Convocado por el Directorio de Álvarez Thomas el 25 de marzo de 1816 comienzas las sesiones del Congreso Constituyente de Tucumán, con un plan de trabajo definido: declarar la independencia nacional y dictar una constitución para las Provincias Unidas del Sud.
Habían sido invitadas todas las provincias que antes de 1810 integraban el Virreinato del Río de la Plata. Las que enviaron sus representantes fueron: Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Charcas, Chichas, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Mizque, Salta, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán. Los congresales sumaban un total de treinta y tres miembros, de los cuales diecisiete eran abogados y trece eran sacerdotes.
Las provincias que conformaban la Liga Federal de los Pueblos Libres rechazan la invitación, puesto que las mismas provincias que lo conformaban (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe) se encontraban en guerra contra el ejército enviado por el mismo Directorio que hace la convocatoria al Congreso. Por otra parte, como hemos visto en la nota anterior, lo consideraban innecesario ya que ellas se habían declarado independientes un año antes.
Las provincias del Alto Perú (La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Potosí), que habían integrado el Virreinato del Río de la Plata no enviaron diputados, ya que las mismas se encontraban bajo el poder del ejército realista. Solo lograron incorporarse al Congreso en Tucumán los diputados de Charcas y Chichas, exiliados de sus provincias.
Tampoco estuvo representado el Paraguay, provincia que desde 1810 se negó a reconocer la jurisdicción de ningún gobierno instalado en Buenos Aires, y ya en 1811 había declarado, aunque de hecho, su independencia de España. Aparte, Asunción, a diferencia de Buenos Aires, estaba preocupada en formar un gran país puertas para adentro.
El 24 de marzo, temprano por la mañana, los congresales concurrieron a misa para pedir a Dios por las deliberaciones y luego se constituyeron en Congreso. El Dr. Pedro Medrano (diputado por Buenos Aires) fue designado Presidente hasta el 1° de mayo y como Secretarios fueron nombrados Juan José Paso (diputado por Buenos Aires) y José Mariano Serrano (diputado por Charcas). Los diputados duraban en sus cargos por el plazo de un año mientras que los cargos de presidente y vicepresidente rotaban mensualmente. Paso y Serrano fueron los secretarios permanentes del Congreso, electos en la sesión inaugural de ese día de 1816.
¿Por qué el Congreso se reunió en Tucumán?
Para algunos historiadores la razón más importante era que los españoles venían ganando batallas y recuperando territorios de las provincias del Alto Perú. Solamente estaba el General Güemes defendiendo el paso de Salta. Si los realistas lograban llegar a Tucumán, era muy probable que pudieran seguir avanzando hacia Buenos Aires. Hacer el Congreso allí era, en cierto modo, una demostración de fuerza, una manera de defender la revolución.
Para otros historiadores la razón importante fue que los diputados del interior eran mayoría y querían ponerle un límite al poder de Buenos Aires.
Esta segunda postura se hace eco en las consignas federales que traían algunos diputados del interior. Por ejemplo, estos traían la instrucción de que “la Constitución debía ser federativa, a cuyo solo objeto dirigirá sus conatos, reservándose cada Provincia el reformar el establecimiento adaptable a su localidad”.
Otro ejemplo es la recomendación con la que llega a Tucumán el diputado que envía Jujuy, el Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante: que las provincias del interior recuerden que “no hemos hecho más que mudar de amos, sin destruir la tiranía y deberían precaverse de que los pueblos de las provincias unidas vengan a quedar constituidos en un feudalismo vergonzoso y degradante o en una dependencia colonial de la Capital de Buenos Aires”.
La resistencia de las provincias al centralismo de Buenos Aires, y su oposición a la acción política unitaria, ejercida por un gobierno oligárquico desde esta capital, se intensificó luego del fracaso de la Asamblea del año XIII, no querían que se repitiese esa frustración en este nuevo intento, por lo que la lógica marcaba que el Congreso debía realizarse en una ciudad del interior. El diputado porteño, el Dr. Tomás de Anchorena, escribía ante esta situación: “más que odio a Buenos Aires, había espíritu de desunión, el más completo egoísmo para no contribuir a la guerra y sostén de nuestra independencia, que todos querían que la guerra se hiciera en contra de Buenos Aires”.
Por su parte preguntaba fray Cayetano José Rodríguez, también diputado por Buenos Aires, a don Agustín J. de Molina ante la invitación del Directorio: “¿Dónde quieren que sea el Congreso? ¿En Buenos Aires? ¿No saben que todos se excusan de venir a un pueblo a quien miran como opresor de sus derechos y que aspira a subyugarlos? ¿No saben que el nombre porteño está odiado en las Provincias Unidas o desunidas del Río de la Plata?”
Además las tentativas monárquicas de la política directorial de Buenos Aires, explicable por el cambio de la situación europea después de la caída de Napoleón, y la influencia de la Santa Alianza, que se oponía a los movimientos republicanos y revolucionarios, provocaron una formidable resistencia en los caudillos, sobre todo en el litoral. El Congreso Nacional se reunió en la ciudad de Tucumán porque se entendía que esa ubicación garantizaba a las provincias que Buenos Aires no presionaría a los diputados.
Al momento de reunirse el Congreso de Tucumán se define en la ciudad capital (como hemos visto en nuestra nota anterior) el grupo centralista oligarca, con tendencia a la monarquía liberal, imbuidos de doctrinas filosóficas y políticas europeas: los unitarios. En la campaña y las provincias se levanta, en oposición a la política de Buenos Aires, el partido popular que sostiene la bandera republicana y la autonomía local: los federales.
Con la discordia entre estos dos grupos, cuyo enfrentamiento estallará pronto en el territorio de la naciente nación, comienzan las sesiones del Congreso Constituyente de Tucumán.
Textos consultados:
Historia de la Confederación Argentina, de Adolfo Saldias.
Memorias, de José María Paz.
Breve historia de los argentinos, de Félix Luna ¤