Y así se nos va este 2024, un año que por estos lados será recordado como “aquel en el que los demócratas hicieron todo lo posible por perder las elecciones”.
Así es, en un país con una economía que no para de crecer, en el que, mientras sus ciudadanos se dirigían a las urnas, creaba en un mes 159 mil nuevos puestos de trabajo para ubicar las cifras de desocupación en tan solo 4.1%, en un país que exhibe una inflación anual de apenas 2.6%, y en el que los mercados vieron subir sus acciones en un 51% desde que el actual presidente saliente Joe Biden asumió la presidencia, en ese país, el oficialismo se las ingenió, y mucho, para no ganar.
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 marca un momento histórico, ya que se convierte en el primer delincuente convicto elegido para la presidencia. A pesar de ser hallado culpable en 34 cargos por delitos graves por falsificar registros comerciales relacionados con un pago por el silencio de una actriz porno con la que tuvo relaciones en 2016, Trump obtuvo un amplio apoyo del electorado, derrotando a la candidata demócrata Kamala Harris. Por otra parte, se convierte también en una rareza por el hecho de que ya había sido presidente en un período anterior.
Esta victoria refleja la capacidad de Trump de resaltar sus condiciones de celebrity, un entertainer como pocos para movilizar una base popular que se encuentra en las antípodas de su condición social, e incluso convocar el apoyo de figuras influyentes como el empresario Elon Musk, quien ya logró un puesto en el próximo gabinete a cambio de varios millones de dólares en aportes de campaña y una extensa publicidad en X, la plataforma de la que es dueño.
El presidente electo logró salvar algunas divisiones tradicionales, obteniendo el apoyo de comunidades que anteriormente se habían inclinado por el partido demócrata. Es que Trump logró disolver el Partido Republicano y fundar el Partido Trumpista, con ideas, formas y valores muy diferentes al hoy informalmente disuelto GOP.
La realidad, y esto lo marcan los números, es que el Partido Demócrata perdió una cantidad sustancial de votos que claramente no fueron hacia Trump, sino que… no fueron.
En el 2020, Joe Biden había arrasado con 81,283,098 votos, un 51.3% del total, logrando 306 votos electorales contra 74,222,958 de votos y 232 electores de Trump. En esta elección de 2024, los demócratas perdieron unos 9 millones de votos, de los cuales tan solo 1 millón 300 mil fueron hacia la oposición. Es decir, Trump apenas aumentó la cantidad de votos recibidos en la elección del 2020, pero los demócratas perdieron varios millones. Sin dudas, esas millones de personas en esta elección se quedaron en la casa y no se molestaron en salir a votar, tal vez por simple desidia, o quizás porque ninguno de los candidatos lograron movilizarlos.
Lo más positivo del caso es que esta vez se respetó la voluntad y los votos de la mayoría de los estadounidenses, sin violencia, sin mentiras, sin caprichos, sin intentos de golpe de estado o tomas del Congreso, y se prepara, como le corresponde a un país civilizado y democrático, para una transición pacífica y ordenada del poder.
Mientras el presidente electo arma su próximo gabinete, en Argentina el presidente Javier Milei se entusiasma con la idea de contar con “un aliado” en la Casa Blanca. Sin embargo, los anuncios de extremo proteccionismo propagados por Trump no parecen beneficiar en nada a los intereses argentinos. Así como en su momento le sucedió a Mauricio Macri, quizás Milei se encuentre pronto con que más allá de algunas fotos y un par de palmaditas en la espalda, Estados Unidos no será el salvavidas de la economía gaucha que el histriónico presidente supone. Habrá que ver.
En esta sección hemos repetido hasta el cansancio que lo que más nos preocupa, no solo para nuestro bienestar sino para el de las generaciones venideras, es la extrema y creciente brecha que separa al 1% más rico del resto de la población. La clase media estadounidense se viene desintegrando a pedazos, y esto no lo han cambiado ni las administraciones republicanas ni las demócratas. El fenómeno que nos avergüenza e indigna es que las nuevas generaciones están viviendo peor que las de sus padres, algo que no se veía desde tiempos muy lejanos. Consideramos que la candidata demócrata, Kamala Harris, poco hubiese hecho por revertir esta situación, y por eso nos despertaba tan poco entusiasmo. ¿Tenemos fe en que la nueva administración sí lo haga? Mucho menos. Pero nos consideraremos satisfechos si no la empeora demasiado.
Se vienen tiempos interesantes en el mundo. En esta montaña rusa que es la historia, los argentinos y estadounidenses nos encontramos en la cresta… y no sabemos bien hacia qué dirección avanzarán los carritos.¤