De medicina y psicología
— Buen día. Vengo al curso de manejo de la ansiedad.
— Es mañana.
El médico termina de revisar al hombre, sale y habla con la esposa de éste:
— Francamente, señora, el aspecto de su marido no me gusta nada.
— La verdad doctor, a mí tampoco, ¡pero es tan bueno con los chicos!
Un hombre entra al consultorio del psiquiatra:
— Doctor, ¡tengo un complejo de superioridad!
— No se preocupe, yo lo voy a curar...
— Pero, ¿qué me vas a curar vos? ¡infeliz!
El psicólogo al nuevo paciente:
— Bien, para empezar, me gustaría que me explicara su problema desde el principio.
— Pues mire, al principio yo creé el cielo y la Tierra...
El médico a la paciente:
— A ver señorita, desnúdese por completo.
— Pero si su colega me revisó hace cinco minutos y me dijo que estoy fantástica.
— Justamente eso quiero comprobar.
El paciente al traumatólogo:
— Doctor, me he fracturado el brazo en varios lugares.
— Yo que usted no regresaría a esos lugares.
Un paciente al psiquiatra:
— Doctor, sufro de doble personalidad.
— Pase y siéntese, que entre los cuatro lo vamos a resolver.
Otro paciente al psiquiatra:
— Doctor, tengo tendencias suicidas, ¿qué hago?
— Págueme ya mismo.
El paciente a su médico clínico:
— Doctor, ¿qué puedo hacer para que durante las vacaciones mi mujer no quede embarazada?
— Llévela con usted.
Otro paciente al médico:
— No sé qué me pasa, me toco la cabeza y me duele, me toco la nariz y me duele, me toco el pie y me duele... ¿qué tengo, doctor?
— El dedo fracturado.
Otro paciente, a su médico clínico:
— Doctor, cuando tengo sexo escucho unos silbidos.
— ¿Y a su edad que esperaba? ¿Aplausos?
El médico al paciente:
— Mire, el dolor en su pierna derecha es normal dada su avanzada edad.
— No puede ser. Mi pierna izquierda tiene la misma edad y no me duele.
El médico al alcohólico crónico:
— No encuentro la causa de sus dolores de estómago, pero seguramente se debe a la bebida.
— Bueno, volveré cuando usted esté sobrio.
En el consultorio de un ginecólogo:
— Señora, le tengo buenas noticias.
— Señorita, por favor.
— Entonces son malas noticias.
El ginecólogo, a otra paciente:
— ¿Tiene usted fuertes pérdidas durante el período menstrual?
— Y, sí... unos dos mil dólares, más o menos...
El paciente al doctor:
— Doctor, quiero hacerme una vasectomía.
— Mire, ésta es una decisión muy importante. ¿La consultó con su esposa y sus hijos?
— Sí. Y votaron a favor por 17 a 2.
La esposa del accidentado al médico:
— Soy la esposa del Sr. Martínez, que tuvo un accidente de tránsito; quisiera saber cómo se encuentra.
— De la cintura para abajo no tiene ni un rasguño.
— ¡Que alegría! ¿y de la cintura para arriba?
— Bueno, esa parte todavía no la trajeron.
Un señor va a un consultorio odontológico y pregunta:
— ¿Es aquí donde extraen muelas gratis?
— Sí, pero sólo la primera vez.
— ¡Ah! ¿Y la segunda?
— No lo sabemos. Nadie vuelve.
Informe para un paciente:
Sr. González: tenemos buenas noticias para usted: la mancha rosada del pene no era gangrena, sino lápiz labial. Atentamente, el Equipo de Patología. P.D.: Lamentamos la amputación.
En lo del oftalmólogo:
— Doctor, doctor, veo elefantes rosados por todas partes.
— ¿Ha visto ya a un psicólogo?
— No, sólo elefantes rosados.
Varios médicos de la guardia del Hospital Municipal enferman súbitamente y faltan. El jefe de guardia está desesperado, pero se le aparece Jesús y le dice que dadas las circunstancias él se encargará de los problemas graves.
Minutos después, un hombre es atropellado en las mismas puertas del Hospital y es ingresado a la guardia con múltiples heridas y fracturas, casi muerto.
Jesús ve que el hombre no sobrevivirá y resuelve recurrir a un milagro. Le dice “levántate y anda” y el accidentado se sana por completo, se pone de pie y sale del hospital. Afuera, la gente lo aborda:
— ¿Qué te hicieron?
— Como pasa siempre en estos hospitales de mierda ¡ni una radiografía!
Un tipo va al psicólogo. Este le pregunta:
— ¿Cuál es su problema?
— Lo mío es serio. Últimamente cuando me acuesto, me tapo, y antes de apagar la luz un enanito verde se me aparece delante de mi cara, parado sobre la colcha, me mira fijo y me pregunta “¿Hiciste pis?” e inmediatamente ¡me orino en la cama!
El psicólogo le da un tratamiento convencional, que fracasa. Entonces le recomienda:
— Vamos a hacer algo más directo. Cuando se le aparezca el enanito, usted también mírelo fijamente a los ojos y con voz firme y convencida contéstele “¡¡Sí, hice pis!! ¡¿Qué hay?!” Y mañana me cuenta.
Al día siguiente:
— Y, ¿cómo anduvo?
— Un desastre.
— Pero ¿hizo lo que le dije?
— Sí. Me acosté, me tapé, apareció el enanito verde y me preguntó “¿Hiciste pis?” Lo miré fijo y con valentía y convicción le dije “¡¡Sí, hice pis!! ¡¿Qué hay?!” Entonces el enanito me miró fijo y me preguntó “¿Y caca?”¤