Soy pesimista: No creo en las soluciones simples. Pero con respecto al tema que abarcaré, lo mío quizás ya ni se podría denominar pesimismo. No lo sé. Permítame explicar:
Soy maestro y trabajo en la educación desde hace 8 años. Todos los días me encuentro con un sistema disfuncional. Un sistema disfuncional a pesar de ser siempre “una prioridad” para los políticos en campañas electorales.
Por eso creo que es importante saber y dispersar información y datos, o sea, informar, acerca del sistema educativo que tenemos y mantenemos con nuestros impuestos y representantes elegidos.
Como seguramente ya saben, “No Child Left Behind”, una ley que se puso en efecto durante la era George Bush (hijo), ha sido el eje sobre el cual nuestra educación se balancea. Esa ley determina cómo se distribuye el dinero a las escuelas, y se basa en “informes de desempeño” sobre las escuelas basándose en resultados de exámenes estandardizados.
No deseo profundizar en el NCLB ni su probable complicidad con los problemas actuales en la educación. Lo que sí quiero decir es que no me sorprende para nada que haya adolescentes que se gradúan de la secundaria sin haber leído una novela clásica, sin saber escribir una carta, que poco respeta a la autoridad y que poco interés tiene en el bienestar social. No me sorprende, porque en este país el capitalismo se unió a la educación.
¿Qué podemos hacer, como maestros y como padres? Motivar al estudiante frecuentemente, suplementar el currículum básico y generalizado de la escuela con lectura en el hogar, combatir la malnutrición consumiendo menos comida chatarra, enseñar tolerancia y cómo defenderse contra el racismo institucional.
¿Vieron que no es simple? Por eso soy pesimista. ¤