Una manera de desviar la atención de la corrupción generalizada.
En la sociedad argentina se transmite permanentemente la idea de que este es un país increíble, lleno de “talento”
Políticos, educadores, empresarios, opinológos, economistas y hasta mediáticos hablan maravillas del talento argentino. Dicen que es “único”, “sobresaliente”, “excepcional”. Lo describen como el máximo patrimonio nacional. Según ellos, todos los argentinos son “talentosos”. Vivimos en país poblado por millones de mentes brillantes.
Esto es algo muy extraño, porque analizando objetivamente las variables más relevantes del país: calidad de las instituciones, pobreza, marginalidad, desarrollo científico y tecnológico, producción, calidad de vida, seguridad, educación, exportaciones, etc., ese talento resulta, a primera vista, invisible, dado que no se refleja en las duras cifras del país, que reflejan, por ejemplo, una de las inflaciones más altas del mundo, apenas detrás de Zimbabue, Líbano, Venezuela, Siria y Sudán.
Los verdaderos problemas
Además, los principales poderes nacionales, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, se encuentran devaluados y enfrentados entre sí, los tres afectados por una corrupción centenaria. Y lo más grave de esto es que ese enfrentamiento en las altas esferas consume todo el tiempo, dedicación y esfuerzo de los gobernantes y funcionarios, por lo que no pueden solucionar los verdaderos problemas de la gente, que, entre otras cosas, son la inflación, la pobreza y la inseguridad.
“Con el fin de justificar lo injustificable, los de arriba dicen que los problemas de la argentina se solucionarán con más “educación”, que esa es la receta infalible para salir del caos y desesperanza actual”
Las tremendas cifras de pobreza e indigencia que aumentan sin cesar, la crisis inflacionaria que nunca mengua y la permanente inseguridad provocaron una gran escisión social, que en este caso no se trata de la famosa grieta entre peronistas y oposición. En este caso se trata de un fenómeno vertical.
Por un lado, se encuentran los ricos, poderosos, gremialistas, funcionarios y políticos que viven sin problemas económicos, quienes se permiten vivir enfrascados en discusiones eternas para perpetuar sus beneficios y goces. Y por el otro está la mayoría de la población que lucha para sobrevivir, porque los ingresos no les alcanzan para comer, o directamente por la inseguridad.
Con el fin de justificar lo injustificable, los de arriba dicen que los problemas de la argentina se solucionarán con más “educación”, que esa es la receta infalible para salir del caos y desesperanza actual.
El gran mito argentino
Nuevamente, esto resulta muy raro. Los datos indican que casi todos los gobernantes y funcionarios de alto nivel (nacional, provincial y municipal) son personas muy “educadas”, con títulos universitarios, posgrados, maestrías, postdoctorados, etc.
Por eso, no se sostiene que el verdadero problema de los males del país sea realmente la educación, ya que la clase dirigente es muy educada. De hecho, no gobierna ningún analfabeto. El presidente de la Nación, Alberto Fernández, es abogado y profesor de derecho en la Universidad de Buenos Aires, mientras que la vicepresidenta es también abogada.
Con una mirada inquisitiva quizás salte a la luz que el famoso talento argentino y la falta de educación de la sociedad son solo mitos. Mitos creados y difundidos astutamente para desviar la atención del verdadero problema del país, que es la corrupción, un cáncer que ya hizo metástasis en todos los estamentos de la sociedad, especialmente en las altas esferas económicas y de poder.
En un país donde se producen alimentos para cientos de millones de personas, viven más de 20 millones de niños, mujeres y hombres con hambre y desnutrición. ¿La razón? La corrupción. No hay otra causa.
El talento y la educación no sirven de nada si los corruptos e incapaces ocupan los puestos que, paradójicamente, exigen más talento y educación.
Nada indica que este estado de cosas vaya a cambiar en las próximas décadas, porque en las pasadas se afianzó la maquinaria de nepotismo, amiguismo y corrupción.
En el 2001 argentina padeció su más grave crisis económica. Ya pasaron dos décadas de aquellos días en que la gente pedía a gritos “que se vayan todos”, refiriéndose a los políticos incapaces y corruptos. ¿Y qué sucedió? Nada. Porque actualmente gobiernan los mismos de aquellos días.
“El talento y la educación no sirven de nada si los corruptos e incapaces ocupan los puestos que, paradójicamente, exigen más talento y educación”
El talento y la educación de los ciudadanos que desean progresar solo puede desarrollarse en el exterior.
Como siempre: la única salida es Ezeiza.¤