por el mal ajeno. Así como se siente envidia por el éxito de los otros, se disfruta de Schadenfreude con la caída en desgracia de los otros.
Millones habrán sentido envidia por los triunfos del golfista Tiger Woods mientras iba acumulando premios y millones. Ahora que se destapó su adicción al sexo y perdió contratos millonarios y está en desgracia, es tiempo de regodearse con la Schadenfreude. Al respecto, vale la pena recordar dos dichos antagónicos sobre este término, que si bien describe un sentimiento universal, sólo ha sido definido por los alemanes: "Sentir envidia es humano, gozar de la Schadenfreude es perverso" (Arthur Schopenhauer); "Schadenfreude es la alegría más bella, ya que proviene del corazón" (frase popular alemana).
En los deportes que despiertan fanatismo, como en el fútbol de todo el mundo, es muy común notar que la derrota de los equipos rivales provoquen cantidades masivas de Schadenfreude. Cuando el huracán Katrina asoló New Orleans, infinidad de colegas disfrutaron mostrando a los argentinos y el mundo que existía una Norteamérica pobre y abandonada, recalcando una y otra vez que había millones de pobres en los Estados Unidos. Con el tiempo, y observando el comportamiento a nivel informativo o personal, pude apreciar que son muchos los que disfrutan cuando a los Estados Unidos o a sus ciudadanos les va mal. Por los motivos que sean y dónde sea. Schadenfreude en su máxima pureza. Lo más extraño es que son millones los que no dudarían un instante en irse a vivir, con residencia legal, a ese país considerado como el causante de casi todos nuestros pesares. Hace un tiempo pude ver por televisión a un famoso actor argentino afirmando sin ruborizarse que la producción de la obra teatral donde trabajaba (en la Av. Corrientes) no tenía nada que envidiarle a la producción que en esos mismos momentos estaba en cartel en Broadway. Obviamente, ni siquiera se preocupó en explicar por qué estaba actuando en una adaptación extranjera, precisamente norteamericana, en vez de actuar en la obra de un autor argentino. Personalmente, creí notar que en forma canchera ese actor, casi al final de la entrevista, dio a entender que la producción argentina era mejor que la producción de Broadway. Ese mismo actor, en la última entrega de los Oscars, estuvo saltando patéticamente de un asiento a otro para poder subir al escenario sin ser invitado para salir en la foto junto al director galardonado. A pesar de que era un actor de reparto en la película premiada, no quiso dejar de aparecer en las fotos de la industria de Hollywood, ese lugar tan odiado por nuestros intelectuales.
La eterna dicotomía que padecen muchos argentinos respecto a la mayor superpotencia que ha conocido la historia de la humanidad se puede resumir, entonces, en dos simples sentimientos muy humanos: envidia o Schadenfreude. ©