En algún momento durante los primeros años del gobierno de Carlos Menem, el periodista Bernardo Neustadt definía que al caudillo riojano se lo veía como rubio, alto y de ojos celestes; esa frase representaba muy bien el sentimiento de buena parte de la gente cuando los indicadores económicos y sociales marcaban el buen momento por el que pasaba el caudillo riojano.
Con el paso del tiempo y los continuos desatinos del gobierno menemista, “El Carlos” volvió a ser el que mostraban los afiches de campaña. Con el gobierno de los Kirchner pasó lo mismo o algo parecido: en sus inicios el estilo Kirchner caía simpático, a medida que nos alejábamos de la profunda crisis que envolvió al país allá a lo lejos en los finales del año 2001, su esposa Kristina se nos aparecía hermosa y radiante, una modelo en todo su esplendor, y la actitud revanchista y bravucona de la pareja presidencial era “necesaria”.
Hoy, a pocos meses de que esta especie de reinado K fuera bendecido por las urnas, todo lo que tiempo atrás era atractivo se volvió un boomerang, resultando que en menos de nueve meses la Presidenta batió el récord de pérdida de credibilidad y poder que hasta ese momento ostentaba Dormilón “De la Rua”.
Como consecuencia de los avatares de los últimos días y pese a cierto optimismo casi bobo de muchos de los analistas políticos, nada hace vislumbrar cambios positivos para nuestro país, por lo menos a la vista de los actores que ejercen el poder en esta etapa de la crisis.
¿A qué me refiero cuando digo que no veo nada para el festejo?. Con la supuesta finalización de la crisis con el campo luego del frustrado paso por el Congreso del proyecto oficial de retenciones, me enfoco primero en el análisis de los contendientes. Por un lado, el Poder Ejecutivo, apoyado por una masa de piqueteros rentados, sindicalistas del mismo estilo y un montón de gente arriada por el sándwich y la Coca. Enfrentados a ellos, una coalición variopinta conformada por chacareros, latifundistas, buena parte de la clase media, políticos opositores, compañeros disidentes, sin dejar de nombrar a toda la lacra política oportunista en decadencia.
Esto nos da un parámetro que revela un Gobierno solo y una oposición aún ausente y débil que sólo se junta ante la impericia del Gobierno para manejar la crisis.
Si en el momento de mayor tensión que tuvo este gobierno puede juntar en sus actos, con viento a favor, unas pocas miles de personas en su apoyo, mientras que todo el arco de la oposición junta el doble de participantes, y sabiendo que en nuestro país viven unas 40 millones de personas, la pregunta es: ¿qué grado de importancia le da a la política el resto de la población, que parece desvelarse más por quién ganará en “Bailando por un Sueño, o en el ”baile del caño”, o se tortura pensando si Messi podrá estar en los Juegos Olímpicos o no? La respuesta está en la poca participación política y casi nula voluntad democrática que se ve en nuestro país en los últimos tiempos.
Hay quienes luego de la votación del Senado miran el futuro positivamente, como considerando que nuestros gobernantes del día a la noche van a cambiar sus posturas arbitrarias para trabajar en función del país por la vía del consenso. Luego del debate se escuchó decir: “Debe tenderse la mano hacia quienes han sido por obsecación artífices de la propia derrota e invitarlos, una vez más, al diálogo con los adversarios. Ese diálogo exige, simultáneamente, firmeza y ductilidad, flexibilidad y solidez”. Un ex presidente argentino, experimentado tanto en la gestión y en los éxitos resonantes como en los reveses más graves de la política, se preguntaba hace horas, con ánimo de sugerencia: ¿Qué ocurriría, qué no ocurriría, si la Presidenta llama a Cobos y, corrigiéndose, le confiesa: «Ha sido un precio duro, pero ha sido el precio de la democracia. Vale la pena pagarlo; sigamos adelante»?.
También se escuchó: “Las instituciones de la República han salido fortalecidas y el Congreso, reivindicado por su independencia ante el Poder Ejecutivo”.
“Cristina Kirchner debería buscar que esta crisis que vive su gobierno se convierta en una oportunidad. Una oportunidad para que el mundo empiece a creer que la tan mentada calidad institucional no es tan imposible en la Argentina y que las instituciones republicanas pueden funcionar a pesar del kirchnerismo”. Bla, bla, bla…
Alguien en su sano juicio pensaría que el partido gobernante adoptaría una actitud de consenso y una predisposición al cambio luego de lo ocurrido. Pero fijémonos al otro día de la sesión en el Congreso, la Presidenta parecía vivir en otro país y en otro mundo. Habló de traidores y de lealtades; eso, en cualquier diccionario, no es búsqueda de consenso.
En el Gobierno creen que Julio Cobos volteó a los Kirchner, cuando lo que hizo fue dar el último empujón para desarticular una arquitectura de poder que ya mucho antes hacía agua por todos lados. Un diagnóstico equivocado no nos revela la solución adecuada.
El cambio de actitud de la Presidenta no parece ser viable, en razón de los últimos acontecimientos: a) Reunir a legisladores en Olivos para felicitar a los que obedecieron las directivas de la pareja presidencial. b) Calificar a su compañero de fórmula como de decepcionante labor, basada en la esperada votación positiva que se descontaba.
Pero a la par de todo esto, un nuevo discurso para el engaño está naciendo y entre líneas quiere convencernos cuando dicen: “Debe aparecer cuanto antes un gobierno de la Presidenta; el que tiene está demasiado manchado por la impronta perdidosa de su esposo”. Nos quieren hacer creer que Kristina sola es diferente, pero eso es imposible, porque la Presidenta comparte con Néstor Kirchner un sistema de poder según el cual todo (reorganizar la economía, respetar las instituciones, construir una cultura política más sofisticada) se resuelve en un campo de batalla.
Pasaron un par de semanas y para quienes esperaban un cambio en la manera de gestionar, la aparición de Massa como jefe de Gabinete en reemplazo de Alberto Fernández no parece haber generado demasiado entusiasmo. Massa es otro reciclado de la política. Y el cambio no se dio por convicción para generar un nuevo aire en el Gobierno, sino por el abandono de un totalmente quemado hoy ex jefe de Gabinete.
La demagogia sigue presente, en este corto lapso se recurrió mucho a la tribuna partidaria y a la imagen de Evita y se recurrió al siempre vigente recurso de la nacionalización, volviendo a reflotar al patrioterismo tan útil en los primeros años de gestión K, con la re nacionalización de Aerolíneas Argentinas.
Las voces contra este nuevo desliz del Estado Bobo son muchas, pero recurro a dos que nacen en dos personas de pensamientos políticos diametralmente opuestos pero que coinciden en lo malo que será para nuestro país. Uno es Rosendo Fraga, que dice: "No hay ningún cambio, no han registrado el mensaje, con Aerolíneas se están cargando una nueva Lafsa, que en vez de 900 empleados tiene 9200, que generará muchos problemas y agrandará los problemas fiscales”.
Por otro lado, Pino Solanas se pregunta: “¿Otra falsa argentinización?¨ Y explica: ¨Ahora el Gobierno sale en salvataje del concesionario español que deja la empresa con una deuda que ronda los u$s 900 millones, un solo avión propio y 43 alquilados, pero la mitad no vuela por averías.
¿Por qué el Estado argentino, siendo acreedor de Aerolíneas, tiene que hacerse cargo del quebranto? ¿No pasó lo mismo con la vieja privatización de Austral, quebrada por el grupo Pescarmona? ¿Otra vez pagaremos deudas para volver a entregar la empresa al capital privado o a López Mena, dueño de Buquebús, o será otra falsa ´argentinización´, como la de YPF-Repsol con el banquero Ezquenazi?¨
Y finaliza diciendo: “El Estado cuenta con dos empresas que esperan se las dote de equipos: LAFSA, con personal y sin aviones, y LADE, con una vieja flota donde vuelan pocos aviones.
¿No sería más sensato que en base a ellas y al personal y rutas de Aerolíneas se invierta en una nueva compañía lo que se piensa pagar por las deudas de Marsans? La Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones, hasta hoy fue cómplice del despojo. Es de esperar que esta vez el Congreso impulse un gran debate sobre el futuro de la aerolínea de bandera y la reconstrucción del sistema integral de transporte”.
Siempre caemos en el mismo error de pensar que van a cambiar y actuar de la manera en que nosotros vemos las cosas. Es imposible, porque no saben actuar de otra manera. Lo han demostrado hasta el cansancio. No lo sienten ni lo entienden. Lo más probable es que sigan persistiendo con el mismo sistema y más tarde que temprano sobrevendrá el colapso.
No pretendamos que el cambio venga de parte de ellos; el cambio debe ser nuestro en la manera de consolidarnos democráticamente, de participar y de pedir resultados y hasta en el momento en que tengamos que analizar nuestro voto.
El cambio empieza por casa, de lo contrario y cayendo en una broma facilista muy escuchada en Argentina: “la única salida de nuestro país es... Ezeiza”. ©