Cortos y Malos
-¿Cuál es el único pez que hace karate?
¡El aaaaaaaaaaatún!
-¿Por qué ríen los ángeles?
¡Por la gracia de Dios!
-¿Por qué las almas de los ratones no llegan al cielo?
¡Por el gato volador!
-¿Qué le dice un elefante a un hombre desnudo?
- Y... ¿con eso respirás?
Dos pulgas iban por la calle y le dice una a la otra:
- ¿Vamos caminando o tomamos un perro?
En un bar:
- ¿Tiene tabasco?
- Si hijo, en la másquina.
La ranita y la princesa
Un viejito de 85 años iba caminando por el bosque y de repente una ranita le dijo, desde una rama de un árbol:
-Pss, pss, sí, usted, aquí, en la rama. Soy la ranita.
El hombre no salía de su asombro cuando la ranita le dijo:
-Una bruja malvada me ha convertido en rana. Si me da un beso en la boca me convertiré en princesa nuevamente ¡y le daré todos los placeres que desee!
El buen hombre la agarró en su mano y la metió en su bolsillo.
La rana se asomó y ofendida le gritó:
-¿Pero usted es tonto? ¡Le he dicho que si me da un beso en la boca me convertiré en princesa y le daré todos los placeres que desee! ¡Vamos, deme un beso en la boca!
A lo que el hombre, sonriendo le respondió:
-A mi edad, prefiero tener una ranita que hable antes que una princesa...
Un piadoso
Una tarde, un famoso y acaudalado empresario iba en su limosina cuando vio a dos hombres a la orilla de la carretera comiendo pasto.
Preocupado, ordenó a su chofer detenerse y bajó a investigar y le preguntó a uno de ellos:
- ¿Por qué están comiendo pasto, muchacho?
- No tenemos dinero para comida - dijo el pobre hombre. -Tenemos que comer pasto.
- Bueno, entonces vengan a mi casa y yo los alimentaré – dijo el empresario.
- Gracias, don, pero tengo esposa y dos piojosos conmigo. Están allí, debajo de aquel árbol.
- Que vengan también - dijo el empresario.
Volviéndose al otro pobre hombre, le dijo:
- Usted, también, véngase, mi amigo.
El hombre, con una voz lastimosa dijo:
- Pero, señor, yo también tengo esposa y SEIS hijos conmigo...
- Que se vengan ellos también - respondió el empresario.
Entraron todos en el enorme y lujoso auto, lo que no fue fácil, aún para un automóvil tan grande como su limusina.
Una vez en camino, uno de los pobres tipos miró al empresario y le dijo:
- Señor, usted es muy bueno. Gracias por llevarnos a todos a su casa.
El empresario le contestó:
- No, mi amigo, no se preocupe, estoy feliz de hacerlo. Les va a encantar mi casa... ¡El pasto está como de metro y medio de alto!