Historia: La situación en Buenos Aires y la Batalla de Tucumán

A mediados del año 1812, el Triunvirato estaba desprestigiado. La acción opositora de la Logia Lautaro y de la Sociedad Patriótica había logrado eso al censurar el marcado centralismo y su voluntad de perpetuarse en el poder al demorar la convocatoria de un congreso general. A esto se sumaba la grave situación del ejército del norte asediado por el enemigo. Mucho descontento produjo la orden enviada a Belgrano desde Buenos Aires para que se retirara con sus tropas sin librar batalla.
Presionado el Triunvirato debió convocar a los cabildos del interior el 3 de junio para que enviara representantes ante una nueva Asamblea que reemplazara a la disuelta en los primeros días de abril. El triunvirato dispuso que el Cabildo de Buenos Aires eligiera los diputados de la capital y que examinara los poderes de los representantes del interior. En esto el ayuntamiento estaba autorizado para rechazar a cualquiera de ellos y nombrar al suplente. Mendoza eligió a Monteagudo, residente en Buenos Aires y candidato de la logia, pero su designación no fue aceptada por el gobierno, quien lo comunicó al cabildo para que se nombrara un reemplazante, designándose a José Antonio Villanueva partidario de Rivadavia. También fueron rechazados los representantes de Salta y de Jujuy.
Mientras tanto, en el mes de agosto de 1812 Belgrano con el ejército del norte se retiraba de Jujuy hacia Tucumán, con la persecución del General Tristán y el ejército realista. El valor de Belgrano se reflejó en su actitud, en el sentido de siempre avanzar sobre el enemigo, de perseguirlo y si era éste el que avanzaba, hacer alto y enfrentarlo. Así sucedió en la acción de Las Piedras el 3 de setiembre de 1812 con las avanzadas realistas del coronel Huici.
Belgrano desobedece las órdenes del Triunvirato de trasplantar a Córdoba la fábrica de fusiles que funcionaba en Tucumán y de abandonar esta ciudad. Obedecer era perder el norte argentino. Con su actitud salvó la causa de la revolución y ese es su enorme mérito.
Simuló tomar un camino que se dirigía a Santiago del Estero, sin tocar Tucumán, engañando a Tristán que creyó que Belgrano abandonaba Tucumán, con lo cual descuidó las más elementales precauciones de orden militar, dando lugar a la captura en Trancas de Huici. Belgrano se detuvo en La Encrucijada, lugar cercano a la ciudad de Tucumán, y despachó a ésta a Juan Ramón Balcarce dándole facultades para promover la reunión de la gente y estimular al vecindario a la defensa. El vecindario y el cabildo respondieron con entusiasmo.
El plan de Belgrano era enfrentar al enemigo fuera de la ciudad, y después, en caso de contraste, encerrarse en ella. Los vecinos principales se ocuparon de alistar gente de la campaña para engrosar el ejército, reunieron caballadas y proporcionaron reses para el mantenimiento de los defensores.
El ejército invasor tuvo que soportar el vacío y el silencio que hallaron en el camino, hostigados por partidas criollas y el 23 de septiembre Tristán tuvo la sorpresa, al avistar la ciudad de Tucumán, de encontrarse con la presencia de Belgrano y su ejército.
El 24 de septiembre se enfrentaron los dos ejércitos y a pesar de que el realista contaba con 4000 hombres y el patriota con solo 2000, la suerte sería favorable a éstos últimos. Según el general José María Paz, esta batalla es uno de los combates más difíciles de describir, a pesar del corto número de combatientes. El centro y la izquierda enemiga fue arrollada, nuestra izquierda fue rechazada y perdió terreno en el desorden, en términos que el comandante Superí estaba prisionero de una partida enemiga, que luego tuvo que ceder a otra nuestra que la batió y lo represó. El enemigo, por consecuencia del diverso resultado del combate en sus dos alas se vio fraccionado, a lo que siguió una gran confusión. Lo que acaba en victoria para los patriotas se debió a distintos factores. A mitad de la batalla ocurrió algo sobrenatural que contribuyó a desbandar a las tropas realistas y llenarlos de pánico. Fue un vasto huracán que llegó furioso del sur. Según el relato de Marcelino de las Rosas el ruido horrísono que hacía el viento en los bosques de la sierra, la densa nube de polvo y una manga de langostas que arrastraba, cubriendo el cielo y oscureciendo el día, daban a la escena un aspecto terrorífico.
Otro factor fue la acción de la caballería gaucha, que cargó sobre el enemigo de una manera formidable. La caballería enemiga huyó y ni la infantería pudo contenerlos.
Después del encuentro reinó la confusión y la infantería criolla quedó dueña del campo de batalla, pero viéndose sola se replegó sobre la ciudad y se acantonó en ella para preparar su defensa al mando del coronel Eustaquio Díaz Vélez.
Tristán y el resto de su ejército se estacionaron fuera de la ciudad. Belgrano, acompañado del coronel Moldes y algunos soldados, fue hasta El Rincón sin saber los resultados de la acción. Paz va a ser quien se encuentre con él y le informe que dentro de la ciudad está toda su infantería, con lo que Belgrano conociendo el triunfo de la caballería tucumana, supo de su triunfo.
Tristán se convenció de que no podría tomar la ciudad, se dio por vencido y esa misma noche emprendió la retirada a Salta.
Según el historiador Vicente Fidel López, esta batalla fue la más criolla de todas cuantas se han dado en territorio argentino. Y según Mitre, lo que la hace más gloriosa, fue no tanto el heroísmo de sus tropas y la resolución de su general, sino la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. Si Belgrano obedeciendo las órdenes del gobierno se retiraba o no ganaba la batalla, las provincias del norte se perdían para siempre.  ¤