Si esta editorial llevase un título quizás hubiésemos elegido “La Revancha del Tango”. Pero como nunca titulamos esta página, dejamos picando ahí el nombre y pasamos directamente a las siguientes reflexiones.
En este número de El Suplemento, entre muchas otras notas, encontrará una relacionada con un espectacular show de tango organizado recientemente en Los Angeles. Un gran evento, que se sumó a tantos otros realizados en los últimos años por esta parte del mundo. Es que el tango se ha convertido en el fenómeno cultural más trascendente de nuestra comunidad en el exterior. Desde Los Angeles a Tokio, desde París a México DF, el tango es hoy la principal tarjeta de presentación de la cultura argentina. En varias de las más grandes ciudades del planeta se organizan festivales masivos, espectáculos teatrales, milongas… Se presentan músicos locales, otros que viajan desde Argentina, o desde cualquier otra ciudad en la que vivan. Muchos de ellos hablan un castellano lunfardesco, otros con acento español o caribeño, y otros no conocen más que algunos términos tangueros, pero de castellano, nada de nada. Es que hoy es común encontrar músicos y bailarines de tango nacidos en Canadá, Finlandia o Australia. El tango se ha vuelto un fenómeno internacional, sin fronteras, pero con firmes raíces rioplatenses.
En el área de Los Angeles, nuestra Asociación Argentina ofrece clases y milongas semanales, y no es difícil encontrar maestros que enseñen los cortes y quebradas de la danza que fascina al mundo. La ciudad de San Francisco acaba de realizar el Golden Tango Fest, y cuenta con más de una docena de tango clubs desparramados por distintos puntos de la bahía; ni que hablar de Nueva York, en donde según un reciente reporte del New York Times, se está experimentando un fenomenal rebrote de las milongas luego del obligado parate a causa de la pandemia, y la música del cuatro por cuatro está tomando plazas y parques por toda la Gran Manzana.
El tango en el exterior, y sobre todo en los países desarrollados, es un arte en evolución. Todo lo contrario de lo que ha estado sucediendo en Argentina durante las últimas décadas. A muchos de nosotros nos ha pasado que un gringo o una gringa nos pida que les enseñemos un par de pasitos de tango… y la mayoría de nosotros debemos admitir, no sin poca vergüenza, que jamás lo hemos bailado, que nunca hemos comprado un disco de tango, y que los nombres Alfredo De Angelis o Enrique Santos Discépolo los hemos escuchado de boca de nuestros padres, hace muchos, muchos años.
Los argentinos sub-60 hemos crecido escuchando a los Rolling Stones, The Clash, Charly García o Los Redonditos de Ricota. El tango era la música de nuestros viejos, de nuestros abuelos, y a nadie se le ocurría en una reunión poner una milonga de Tita Merello entre un tema de Madonna y otro de U2. Es verdad que en los últimos años han surgido orquestas jóvenes, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, aunque han sido muy pocas como para mover el amperímetro de la cultura local.
Por eso, el tango, al menos por ahora, se ha tomado una revancha por aquí, en el exterior, en donde tenemos la suerte de poder disfrutarlo en toda su expresión contemporánea, cerrar los ojos por un instante, y transportarnos a alguna esquina del barrio de Boedo en la que quizás nunca hemos estado, pero que tan bien se siente estando lejos. ¤