Cuando la próxima edición de El Suplemento llegue a sus manos, Estados Unidos habrá elegido a un nuevo presidente. George W. Bush deja el país empantanado en una guerra interminable declarada por motivos falsos, azotado por una economía en decadencia gracias a la cual los ricos se han vuelto mucho más ricos y los pobres mucho más pobres, la capacidad productiva devastada, con los derechos civiles seriamente amenazados y el estado de la educación en condiciones lamentables.
Para recuperar el terreno perdido y marchar con optimismo y certeza hacia el futuro, el país necesitará de un cambio radical. Sabemos que el candidato republicano John McCain (quien por conveniencia reniega ahora de las políticas impulsadas por el presidente Bush durante los pasados ocho años), representa el continuismo. De hecho, ha debido apelar a la patraña de ser un “maverick”, un rebelde dentro del Partido, para despegarse del actual presidente y enfrentar con chances la propuesta de cambio de su contrincante. Muchas cosas pueden afirmarse sobre la falta de capacidad para el puesto de John McCain. Sin embargo, la elección de la caricaturesca Sarah Palin como acompañante de fórmula basta para demostrar más que ninguna otra cosa sus limitaciones de estadista.
Lo que nos resulta aún una incógnita es el candidato demócrata, Barak Obama, quien se presenta como la tan necesitada renovación, pero que no termina de convencer a buena parte del electorado que reclama un cambio en serio. El problema es que Obama, en lugar de proponer cambiar un sistema político y económico que se encuentra en una seria crisis, propone apenas administrarlo mejor... Quizás se trate nomás de una estrategia de campaña, para mostrarse moderado frente a un electorado tradicionalmente temeroso de los cambios profundos, aún cuando más los necesita. Quizás nos sorprenda gratamente una vez instalado en la Casa Blanca y con el poder en sus manos.
A pesar de todo, miramos el futuro con optimismo, aunque más no sea porque más allá de que el nuevo presidente sea un demócrata o un republicano, es muy difícil que pueda llegar a hacer un peor gobierno que el que afortunadamente está llegando a su fin. Precisamos un líder que lleve al país a recuperar el prestigio internacional perdido. Queremos imaginarnos un Estados Unidos repartiendo libros y medicamentos en los países pobres, no bombas y misiles. Con una economía liderada por los sectores del trabajo y no los de la especulación financiera. Edificando un sistema de salud en el que el paciente sea atendido de acuerdo a sus necesidades, y no de acuerdo a su cuenta bancaria. Un país comprometido con la preservación del medio ambiente, y no a la cabeza de la lista de los mayores contaminadores del mundo. Un país, en definitiva, que vuelva a ser la tierra de oportunidades para todos que crearon sus fundadores. ©