Como un volcán

Como un volcánLa corrupción, la falta de justicia y la obstinada negación de los problemas reales están llevando a la Argentina a una situación similar a la de un volcán a punto de entrar en erupción. Dicen que la Justicia es lenta pero sabia; en Argentina se da el caso de una Justicia lenta pero estúpida, o lo que es peor, lenta y corrupta.

Los casos de corrupción aterrizan en los despachos judiciales y pasa el tiempo sin que veamos que en alguno de ellos se llegue a meter preso a los corruptos de nuestro país. Los escándalos caen uno tras otro en nuestra querida Argentina, una sucesión de hechos que llevan a olvidar los anteriores. Inadvertido en medio de todo esto, el 4 de agosto se cumplió un año de uno de los más sonados casos de corrupción de la actual gestión: el secuestro de la valija con 800.000 dólares que el venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson quiso ingresar en la Argentina tras bajar de un taxi aéreo contratado por la empresa estatal argentina Enarsa.
Por tratarse de una valija, de algo mucho más gráfico y repetitivo que el complejo caso Skanska, con sus coimas y sobreprecios millonarios en gasoductos, el llamado "valijagate" y sus dólares de origen desconocido se convirtió en símbolo de la corrupción kirchnerista, que nada tiene que envidiarle a la del menemismo, precursor en esto de valijas con dólares, como las del "narcogate" o lavado de dinero de la droga, en 1991. En este sentido, hay una continuidad entre los gobiernos de los Kirchner y los de Carlos Menem. La Justicia argentina se quitó la venda de uno de sus ojos para poder ver quienes eran los involucrados en cada caso y de esa manera poder demorar “ad infinitum” las investigaciones de estos hechos y de esa manera beneficiarlos para que el largo brazo de la ley no los alcance, por lo menos hasta que dichos “funcionarios” decidan desaparecer de la escena con el menor ruido posible.
El juez del caso es un tal Petrone, recientemente nombrado por la Presidenta; siguiendo directiva de sus “jefes”, eliminó del expediente la figura de contrabando y la reemplazó por la de lavado de dinero, más difícil de probar que el contrabando y, además, excarcelable.
El caso Skanska languidece; igual que la investigación del recorrido y monto de los fondos de Santa Cruz que Néstor Kirchner depositó en el exterior cuando fue gobernador de esa provincia; ese caso se archivó, al igual que la del notorio incremento del patrimonio de la pareja presidencial.
El reciente caso del fusilamiento en un descampado de General Rodríguez de tres jóvenes empresarios vuelve a poner sobre el tapete el tema de los aportes empresariales a las campañas presidenciales. Uno de los asesinados, Sebastián Forza, era propietario de una droguería que fue una de las principales auspiciantes de la campaña de Cristina Kirchner. Da la casualidad que uno de los recaudadores, Héctor Capaccioli, es el superintendente de Servicios de la Salud, encargado de supervisar empresas proveedoras de servicios de salud.
Para peor, estas tres muertes se suman y se vinculan a los dos colombianos asesinados en Unicenter. Cinco muertes probablemente vinculadas a carteles del narcotráfico en las últimas semanas. Una fábrica de éxtasis es hallada en la localidad bonaerense de Maschwitz. Se revela el negocio de la efedrina, una sustancia que se usa para medicamentos antigripales, pero que es también esencial para la fabricación de drogas sintéticas como el éxtasis. Existe además la certeza de que también se elabora en el país "pasta base" de cocaína, cuyos residuos se convierten luego en el "paco", que está matando rápidamente el cerebro de miles de jóvenes argentinos.
La Argentina parece, visto los últimos acontecimientos, haberse encontrado con el destino de muchas naciones latinoamericanas: convivir con el narcotráfico, con su inmoral dinero y con la catarata de muertes que produce el tamaño de esas fortunas. Ningún país alberga al narcotráfico sin comprometer, más temprano que tarde, a su propio Estado en esos intereses. Y ningún Estado se limpia fácilmente del narcotráfico una vez que éste lo perforó, porque sencillamente no hay dinero lícito capaz de alcanzar la grandiosa generosidad del dinero fácil e ilegal.
Aquí ni siquiera ha empezado el combate de este flagelo. La crónica periodística habló en los últimos días de carteles colombianos y mexicanos para informar de las feroces ejecuciones de General Rodríguez o de la masacre en Unicenter. Un primer dato parece haberse confirmado: había compra y venta de efedrina. La efedrina es una sustancia que se importa de Asia y que la usan los laboratorios medicinales. Tan fáciles resultan las cosas en la Argentina, que los carteles colombianos y mexicanos decidieron fabricar la droga llamada "éxtasis" directamente en nuestro país. Todo esto ha reiniciado el viejo debate sobre si la Argentina es un país de tránsito o de consumo. A la vista de lo últimos sucesos, hay tránsito importante y frecuente. A los carteles de la droga no les costaría mucho, por lo tanto, florecer en tierras tan fértiles. No es la primera vez, en efecto, que carteles de narcotraficantes aterrizan en la Argentina. Podríamos estar sólo ante los primeros síntomas del desembarco de carteles de la droga en la Argentina, pero no por eso es menos grave. En las décadas del 80 y del 90, las guerras del tráfico de drogas se dieron, sobre todo, en Colombia. México era entonces sólo una sala de espera de la droga para ingresar en los Estados Unidos. Fue así hasta que criminales mexicanos comprendieron que ellos podían hacer todo: fabricar la droga, trasladarla a los Estados Unidos y luego venderla allí. El resultado no necesita de adjetivos: en lo que va de 2008, hubo en México, según cifras oficiales, unas 2700 muertes producidas por guerras entre carteles o por los enfrentamientos de éstos con las fuerzas de seguridad.
El ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, negó que Argentina se haya "colombianizado" por la acción de grupos mafiosos vinculados al narcotráfico, sólo admitió que existen unas pequeñas bandas en el país que se dedican a la venta ilícita de estupefacientes. La negación es justamente la medida contraria para resolver un problema que ya existe.
La corrupción ha llegado a formar parte del sistema político y de la justicia, lo que demuestra que existen instituciones débiles. Para desterrar la cultura de la corrupción, tanto del ámbito público como del privado, deberá garantizarse la ausencia absoluta de impunidad, cuyo presupuesto fundamental es la independencia real y efectiva del Poder Judicial. Sin una justicia independiente, no hay forma alguna de combatir la corrupción.
La corrupción, el abuso del poder, el tráfico de influencias, el dinero mal habido, todo esto se conjuga en un país sin justicia. A todo eso se puede agregar la inoperancia, el descontrol para crear un país donde la impunidad reina y cual catarata todo lo que baja desde arriba se inserta en todos los estratos de la sociedad.
Todo lo mencionado anteriormente, ha ocurrido siempre en todas las sociedades; no obstante, cada vez habrá más en nuestro país, porque la mala consejera es la impunidad. Y nuestros políticos han hecho todo lo necesario por asegurar la impunidad, sin dudas un reaseguro para ellos mismos, aunque el precio para la sociedad sea muy alto y no se vislumbra en el horizonte la creación de los anticuerpos necesarios. ©

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