Nada puede vivir a su sombra
El vinal es un árbol que suele alcanzar varios metros de altura, y se bifurca desde arriba en ramas delgadas cubiertas de enormes espinas. Debajo del vinal no crece planta alguna, al parecer por las emanaciones del mismo árbol, no bien determinadas todavía.
Consignamos aquí la causa de este fenómeno según la fantasía aborigen, que tiene para cada misterio una explicación sobrenatural:
Aconteció que en una tribu guaraní nació un niño con instintos manifiestamente perversos.
Desde muy pequeño dio muestras de crueldad, y a su impiedad no escapaban los más inocentes moradores del bosque, sean pájaros o animales.
Alarmada, la madre dio cuenta al cacique de lo que estaba ocurriendo. Éste llamó a los hechiceros, quienes después de un largo consejo llegaron a la conclusión de que el pequeño estaba poseído por el espíritu de Añaham.
Era necesario, pues, curarlo. Se resolvió, en acuerdo con el cacique, apresarlo para llevar a cabo la importante tarea de desalojar al “maldito” del cuerpo. Pero cuando los hechiceros se acercaron al niño para cumplir su cometido, éste, retrocediendo sigilosamente, preparó su arco y sus flechas. De nada valieron las amenazas del cacique. El niño esperó a que se acercaran y descargó sobre ellos las flechas mortales. Consumado el crimen, comenzó a huir perseguido por toda la gente de la tribu. En varias oportunidades el pueblo enardecido estuvo a punto de darle alcance, pero legiones de cardones, sobre los que el criminal pasaba como un hálito, les cortaban el paso. Finalmente lo perdieron de vista.
Días después encontraron en la selva un árbol nuevo. Era el niño que había caído del cansancio, pero Añahan le había concedido el último favor para protegerlo: lo cubrió de espinas.
Y así nació el vinal, por obra del demonio. Tan malvado sigue siendo que a nadie permite vivir a su sombra, a excepción del cardón y el cardoncillo que ayudaron en su huida. A todas las demás plantas las mata sin compasión. Por eso los indios procuran destruirlo donde lo encuentran, pero deben cuidarse de los garfios arteros con que Añahan lo ha dotado.
En la próxima entrega les contaré cómo un conocido personal, el santiagueño Kishca Infante, creó con la espina del vinal un instrumento musical al que llamó Kishca. ¤