Así se presentaba el Topolín desde su sobre de papel,
en el que un ¿topo, ratón...? sostenía en su mano izquierda un chupetín más grande que su propia cabeza. La verdad, muy pocos recordarán si el chupetín en sí era sabroso o no, aunque la memoria nos trae algo pegajoso y super azucarado. Sin embargo, el chupetín era lo de menos, ya que el mayor atractivo era el juguete sorpresa que venía adentro, desde soldaditos hasta barcos de plástico, y desde pequeñísimos e inservibles peines hasta igualmente inservibles mini espejos. Hoy en día la mayor parte de los chicos desconocen de su existencia, aunque algunos nostálgicos aseguran que aún se pueden conseguir en ciertos quioscos, con el paquete ligeramente renovado y versión Mercosur (”Pirulito com brinquedo”). ¤