Desde los albores de nuestro joven país, la mentira inunda todas las esferas sociales: próceres que no eran tan próceres, personalidades que de acuerdo a la visión política del que escribió nuestros libros de historia podrán pasar de héroes a demonios... Un ejemplo es la histórica mentira sobre la muerte de Mariano Moreno que nos contaron hasta no hace tanto.
Lo preocupante es que las mentiras que nacen en el poder, se van enquistando en el ideario popular, pasando a través del tiempo a convertirse en realidades indiscutibles.
Entre este tipo de mentiras encontramos quizá la principal y más peligrosa, que tan bien han sabido utilizar todos los políticos de turno y que tan hondo ha calado en la conciencia de nuestra sociedad: esa mentira es el tema de las culpas. La mejor manera de no ser acusado es echarle la culpa a otro, así nunca será responsabilidad nuestra; aunque las pruebas sean incontestables, el pueblo se comerá el discurso. Así siempre las culpas serán del anterior: de los militares, del FMI, de los ingleses, de los Estados Unidos, del neoliberalismo, del neosocialismo, del populismo o del conglomerado mundial que tanto nos odia y quiere nuestro mal. Sin embargo, la realidad indica que el verdadero motivo de nuestros males es el de la corrupción y/o la incapacidad para hacer las cosas como corresponden.
Vivimos escuchando todo esto; lo más reciente es el discurso mentiroso de los dos partidos que se alternaron en el poder, junto a los militares, desde mitad del siglo pasado hasta nuestros días. Los radicales viven diciendo que los peronistas hicieron todo lo posible para acelerar la caída de sus gobiernos. Si bien en parte es cierto, no es menos cierto que su incapacidad de gobernar había llevado al país al desastre de la hiper inflación o la ingobernabilidad. Los peronistas, por otro lado, se llenan la boca diciendo que los militares cortaron varios de sus gobiernos. Otra vez, como con los radicales, esta es parte de la verdad -o de la mentira, como queramos verlo- ya que tanto la segunda, como la tercera presidencia de Perón fueron un desastre, y no hablemos de los gobiernos de Isabelita, de Menem o de Duhalde.
Pero la mentira no se termina, no es parte del pasado, veamos lo que pasa en nuestros días y nos daremos cuenta de que el verso no para. Podemos elegir tres noticias importantes de las más recientes y analizándolas nos daremos cuenta de que es así.
Desde el regreso de la democracia, la clase política argentina nos ha hecho o nos ha querido hacer creer que todos los males comenzaron en marzo del 76, cuando los militares dieron el golpe de estado contra el gobierno de Isabelita. Lo que hicieron los militares en la “década infame” fue monstruoso y ninguna “obediencia debida” lo perdona, pero desconocer todas las demás patas de la tragedia genera otra aberración.
En las últimas semanas, un juez en España y dos jueces argentinos abrieron el debate sobre otros factores que deberían analizarse para poder tener una idea cabal sobre los hechos violentos que se vivieron en nuestro país, sobre todo durante la década del 70. Estos jueces reabrieron el caso sobre lo actuado por el poder durante gobiernos democráticos, más precisamente sobre lo hecho por la Triple A, comenzando por investigar a Isabelita.
Desde el gobierno nacional dicen que no harán nada por evitar que Isabel sea investigada e inclusive no les importaría que el peor salpicado por esta investigación fuera el creador del movimiento justicialista, el mismísimo Juan Domingo Perón.
Con esto nos quieren hacer creer que el gobierno quiere la verdad hasta las últimas consecuencias, que sería la lectura facilista a la que nos quieren hacer llegar. Pero estamos en presencia de otra gran mentira, porque si bien se puede tomar como una medida correcta en pos de la verdad, nos encontraremos con otra verdad a medias, ya que en el gobierno no hay ninguna intención de investigar la otra pata que faltaría, que es la del terrorismo guerrillero de los años 70. Cada vez que se remueve el tema, como recientemente hicieron algunos voceros radicales, al gobierno se le crispan los nervios. Para el gobierno nacional, hay un terrorismo bueno y un terrorismo malo (el del estado) por más incongruente que esto resulte.
Pero también es mentiroso lo que nos quiere demostrar el gobierno, porque la segunda intención del Sr. Kirchner en que se continúe esta investigación, tiene más que ver con su desmesurada búsqueda del bronce eterno. El ego de nuestro gobernante no tiene límite, su ánimo de trascender hasta después de muerto lo obnubila y se equivoca, como ya lo hizo Alfonsín cuando quería lanzar el “Tercer Movimiento Histórico”, o Menem cuando quería reinventar el peronismo. Kirchner se equivoca por querer trascender más allá del partido, creando su propio movimiento. El error que comete, como su antecesor, es que si pretende sustituir al PJ, un partido enfermo de hegemonismo, por otra agrupación más moderna, debe garantizar que no padezca del mismo vicio, pues el país se construye con alternancia democrática, no con proyectos personales.
Inflación
Uno de los grandes engaños, mentiras o verdades a medias a las que nos tienen acostumbrados, son los resultados arrojados por el INDEC y sus “manejados” índices de inflación.
Gobierno tras gobierno nos han estado dando cifras de inflación que muchas veces pareciera que a uno le están tomando el pelo.
Primero y principal, porque un índice de inflación no marca nada y difiere el aumento de inflación de acuerdo a la clase social a la cual uno pertenezca. Por ejemplo, a una persona de clase baja que gasta casi todos sus ingresos en alimentación y servicios necesarios para el hogar (agua, luz, gas, etc.), que el cine, el taxi o el champagne no registren variaciones mes a mes puede no cambiarle nada, pero esos productos son tomados en cuenta para medir el índice; pero si lo que aumenta en forma desmesurada son los alimentos, su economía se va al tacho, por más que el índice del INDEC ese mes marque que hubo una inflación de sólo el 1%.
En una oportunidad, un inspector del INDEC en un exabrupto de rebeldía, durante una charla informal a la cual no se le debe dar mayor veracidad, confesó que uno de los tantos factores que se tomaban en cuenta para determinar los índices de inflación era ¡el valor del boleto de tranvía!
Saliendo de esta mentira podemos pasar a otra: el Gobierno impuso un número a la inflación en el año 2006 de 9,8%. Pero el dato que no difundió es que en la lucha contra la inflación desvió
$ 4418 millones en subsidios directos a actividades que pesan en los índices de precios al consumidor y de insumos mayoristas, para que esos productos no aumentaran. Dicho de otra forma, para que no se le escaparan los índices inflacionarios, menos cuando se viene un año electoral, dilapidó una fortuna en subsidios. O sea que a la gente que no se le quita por un lado, se le esconde y se le quita por el otro, con la mala utilización de los recursos recaudados por impuestos, tasa, retenciones, etc.
El 2007 arrancó con terribles subas en los alimentos; algunos alcanzaron picos de hasta 165 %. ¿Qué índice se les mostrará a aquellas personas que a duras penas llegan a fin de mes, y que casi todo su ingreso va a parar a los comestibles?
Seguridad
Ultimamente, muchas noticias sobre asesinatos, secuestros (tanto políticos como de los otros), delitos en zonas vigiladas como un country, una adolescente que es violada dos veces en una misma noche, índices de accidentes con muerte en rutas argentinas, un adolescente que se muere por ingresar a las alcantarillas, muertos por nadar en ríos donde está prohibido, y un montón de otros etcéteras, demuestran que la Argentina se ha convertido en un lugar peligroso para vivir.
Pese a que desde el gobierno se intente demostrar que no es cierto que esté recrudeciendo la ola delictiva, los índices de inseguridad siguen siendo altos en nuestro país. Por lo que demuestra que desde el gobierno se miente y hay una falta total de capacidad para encontrarle solución al problema.
Aunque habitualmente se hable de la inseguridad, cuando se habla del aumento del delito esto resulta ser una falacia, porque la Argentina se ha convertido en un país inseguro no sólo por la delincuencia sino por la corrupción, por la falta de controles, por la falta de educación y por la falta de respeto a las normas porque todos hacen la vista gorda.
Porque la inseguridad no es sólo que un ladrón te robe o te mate o te secuestre: también lo es que un degenerado viole a un ser querido, que un loco manejando a 200 km/h pase un semáforo en rojo y te mate, luego de pagar una coima a un policía por exceso de velocidad o por estar alcoholizado; también lo es que un balcón se te caiga en la cabeza o que un grupo de inadaptados prenda fuego el boliche donde fuiste a bailar.
Pero convengamos en algo: si bien la mayor responsabilidad la tiene el Estado en temas de seguridad, y que deberá ajustar sus políticas de prevención y de control para que no sólo se legisle, sino que se cumpla y se haga cumplir la ley; en algunas de las inseguridades de las que hablamos, mucho tiene que ver la gente, porque el país se hizo peligroso, porque cada vez hay más delitos pero también cada vez hay más gente que se muere en accidentes de tránsito, como lo marcan las estadísticas de los primeros días en las rutas balnearias argentinas.
Mentiras de ayer, de hoy y de siempre; por acción u omisión también somos culpables de que estos suceda. ¿Haremos algo o seguiremos comprando gato por liebre? †