Mientras desarmamos el arbolito y lamentamos haber reciclado accidentalmente las cajas en donde guardábamos las guirnaldas y las lucecitas, no podemos evitar proyectarnos hacia el futuro, imaginando cómo nos acomodaremos a lo largo del año que comienza.
Hoy por hoy, los números indican que la economía estadounidense está creciendo a un ritmo que no se registraba desde hace décadas. Luego de la debacle causada por la pandemia, el desempleo ha caído al 4,2% (el 14,8% de abril 2020 se ve hoy como una pesadilla), el producto bruto interno creció un 5.7% en 2021, y el índice Standard & Poor 500 ganó un 37% durante los pasados 12 meses, la mejor performance de la historia en un primer año de un nuevo presidente.
Los datos son alentadores… sin embargo, la verdad es que nos cuesta encender cañitas voladoras y destapar el champán que guardamos desde hace un par de años. Hay varias razones para mirar el futuro cercano con cierta desconfianza; algunas apuntan a la macroeconomía, otras a la micro, mientras que otras siguen mirando de reojo a la salud pública y los daños que aún puede causar una nueva ola de contagios virales.
Para comenzar, la economía, como dijimos, está creciendo tanto que algunos economistas hablan de prevenir el “recalentamiento”, algo que dejaremos para el análisis de los expertos. Lo que nos preocupa, porque lo vivimos a diario y sobre todo, hay que decirlo, porque somos argentinos, es la incipiente inflación. Si uno le refiere esta preocupación a alguno de nuestros amigos del antiguo barrio, se nos ríen en la cara. “¿A eso le llamás inflación?”, nos responden incrédulos, refregándonos por la cara que en esa materia no podemos competir con nuestra patria de nacimiento, que registra esas mismas cifras inflacionarias… pero a nivel mensual. Pero nosotros vivimos aquí y por supuesto que nos preocupa que algunos precios aumenten paulatina pero ininterrumpidamente a lo largo de los años, afectando nuestra calidad de vida. Pensamos, sobre todo, en los precios de las propiedades, los alquileres, la educación, los seguros de salud, la nafta, los viajes…
Como muestra, basta mencionar que el promedio del alquiler de un departamento de un dormitorio aumentó un 10.7% desde el comienzo de la pandemia, y el precio promedio de las propiedades aumentó un 16,2% tan solo durante el último año.
Si bien es cierto que los salarios también están aumentando, en buena parte gracias a millones de estadounidenses que se resisten a trabajar por salarios de hambre, el aumento de todas esas variables que acabamos de mencionar siempre es superior al de los ingresos de la clase trabajadora del país: comerciantes, profesionales, servicios…
Funcionarios de la Reserva Federal anunciaron que el sistema financiero creció este año alrededor del 5.9%, el mayor aumento desde 1984. Suena impresionante.
Pero aquí debemos volver al punto que nos desvela desde hace años, y que usted ya ha leído en reiteradas oportunidades en alguna que otra editorial o nota de El Suplemento: la siempre creciente brecha entre el 1% más rico y el resto de nosotros. Como dato de color, resulta impúdico presenciar la carrera por ver quien tiene la cuenta bancaria “más larga” entre el capo de Tesla, Elon Musk, y el de Amazon, Jeff Bezos.
Sin una política que genere más clase media y menos billonarios, Estados Unidos seguirá alejándose cada vez más de ese país que conocimos no hace mucho, más allá de que los números de la macroeconomía sigan deslumbrando a los analistas y entusiasmando a “los mercados”, esa entidad incorpórea de la que hablan los diarios y a todos nos interesa muy poco.
Muchas de nuestras metas están lógicamente ligadas a la recuperación de la economía local, la que se mueve en nuestros barrios, no en Wall Street o en las pizarras electrónicas de los grandes bancos. Pero también a que el país -y en definitiva, el resto del mundo- pueda superar la crisis provocada por la pandemia, y reaccionar a tiempo y forma frente a esta nueva variante cuyo mero nombre evoca a los más temibles villanos de las películas de fantasía o ciencia ficción.
Si le queda algo de sidra en la heladera, celebremos por que el 2022 sea el año de nuestro despegue hacia un futuro más próspero y gratificante. ¤