Fondo Monetario Internacional, inflación, desocupación, pobreza…
Desde que asumió su presidencia en diciembre de 2015, el ingeniero Mauricio Macri en diversas oportunidades dijo, refiriéndose a la situación económica, que “lo peor ya pasó”.
De esta forma, el primer mandatario transmitía esperanza a gran parte de la ciudadanía argentina que confiaba en sus palabras, a un pueblo que estaba padeciendo serias dificultades económicas por el brutal incremento de las tarifas de los servicios públicos básicos como la luz, agua, gas y transporte, implementados por el nuevo gobierno nacional.
El “lo peor ya pasó” al final resultó ser solo una expresión de deseos, una frase sin contenido, puro pensamiento mágico, porque no reflejaba, para nada, la realidad económica de la Argentina. Y mucho menos de lo que se avecinaba.
“El “lo peor ya pasó” al final resultó ser solo una expresión de deseos, una frase sin contenido, puro pensamiento mágico”
Ahora, en julio de 2018, no hay una sola persona en el país, sea oficialista, opositor o independiente, que espere un futuro venturoso y crea aquello de que “lo peor ya pasó”.
La dura realidad alejaron los sueños de gozar de un mejor nivel de vida para la mayoría de la población, porque durante los últimos meses la fragilidad, incoherencia, chapucería e inviabilidad del programa económico que lleva a cabo la actual administración quedó al desnudo, mostrando su extrema fragilidad que derivó en un fracaso estrepitoso de todas las variables económicas.
El duro golpe que “los mercados” propinaron a la economía nacional demostró que más allá de los slogans marketineros existe una realidad nada agradable que resulta desesperanzadora, ya que si actualmente la gran parte de los habitantes del país están mal, lo que se avizora en el horizonte es mucho peor.
De allí que desde hace varias semanas en el país muchos dicen que, parafraseando al presidente Macri: “lo peor todavía no llegó”. Y lo peor es que quienes afirman esto son economistas profesionales, ex funcionarios, sociólogos, la Iglesia Católica y periodistas especializados. Gente que sabe de lo que habla.
Ante este panorama desolador, los argentinos saben con certeza que en lo que queda del año se padecerán más sacrificios, hambre, desocupación y un incremento descomunal de los niveles de pobreza e indigencia acompañado de un descenso brutal del nivel de vida de lo que queda de la clase media, además de menos salud y bienestar para la enorme mayoría de la gente por el aumento descomunal de los precios de los medicamentos y de la medicina privada.
Como si esto fuera poco, a todos estos pesares los acompaña un aumento incontrolable de la inseguridad.
El ¿apoyo? de los mercados
Lo que casi todos los habitantes se preguntan desconcertados es ¿cómo pudimos llegar a esto? Porque de acuerdo a los mensajes oficiales, el país estaba creciendo firmemente. El país iba por el mejor camino hacia un futuro mejor. Tanto, que los mercados y los líderes del mundo desarrollado apoyaban efusivamente al presidente y al rumbo económico implementado por este. De pronto la ciudadanía argentina descubrió que las buenas ondas, el apoyo de los mercados y el camino hacia la felicidad no eran más que espejismos. Meros deseos. Porque como ya se vio en la realidad, nada bueno se estaba incubando.
Una vez más la situación económica en la Argentina es devastadora. Y las situaciones penosas del pasado revivieron con una fuerza arrolladora. Fondo Monetario Internacional, inflación, desocupación, pobreza, hambre y desnutrición forman parte del vocabulario cotidiano de toda la población. Una vez más.
El peso atado al dólar
Cualquiera que haya vivido en la Argentina y padecido las crisis económicas de las décadas del 70, 80, 90 y el 2000 entiende perfectamente la situación actual y lo que está por venir, porque ya lo sufrió en carne propia. Lo peor es que la actual degradación económica de la población presenta los mismos ingredientes y explicaciones de siempre: ante una abrupta devaluación del peso, la cuasi moneda nacional, que perdió más del 50% de su valor, todos los precios y servicios nacionales se incrementan sin descanso, aumentando al mismo nivel de la apreciación de la moneda estadounidense. ¿La explicación? Muy simple: dado que los costos argentinos, están atados a la cotización del dólar, cuando éste aumenta los precios también lo hacen. Así, el precio del pan aumentó porque el trigo se cotiza a precio internacional y en dólares.
“Ante este panorama desolador los argentinos saben con certeza que en lo que queda del año se padecerán más sacrificios”
Pero como los sueldos, jubilaciones y asignaciones de asistencia social no aumentan de acuerdo a la cotización del dólar, el resultado es dantesco: menor poder de compra, caída del consumo, más hambre, desnutrición, pobreza, marginalidad y aumento de muertes en las calles y hogares en ocasión de robos.
Lo más irónico es que el presidente Macri cuando asumió el gobierno presentó a su gabinete como “el mejor equipo de los últimos 50 años”, despertando falsas expectativas en la sociedad, porque al final despidió a varios por su incompetencia y muchos otros no saben si llegan a fin de año en funciones.
¿Cuál es el panorama para el futuro próximo? Desde julio hasta diciembre de 2018 solo se espera un decaimiento del poder adquisitivo y un aumento de la pobreza debido a los temidos ajustes ordenados por el FMI que siempre afectan a los más desprotegidos e indefensos, como sucedió en incontables oportunidades de nuestro pasado.
El Fondo bueno
Intentando morigerar las malas nuevas, el gobierno argentino asegura que el “nuevo” Fondo Monetario Internacional es más humano, más comprensivo que el anterior. Pero eso nadie se lo cree. Y por muy buenas razones. Entre otras, porque ya la conducción de ese organismo internacional exigió la suspensión de casi toda la obra pública planeada. Es decir, que los miles de kilómetros de caminos, autopistas y casas que se pensaban construir no se harán, dormirán el sueño de los justos.
En el 2019 habrá elecciones presidenciales, y la disyuntiva que se le presentará al electorado es elegir el mal menor. Una reelección del presidente Macri suena como lo más aceptable, porque, dentro de todo, las instituciones funcionan adecuadamente, no se nota demasiada corrupción y se aprecia un intento de combatir al narcotráfico. Desde la oposición peronista o kirchnerista, a la fecha, no hay ninguna figura que presente una buena intención de voto.
“En el 2019 habrá elecciones presidenciales, y la disyuntiva que se le presentará al electorado es elegir “el mal menor”
Sin dudas, las penurias de los argentinos seguirán siendo las mismas de siempre por muchos años más.
Esto se debe a que ningún gobierno hace algo para cambiar la matriz productiva de la Argentina, una nación que continúa siendo un simple exportador de materias primas devaluadas y un ávido comprador de tecnología y productos elaborados de alto precio. De allí que la balanza comercial es altamente deficitaria en miles de millones de dólares.
Hasta que no asuma un gobierno que promueva la industrialización nacional y con un nuevo perfil exportador, todo continuará como hasta ahora. Un país con crisis económicas recurrentes, que se suceden cada diez o doce años. Un país que siempre se encuentra retrocediendo, subdesarrollándose.
Algunos todavía aseguran que la Argentina es un país rico habitado por millones y millones de pobres. Sin dudas, una frase prefabricada, un slogan marketinero. Como aquel que afirma que lo peor ya pasó. ¤