Así como las posibilidades de sembrar sobre el asfalto son nulas, lo mismo le sucede a millones de argentinos que no pueden desarrollar todo su potencial porque no encuentran las condiciones adecuadas en este país. Para poder lograr sus sueños, progresar en sus profesiones o en la vida en general, es necesario un ambiente que lo permita.
Una anécdota personal lo ejemplifica. Hace muchos años fui uno de los primeros en recibir las primeras computadoras de escritorio que llegaron a la argentina. Al desempeñarme como jefe del centro de cómputos de una gran empresa me enviaron dos. Mi jefe, la máxima autoridad, supuso erróneamente que yo estaba capacitado para hacer algo productivo con esas máquinas. La verdad es que yo no tenía la menor idea de qué hacer con ellas. Era la época del D.O.S., cuando las pantallas estaban en negro y había que ingresar órdenes para obtener algún resultado. No había Windows, ni mouse. Solo aterradoras pantallas en negro.
Obligado por las circunstancias y muerto de miedo, tomé un curso exprés y aprendí unos diez comandos, instrucciones. Y a partir de allí, merced a un buen marketing personal y alta dosis de caradurismo, me convertí en el mayor “experto” en PCs de la compañía.
Como tuerto en un país de ciegos
Interiormente sabía que era un verdadero fraude, y era plenamente consciente que mi única ventaja sobre el resto de los miles de empleados es que ellos no tenían acceso a una PC, y por eso ninguno conocía ni siquiera un solo comando. Como tuerto en un país de ciegos, durante varios meses fui una pequeña celebridad prestigiosa dentro de la empresa.
Como sabía que en los Estados Unidos y el mundo desarrollado ya había arrancado la revolución tecnológica, deduje que en poco tiempo mi condición de “experto” se evaporaría y yo quedaría al descubierto como un absoluto ignorante.
Para evitar tan desagradable situación, decidí adelantarme a los acontecimientos. Por eso, decidí brindar un servicio de capacitación intrafirma desempeñándome como “profesor” de computación. La compañía, en señal de aprobación por mi iniciativa y dedicación, me asignó un sobresueldo impresionante por mi condición de docente.
Con el apoyo de las máximas autoridades, decidí enseñar los pocos comandos que había aprendido a cientos de empleados de todas las oficinas y ramas, desde contadores, hasta ingenieros, administrativos, choferes, técnicos mecánicos e incluso personal de limpieza. Todos eran empleados en relación de dependencia. En aquellos tiempos no había tercerizados ni autónomos.
Al tener tantos alumnos y de orígenes tan diversos, generé un pequeño milagro, porque varios de los cursantes terminaron siendo excelentes programadores.
“Esos alumnos y alumnas eran semillas sobre el asfalto a los cuales yo simplemente les di la oportunidad de germinar en la pampa húmeda, en la zona núcleo, donde se encuentra la tierra más fértil de la argentina”
Eran profesionales y empleados de distintos niveles que jamás habían tenido acceso a una computadora de escritorio, que no conocían nada sobre su funcionamiento y que ni siquiera eran conscientes de su verdadero talento en ese terreno. Esos alumnos y alumnas eran semillas sobre el asfalto a los cuales yo simplemente les di la oportunidad de germinar en la pampa húmeda, en la zona núcleo, donde se encuentra la tierra más fértil de la argentina. Así pudieron potenciar sus carreras más allá de lo que habían imaginado.
Semillas que germinan en tierra fértil
Con el tiempo todos me agradecieron por la oportunidad que les había dado. Y cuando al fin descubrieron que yo era un verdadero fraude, no lo podían creer, pero lo tomaron risueñamente. Aun hoy algunos me escriben por las redes sociales agradeciéndome y riéndose por mi osadía.
“¿Qué habría sido de Steven Spielberg, Steve Jobs, Jeff Bezos, Bill Gates, George Lucas y otros miles de brillantes artistas, científicos y emprendedores si hubieran nacido en la argentina?”
Viéndolo desde un punto de vista objetivo, mis logros no fueron menores. Permití que varios empleados lograran desarrollarse como profesionales en el área tecnológica, gracias a que yo tenía las máquinas, conocía al menos unos diez comandos y tuve la audacia de convertirme en su profesor.
Cuando recuerdo esto, pienso ¿qué habría sido de Steven Spielberg, Steve Jobs, Jeff Bezos, Bill Gates, George Lucas y otros miles de brillantes artistas, científicos y emprendedores si hubieran nacido en la argentina? ¿Estarían sembrando caña de azúcar? ¿Cosechando yerba mate? ¿Serían peones de campo, o empleados públicos frustrados dentro de la burocracia estatal?
Sin oportunidades no hay posibilidad de progreso. Sin mínimas condiciones, como tierra y agua, las semillas jamás podrán germinar. Tristemente eso es lo que está sucediendo en la argentina. Hay millones de mentes brillantes, talentos, que nunca podrán desarrollarse porque la catastrófica situación social y económica del país se lo impide.
Un lamentable desperdicio de capital humano.¤